Juego e infancia van de la mano. Estas actividades divierten a los más pequeños, permiten que los padres puedan acercarse a sus hijos y fortalecer el vínculo con ellos y además conceden varios beneficios a los niños. Al participar en estos momentos, los menores utilizan su imaginación y conocen el mundo que los rodea.
Formas de jugar hay muchas, no solo por las opciones que abarcan desde la práctica de un deporte hasta la emulación de una cocina. También la manera en la que se ejecutan estas actividades influye en el desarrollo del niño a través de estas actividades. Un ejemplo es el juego no estructurado, es decir, la participación libre y sin normas establecidas permitiendo que el pequeño deje volar su imaginación.
Qué es el juego no estructurado
¿En qué consiste el juego no estructurado? A esta pregunta contestan Milagros María Campins y Marcela Hidalgo de la Universidad de San Andrés, Argentina, quienes han trabajado para comprobar cómo pueden beneficiar estas actividades en el desarrollo de los más pequeños de la casa. Se entienden estas prácticas como aquellas fórmulas que hacen que los más pequeños salgan de su zona de confort.
A los niños se les facilita distintos objetos pero son ellos quienes tienen que elegir cómo usarlos y no recibir instrucciones sobre su utilización. De esta manera se pretende estimular su imaginación e incentivar la investigación sobre las posibilidades que estos objetos les ofrece.
Entre los objetos que se ofrecieron en este trabajo destacan elementos comunes como pueden ser corchos, aros, telas de distintos colores, etc. Las responsables de este estudio destacan cómo la concentración de los niños creció al tener que descubrir todas las posibilidades que les ofrecían estos materiales. Los más pequeños prestaban atención a las características de aquello que tenían y en cómo podían utilizarlo.
De esta manera los niños eran capaces de pasar horas y horas jugando mientras descubrían las posibilidades. También fue destacable cómo los pequeños se comunicaban con sus compañeros y descubrían sus experiencias con estos objetos y los usos que habían encontrado para poder disfrutar.
Beneficios físicos y mentales
El trabajo realizado por la Universidad de San Andrés no es el único que destaca los beneficios del juego no estructurado. El Servicio Público de Salud de Canadá se destacan otros efectos positivos que pueden aprovechar los niños que apuesten por estas actividades:
– Mejor manejo de la salud emocional. Los juegos no estructurados promueven una mejor imagen del niño y este mejorará su autoestima al verse capaz de solucionar un problema tan sencillo como el de divertirse con lo que se tiene a mano. Además, participar en estas actividades reducirá su ansiedad al mantenerse ocupado y distraído.
– Mejoras físicas y del aparato motor. El juego no estructurado también anima a que los niños dejen el sedentarismo y experimenten. Si estas actividades se realizan fuera de casa, los más pequeños pueden dejar volar su imaginación mientras se mueven fuera de sus cuatro paredes.
– Mejora de la resiliencia. El juego no estructurado significa enfrentarse a un problema: no hay reglas ni un plan para divertirse. Al pequeño le toca manejarse en esta adversidad, una destreza que les ayudará a medida que crezcan y se enfrenten a distintos problemas.
Damián Montero
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