Categorías:

Auténticamente feliz

Tabla de contenidos

No deja de sorprenderme cada año la cantidad de gente a la que no le gusta la Navidad. Lo he pensado mucho y creo que el problema radica en que es un momento del año en el que el acontecimiento que celebramos es tan grandioso que exige de nosotros una actitud concreta.

La celebración lleva consigo que la familia se reúna unida, comparta una comida buena, esté alegre, se intercambie regalos y se piense en la suerte que tenemos de poder celebrar un acontecimiento que ha cambiado la historia del mundo. Pero todos estos requisitos muchas veces no se cumplen y nos encontramos con dificultades que tenemos que superar:

En los zapatos del otro

La unión de la familia supone que si hay cosas que nos han molestado o herido seamos capaces de perdonarlas para poder compartir esos momentos sin rencores. Perdonar no es fácil pero si algún momento es propicio para hacerlo, es la Navidad.

Nos creemos demasiado importantes ante los demás cuando pretendemos que vean la realidad como la vemos nosotros, cuando pretendemos que se hagan las cosas a nuestro gusto o piensen en nosotros porque, en el fondo, nos creemos el centro de atención.

Una montaña de un grano de arena

Todo lo que puede ser motivo de unión, se puede convertir en motivo de conflicto. Hay que cocinar y se puede colaborar o no, agradecer o exigir, quejarse o buscar lo que está bien para alabarlo y que los demás se sientan bien.

Regalar, sobre todo, cariño

Los regalos deberían ser algo que hacemos pensando en acertar con cariño en los gustos de quien los recibe, comprarlos con tiempo, e imaginarse el placer del otro cuando vea que hemos pensado en él con tanto cariño. Los regalos no son, no deben de ser, una obligación sino algo inmerecido y muy digno de valorar y de agradecer.

La familia extendida y la política

La convivencia con algunos miembros de la familia es a veces escasa y la Navidad es el momento de aprovechar para saber de verdad cómo están, qué les preocupa y, sobre todo, para conseguir que pasen unos días especialmente buenos.

Normalmente que los demás estén bien supone que hay alguien que piensa en cómo hacerlo para que descansen, para que se sientan acogidos, para que las conversaciones sean agradables y no tocar las zonas minadas que en todas las familias existen. No podemos olvidar que las familias perfectas no existen. Existen las que luchan por permanecer unidas, las que, aceptando los defectos y las limitaciones de los demás, saben que es importante no romperla.

Todos necesitamos que pasen por alto todo aquello en lo que nos equivocamos, lo que no hacemos y deberíamos de hacer, lo que decimos y nos deberíamos haber callado. Necesitamos ‘dejarnos en paz’ unos a otros, recibir cariño, que nos traten con amabilidad, que piensen en nosotros que nos ayuden, en definitiva, que nos quieran.

Al llegar estas fechas, la mayoría de las personas necesitan más a las personas que a las cosas. Es un momento del año para romper con las críticas, las quejas y los malos humores. El efecto mariposa es más eficaz que nunca porque todos deseamos estar bien en Navidad y desearnos todo lo mejor, pero de verdad auténticamente, feliz Navidad.

Mónica De Aysa. Máster en Matrimonio y Sexualidad

Te puede interesar:

Cómo vivir la Navidad en familia

Cómo sobrevivir a los gastos de Navidad

Regalos de Navidad, ¿deseo o necesidad?

10 planes para frenar el consumismo en Navidad

Educar con la carta a los Reyes Magos

Otros artículos interesantes