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Hijos únicos, ¿cómo educarles?

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La educación de los hijos únicos tiene una serie de características especiales. El hijo educado solo, bien por ser el único de la familia, bien por haber nacido mucho tiempo después del mayor, o por cualquier otra razón, es un hijo único que crece en una situación psicológica particular.

Resulta claro que la educación queda simplificada e incluso enriquecida gracias a la relación con los padres por el hecho de no tener hermanos: el hijo único será con frecuencia más «maduro», y más adelantado en el plano intelectual con relación al hijo de familia numerosa. Con todo, se ve privado de la riqueza de experiencias que este último halla en el trato con sus hermanos (incluyendo en él los celos y la rivalidad fraterna, pero también el hecho de superarlos y canalizar su agresividad).

Los padres de hijos únicos deben educar a su hijo, sabiendo qué problemas hay que sortear. Los niños son listos y no tarda el hijo único en percatarse de su situación de privilegio, con una vida llena de caprichos, atenciones y mimos de todo tipo, que sin duda le pueden convertir en un ser débil e inseguro.

Los hijos únicos necesitan de una gran labor educadora para que no se convierta en el centro de atención de todos los miembros de la familia y en un pequeño tirano insatisfecho, que trata de conseguir de un progenitor lo que el otro le niega y se escuda y refugia en uno cuando el otro lo castiga o le exige disciplina.

Retrato robot de los hijos únicos

Un retrato robot de las características de un hijo único incluiría las siguientes:

1. Dispone de una madurez intelectual y verbal superior a la de otros niños. Consigue construir frases de forma precoz, razona con rapidez y dispone de un léxico muy abundante.

2. A causa de la soledad, tiene excesiva tendencia a los sueños y a la imaginación desbordante.

3. Al ser más observado, cuidado y vigilado, aumenta la inseguridad en sí mismo.

4. Tiene problemas para adaptarse a los juegos colectivos, integrarse en el mundo de los niños de su edad y superar el complejo de Edipo.

5. Mantiene más unidos a los padres, ya que su cuidado constituye una preocupación común entre ellos.

Hijos únicos: la importancia de hacer amigos

La socialización es mucho más difícil en el hijo único. Debido a la falta del necesario contacto con otros niños y de entrenamiento en habilidades sociales, el hijo único (especialmente si vive inmerso en un entorno proteccionista) a menudo se adapta mal a los juegos colectivos y suele tener problemas a la hora de hacer amigos e integrarse en el mundo infantil.

Con la entrada al colegio, el pequeño «príncipe» se encuentra perdido entre los demás niños y recibe un verdadero golpe al no sentirse ya el centro de atención, como le ocurre cuando está en su casa. Es importante que no caigamos en la trampa dando demasiada importancia a estas quejas y llantinas, y sepamos mantenernos firmes, con el fin de que el pequeño aprenda a hacerse fuerte por sí mismo y logre integrarse entre los demás compañeros o amigos.

La soledad y el mundo de fantasía de los hijos únicos

Aunque el hijo único sea rodeado de extremadas muestras de afecto y de amor, en realidad llega a encontrarse en una situación de soledad, que hace que se evada a un mundo de fantasía y de ensueño, y se refugie en sí mismo. Es verdad que el vivir en contacto permanente con adultos hace que el hijo único adquiera una madurez intelectual mayor que la de otros niños, pero esta la logra en detrimento de su propio equilibrio afectivo.

La maduración verbal se adquiere con mayor rapidez, muy pronto construye frases completas, razona con fluidez y adquiere un léxico muy rico para su edad. Sin embargo, hasta el juego se convierte para él en una forma diferente de soledad, al carecer de las rivalidades, disputas, celos y gamberradas que pueden permitirse los niños que tienen hermanos y que tanto contribuyen al normal desarrollo de las habilidades sociales.

La actitud de los padres hacia su hijo único

Los padres de un hijo único deberán velar para que en la medida de los posible pueda compensarse la situación particular de éste: habrá que evitar, naturalmente, el mimarle, rodeándole de una superprotección que agravaría su condición. Por el contrario: es preciso poner remedio al problema, enviándolo, incluso si no le gusta demasiado, a relacionarse con otros grupos de niños en equipos, clubes deportivos, actividades extraescolares colectivas, etc. donde hallará sustitutivos fraternos.

Asimismo, hay que darle libertad para que tenga sus experiencias y corra «ciertos riesgos», como los demás, sin envolverle en algodón.

Consejos para educar a los hijos únicos

Lo que hay que hacer

– Los padres del hijo único deben estar atentos a compensar la excesiva convivencia del niño con los adultos, haciendo lo posible para que se relacione con pequeños de su misma edad.

– Para estos niños es obligado asistir a la escuela infantil desde los primeros años. La vida de relación social con otros niños es la mejor terapia para el hijos único que, además, ha de compartir sus juguetes con los demás e invitarles a su casa y asistir a las casas de otros amiguitos.

– Se han de dosificar los agasajos, carantoñas y mimos. A veces los abuelos, los tíos y los propios padres se exceden en alabanzas y blanduras que solo contribuyen a debilitar o reducir la confianza en sí mismo. Especialmente se ha de poner sumo cuidado en no caer en la tentación de hacerle aquellas cosas que él mismo puede hacer por sí solo.

Lo que hay que evitar

– Que los lazos de dependencia entre los padres y el hijo único sean tan fuertes que impidan el pleno desarrollo y autonomía psíquica y afectiva, no logrando adquirir una personalidad definida y un criterio propio.

– Que la opinión de sus progenitores pese tanto para él que continuamente se debata entre lo que él quiere y lo que sus padres prefieren.

El contacto con los niños de su edad es muy importante para la socialización de los hijos, por lo que puede procurarse el que se relacione, quizá con mayor frecuencia que en otros casos, con los primos o familiares cercanos. En estas visitas, hay que procurar no entrometerse demasiado en los enfados, dejándoles que se les arreglen solos; actuaremos cuando lo veamos necesario, únicamente.Ignacio IturbeAsesor:

Lucía Herrero. Psicóloga y orientadora familiar

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