La inteligencia emocional es una disciplina muy reciente. Hace no mucho tiempo la gestión de las emociones era un elemento al que no se le daba demasiada importancia en la educación. Sin embargo, hoy en día, han surgido numerosas teorías que resaltan la importancia de las emociones en el aprendizaje de nuestros hijos.
En la actualidad, existen numerosos estudios y teorías sobre la inteligencia emocional. Aprender a gestionar las emociones se ha convertido en un elemento esencial en la educación de nuestros hijos. Pero esto no siempre ha sido así. No hace mucho, este era un tema bastante desconocido a nivel científico y psicológico.
Begoña Ibarrola, psicóloga experta en Inteligencia Emocional, resalta que en la actualidad se ha ido implementando un proceso de «alfabetización» relacionada con la inteligencia emocional. «Cada vez hay más elementos que nos pueden ayudar a comprender el mundo de las emociones, cada vez hay más libros, investigaciones sobre neurociencia que aportan información datos curiosísimos, profesorado interesado en transmitir esto es las aulas» asegura.
Esto ha ocurrido porque se ha descubierto que la inteligencia emocional es clave para el aprendizaje, lo condiciona. Las emociones dirigen la atención, influyen en la memoria y en la motivación. «Todo el campo de investigación de la neurociencia está dando referendos y apoyos científicos que demuestran la importancia de las emociones hoy en día».
Dónde surgen las emociones
«Las emociones se viven en el cuerpo», afirma Ibarrola. Sentir una emoción es algo que se refleja tanto corporal como mentalmente. En primer lugar, es el cuerpo el que detecta, sirve de receptor y percibe los efectos de una emoción. Incluso, se generan cambios fisiológicos que van más allá de reacciones visibles como llorar o reír. Cada vez que sentimos una emoción, por ejemplo, cambia la composición de nuestra sangre.
En segundo lugar, nuestra mente identifica la emoción, le pone nombre y la regula. Es en este aspecto en el que interviene la inteligencia emocional, pues es en este nivel en el que debemos aprender a gestionar nuestras emociones.
Es cierto que hay reacciones corporales involuntarias, que no podemos controlar cuando sentimos una emoción. Pero, como seres racionales, somos capaces de comprender la emoción y su causa, y determinar cuál es la mejor forma de actuar ante ella. Esto es algo que «podemos aprender desde que somos muy pequeños, concretamente desde los tres años», destaca Ibarrola.
Estudios sobre el cerebro
En la década de los 90, comienzan a realizarse una serie de investigaciones sobre el cerebro debido, en parte, al interés que generan enfermedades como el Alzhéimer y el Párkinson. Además, el desarrollo de nuevas tecnologías en el área de la medicina, permite un estudio más profundo de la mente humana.
A partir de estas investigaciones, también se empieza a indagar en el mundo, más subjetivo, de las emociones. Autores como Coleman descubren la importancia de la inteligencia emocional y de la dimensión social de la persona. Estos descubrimientos motivarán a padres y educadores a incluir la gestión emocional en la educación de sus hijos y alumnos.
En la actualidad, los estudios relacionados con el cerebro y la educación emocional son vistos como algo usual. «Hoy vemos en los hospitales con total normalidad cómo nos ponen unos electrodos y pueden ver si hemos pillado un chiste o no. Simplemente por mi respuesta cerebral», señala Ibarrola.
Inteligencia emocional para la felicidad
Al abrir una ventana al cerebro y observarlo, se ha logrado conseguir una serie de herramientas para conocer a fondo la inteligencia emocional y rescatar su importancia para la sociedad. En el fondo, nos hemos dado cuenta de que ser conscientes de nuestras emociones nos permite construir cerebros más sanos. Un cerebro y una mente más sana harán que tengamos un mayor nivel de bienestar y felicidad.
Isabel López Vasquez
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