Ser niño significa moverse. Los más pequeños necesitan estas actividades para poder desarrollarse mientras juegan. Sin embargo, en ocasiones estas actividades pueden derivar en algún percance relacionado con un golpe. ¿El resultado? Los conocidos chichones. ¿Cuándo hay que preocuparse por la presencia de uno de ellos en los hijos?
Para aprender a diferenciar un chichón preocupante de aquellos que no merecen mayor atención, la Asociación Española de Pediatría ofrece una lista para saber cuándo se trata de un dolor pasajero de las situaciones en donde de verdad hay que solicitar ayuda de un profesional para tratar un mal bastante grave.
Qué es un chichón
El chichón representa la manifestación de un traumatismo craneoencefálico. Cualquier alteración física o funcional producida por fuerza traumática externa que ocasione un daño físico sobre el encéfalo (por ejemplo el cerebro) o alguna de sus cubiertas (huesos del cráneo, etc.). En términos coloquiales, viene a ser un golpe fuerte en la cabeza.
Como ya se ha dicho, la continua actividad de los más pequeños hace que en ocasiones estos sean víctimas de algún golpe. Los traumatismos craneales constituyen un accidente muy frecuente en la infancia. En la mayoría de las ocasiones no derivan en mayores complicaciones que un dolor en esta zona.
En otras situaciones, el chichón puede ser un accidente muy grave, en especial en los más pequeños de la casa. La importancia de cualquier traumatismo craneal se determina por la posibilidad del daño cerebral asociado. Los niños menores de un año tienen más riesgo de tener lesiones más graves.
Algo que se complica por la imposibilidad para expresar muchos de los síntomas ni explicar las circunstancias de lo ocurrido. Algunos de los traumatismos craneales más graves que se producen en este grupo de edad son consecuencia de malos tratos propinados por sus cuidadores. La mayoría de los traumatismos sólo producen lesiones en la superficie de la cabeza como hematomas (chichones), heridas y dolor en la zona del golpe.
Determinar la gravedad
¿Cómo detectar la gravedad de estos accidentes? El resultado más habitual de un chichón es un dolor en la zona del golpe y no precisará recibir atención sanitaria. Pero si tiene vómitos, pérdida de conciencia o somnolencia, visión borrosa, dolor de cabeza, irritabilidad, alteraciones del habla, la marcha o la coordinación, aunque muchos de estos síntomas pueden ser pasajeros, se ha de buscar asistencia médica urgente. Si se sospechan lesiones importantes no se debe mover al niño, en especial su cuello si sospechamos que se ha producido lesión en la columna cervical.
Si se detecta uno, o varios de estos síntomas, el primer paso debe ser acudir a un especialista. La primera valoración que le realizara el pediatra a su hijo es la que nos permite determinar su nivel de consciencia. Esta puntuación, junto con la presencia o ausencia de alteraciones en la exploración neurológica determinan la gravedad del traumatismo y la probabilidad de daño cerebral del niño.
En ocasiones, el médico puede recurrir a pruebas radiológicas. La más usada tradicionalmente ha sido la radiografía de cráneo. Sin embargo, su utilidad es limitada, ya que puede haber daño cerebral con radiografías normales y, a su vez, la mayoría de fracturas no se asocian a lesión intracraneal. En los últimos años se está restringiendo su uso a una serie limitada de situaciones, más numerosas en lactantes pequeños. La prueba más adecuada cuando se sospecha una lesión cerebral es la tomografía computerizada (TAC o scanner).
Damián Montero
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