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El castigo, ¿está justificado alguna vez?

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En muchos casos, aunque al padre o a la madre le pueda servir de desahogo, es poco eficaz y sería mucho más efectivo premiarle cuando se le sorprende haciendo la conducta contraria: reforzar las conductas positivas.

No obstante, en algún caso puntual puede estar justificado el uso del castigo, aun sabiendo que no es muy efectivo. Solo en aquellos casos en los que la conducta negativa es grave para el niño o las personas que le rodean, y cuando no han funcionado otras técnicas más positivas.

Tipos de castigos con conductas positivas y alternativas

Darle la vuelta a los tipos castigos con conductas positivas es posible.

Ignorar o mostrarse indiferente ante las conductas negativas, por ejemplo, en el caso de las rabietas, en lugar de comenzar a propinar gritos tipo «¡¡qué te calles ya, que no te aguntooo, eres un pesado!!!!, prueba llevarle a su cuarto para que llore a gusto y si consigues no darle mayor importancia, mejor. Cuando se calme tanto él como tú, que te pida perdón, y explicarle por qué es una tontería llorar sin parar. No olvides que es un comportamiento frecuente en niños de 2 a 3 años que debes educar.

Darse la vuelta y retirarle la mirada o la atención hasta que no rectifique. Tu hija de cuatro años te acaba de llamar tonta. La primera vez que te insultó le explicaste que no se debe llamar nunca tonta a nadie, pero menos a mamá o a papá. Pero lo vuelve a repetir. En lugar de darle un bofetón, o un cachete en la boca, no le vuelvas a mirar hasta que no te pida perdón y te diga que se va esforzar en no volverlo a repetir.

La técnica de sobrecorrección: consistente en reparar lo que ha hecho pero de forma algo exagerada: por ejemplo un niño tira un papel y debe recoger todos los papeles del patio; tira furioso una silla, y debe quedarse a recoger todas las sillas de la clase o de casa; deja su ropa en el suelo y debe pasar toda la tarde ordenando su armario.

La técnica de saciación: consistente en repetir la conducta indeseable hasta que no encuentre ningún placer en ello: por ejemplo desenrolla el papel del retrete y le tenemos un tiempo largo desenrrollando rollos; se hace el gracioso en clase, y le sacamos a la pizarra para que durante toda la clase nos haga gracias. Esta técnica se utiliza a menudo para eliminar los tics (hacerle repetirlo muchas veces delante de un espejo).

¿Cómo debe ser el castigo?

Inmediato. El castigo que se administra cuando ha transcurrido tiempo desde la falta cometida, no sirve para nada.

Consistente. El niño debe saber que siempre que no cumpla una norma, el castigo será la consecuencia que le siga, (quitar el carrito del bebé si entra al salón con él y le hemos dicho que no lo haga) y no que éste dependa del humor del que esté hoy mi padre o el profesor… si no es así, siempre le cabe la posibilidad de probar a ver qué pasa hoy.

Poco frecuente. Reservado para ocasiones muy especiales, ya que si no uno se habitúa al castigo puede no ser eficaz, o bien pueden aparecer otros efectos secundarios que comentábamos antes.

Debe ser justo y proporcional a la falta cometida. cuidado con amenazar con castigos excesivos que luego no hay quien cumpla: «No te voy a poner ni una película de vídeo nunca más». Es la mejor forma de perder la autoridad. Es preferible un castigo leve pero consistente, que uno muy intenso pero que rara vez se cumple.

Avisado, para que no «caiga del cielo» y se viva como injusto. Amenazar varias veces es la mejor forma de perder la autoridad.Una vez que se ha fijado el castigo, éste debe cumplirse: se perdona a la persona, pero el castigo se cumple.

Consejos para educar sin castigos

1. Ante una mala acción de nuestros hijos, lo primero calma. Es mucho más saludable para nosotros y para ellos. Compruébalo.

2. Siempre que se te escape algún grito injustificado, pídele perdón. No creas que pierdes la autoridad, sino todo lo contrario. Explícale por qué está mal lo que ha hecho, pero dile que le quieres mucho y abrázale.

3. Evita siempre comentarios despectivos o compararle con otros niños o con sus hermanos: «eres un desastre», «siempre haces todo mal», «eres malo»… se castiga la conducta pero no a la persona: «esto está mal, pero tu no eres malo, no te das cuenta y te voy a ayudar a hacerlo bien». Por muy pequeños que sean nuestros hijos, lo van a entender mejor.

4. Establece «contratos conductuales». En éstos, lo que hacemos es especificar, de común acuerdo, una serie de aspectos de mejora o de normas a cumplir, y se especifica asimismo lo que ocurrirá si no se cumple, y lo que ocurrirá si se cumple. Para que sea efectivo debe ser fruto del acuerdo y ser «firmado» por ambas partes.

Pregúntate de vez en cuando, cuántas veces al día le has dicho a tu hijo: «Qué bien has ordenado hoy María»; «Muy bien Juan, ayer no te levantaste cuando te fuiste a la cama» «Muy bien Pedro, hoy no has insultado a nadie» «Muy bien Teresa, hoy no has entrado al salón con el carrito del bebé» y compara con las veces que les has castigado por una acción mala. La balanza siempre tiene que superior hacia las veces que le hemos alabado por sus buenas acciones que por las veces que le hemos castigado.

Teresa Artola

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