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Anorexia y bulimia: cuando el espejo miente

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Los trastornos alimentarios de la conducta (TCA) constituyen hoy en día una de las principales causas de mortalidad en los jóvenes, tras los accidentes de tráfico y el cáncer. Los expertos apuntan que la prevalencia de la anorexia y bulimia es se ha disparado durante la última década hasta el punto de convertirse en una auténtica epidemia.

Hoy en día, una o dos de cada cien adolescentes de los países desarrollados perciben su imagen distorsionada cuando se contemplan en el espejo. El diagnóstico y tratamiento tempranos de la anorexia y bulimia resultan fundamentales para multiplicar las posibilidades de curación.

«A pesar de que era todo hueso y pellejos, yo me miraba al espejo y me seguía viendo los muslos, la tripa y el trasero horribles. No me daba cuenta de mi estado», recuerda Paloma, de 32 años, que no hace mucho logró escapar de las garras de la anorexia. Como ella misma dice, toda su vida había sido «una persona rellenita» y los insultos de su hermano mayor con el que, como es habitual, siempre andaba a la gresca, no contribuyeron a mejorar su autoestima. Cuando cumplió los 22 años, se propuso en serio adelgazar y, su familia y amigos pueden dar fe de ello, lo consiguió: con 1,57 cm de altura llegó apenas a sobrepasar los 42 kilos.

Anorexia y bulimia, enfermedades que matan

Diez años después, Paloma está curada, pero sigue controlando todo lo que come. La anorexia la ha marcado para toda la vida, pero, aún así, puede considerarse afortunada, ya que no todas las pacientes consiguen salir adelante: según las estadísticas, uno de cada cinco casos de anorexia y uno de cada cuatro de bulimia se cronifican. Peor todavía: en un periodo de diez años de evolución del trastorno, entre un 4 y un 10% de las personas que sufren anorexia mueren, mientras que un 5% de las bulímicas fallecen a los cinco años.

Demasiadas muertes como para no tomarse en serio estos trastornos, que alteran la imagen corporal y provocan un miedo obsesivo a aumentar de peso en quien los sufre. Según los estudios sobre el tema, nueve de cada diez afectados son mujeres que, víctimas de este trastorno, perciben ciertas partes de su cuerpo distorsionadas. Sobre todo, se ven abdomen, caderas, nalgas y muslos de un tamaño mucho mayor al real.

Esta alteración las precipita bien a no probar alimentos apenas -caso de las anoréxicas restrictivas– bien a alternar los periodos de ayuno con descontrolados atracones de comida, lo que luego les causa grandes remordimientos -como sucede a las anoréxicas compulso-purgativas y a las bulímicas-. En este segundo caso, las jóvenes terminan provocándose el vómito con los dedos o tomando una gran cantidad de laxantes y diuréticos para contrarrestar la elevada ingestión de comida.

Los trastornos alimentarios de la conducta ya no se ocultan

El doctor Villasmil, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla y responsable de la Unidad de Anorexia en el aspecto orgánico-nutricional de este centro, insiste en que, pese a las apariencias, «la anorexia y la bulimia no son caprichos de niñas tontas que no quieren comer, sino una enfermedad más». Según el experto, el aumento de la prevalencia se explica porque ahora «acuden a recibir tratamiento muchas más pacientes que antes, cuando se consideraba a la bulimia una enfermedad avergonzante que había que ocultar».

La actuación de los medios de comunicación tiene bastante que ver con este cambio de actitud hacia las TCA. Según la doctora Encarna Mollejo, psiquiatra infantil jefa del Servicio de Salud Mental de Arganda del Rey (Madrid), los medios de comunicación han influido, efectivamente, en el problema, «pero de dos maneras diferentes: por un lado, han favorecido la información sobre dietas de adelgazamiento y comidas bajas en calorías, que influyen mucho entre los adolescentes, muy vulnerables por el momento evolutivo que viven, en el que la identidad está poco definida y se buscan modelos que seguir; pero, lo que venden muchas revistas que encontramos en las librerías son las figuras esbeltas, el estar guapo y delgado. Por otro lado, los medios de comunicación también han contribuido a una mayor divulgación de la patología. Ahora llegan más niñas que están empezando con la enfermedad».

Desencadenantes de la anorexia y la bulimia

Lejos de culpar exclusivamente a los medios de comunicación, los expertos insisten en que en la aparición de los TCA se conjugan diversos factores, tanto de carácter individual (de personalidad, biológicos, genéticos…) como familiares y socioculturales. Es decir, las personas con anorexia y bulimia presentan unos condicionantes psicológicos y psiquiátricos previos que, en un entorno en que la delgadez es deseada, pueden llegar a desencadenar una anorexia o bulimia.

Como afirma el doctor Villasmil, la misma sociedad «aconseja mal e induce a que se cometan muchas tonterías». En efecto, no sorprende demasiado que la prevalencia de las TCA aumente en un contexto social en el que, a la sobrevaloración del aspecto físico y el culto al cuerpo, se añade el deterioro del sistema tradicional de valores, la reciente modificación de los hábitos alimentarios y la merma del papel educativo y comunicativo de la familia.

La tendencia a la desestructuración que se vive en este ámbito desemboca, a menudo en la falta de atención por parte de los padres a problemas que sus hijos se ven incapaces de afrontar sin ayuda, como situaciones de estrés, incidentes con los compañeros y amigos o fracasos amorosos. Estos conflictos pueden actuar como detonantes de las TCA, ya que en ocasiones les llevan a pensar que no les habrían ocurrido si su cuerpo fuera distinto. También los padres demasiado preocupados por su aspecto físico pueden llegar a transmitir esta actitud, y los consecuentes hábitos alimentarios, a sus hijos.

Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: doctor Fernando Villasmil, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla

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