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Niñas muy niñas, el encanto de la feminidad

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¿Quién no se ha sorprendido al observar cómo despertaban ya algunos de los rasgos típicamente femeninos, en una niña aún en edad escolar? La coquetería, la gracia en los movimientos, la sensibilidad, el gusto… los padres son casi siempre los primeros en caer rendidos ante los encantos de su princesa, maravillados al ver que su hija se ha convertido, de la noche a la mañana, en una mujercita.

Y nadie mejor que sus padres para advertir la necesidad de potenciar y encauzar esos rasgos naturales femeninos, como vacuna para una sociedad que tanto se empeña en ser unisex.

Se empezó hablando de igualdad de derechos, y por estos días ya hay quien proclama una igualdad de sexos. Como consecuencia de ello, desde bien pequeñas, las niñas de hoy empiezan a ser tratadas igual que los chicos: realizan los mismos deportes, se visten igual,… a pesar de esas diferencias naturales de su carácter de mujer.

Para evitarles la confusión conforme van creciendo, sobre la forma y estilo en que han de comportarse, conviene hacerles ver que esos rasgos característicamente femeninos son, en principio, buenos y que deben cultivarlos al tiempo que los complementan con otros más recios y fortalecedores, para poder desempeñar bien su papel en la sociedad.

El tesoro escondido de la feminidad

Esos rasgos femeninos son el germen de una serie de virtudes, que las niñas, nuestras hijas, van a poder desarrollar en un futuro y combinar con otros valores como valentía, decisión, fortaleza… para lograr un equilibrio armónico.

Los padres podemos ayudarles a descubrir y valorar ese tesoro tan característicamente femenino, a desarrollarlo y enriquecerlo; a situar, en definitiva, la feminidad en su justo punto, sin caer en la cursilería ni en la ausencia de virtudes más recias.

Pequeñas damas

Desde que nace, es fácil adivinar que la constitución física de la niña es más delicada que la de los chicos, pero con 7 u 8 años, la evidencia se hace aún mayor. Superada tiempo atrás la barrera del equilibrio, sus movimientos se hacen cada vez más armónicos, gráciles y suaves, le gusta imitar los andares de su madre u otras chicas mayores, sus ademanes, la forma de recoger, de mover las manos… Es el momento más oportuno para enseñarle a sentarse bien, ir derecha, o evitar la brusquedad en los gestos. 

Una antena parabólica

Superada la llamada «edad de la razón», a partir de los 7 años, la niña afina de un modo sorprendente su sensibilidad en la percepción. Este rasgo, definitorio en las mujeres adultas, comienza a despuntar de forma intuitiva en ella, y es una de las notas que la distinguen de los niños de su misma edad que, si bien son también sensibles, carecen de tan afinada percepción.

Hay muchas oportunidades para invitar a tu hija a reconocer esa sensibilidad en la percepción como asistir a un concierto o una exposición de dibujo, donde ella se sienta estimulada y pueda descubrir sus facultades expresivas. Una vez reconocidas, ella podrá ocuparse en adelante de  seguir cultivando su sentido del gusto, la inclinación por lo armónico y lo bello, etc.

Enséñame mamá

Durante estos años, lo más frecuente es que sea el padre quien más encandilado esté con su hija. Sin embargo, es la madre quien realmente ejerce mayor influencia en la hija, como modelo de feminidad que ella se siente -inconscientemente- llamada a imitar.

Para que entre las dos se cree un especial clima de camaradería, si ambas se acostumbran a consultarse y para elegir juntas cualquier cosa… se conseguirá. Bastará que mamá de la señal de salida, invitando a su hija un día a probar su pinta-uñas o a charlar mientras se arregla frente al espejo… la naturaleza hará el resto.

Con estas prácticas, la niña no solo se acostumbra a cultivar el buen gusto, sino que orienta también su propia sensibilidad. El rasgo de la afectividad, tan marcado durante estos años en las niñas, puede ser también la llave para encauzar su natural y característico afán por estar guapa. Esta actitud, mal encaminada, podría llevarla a ser presumida y coqueta en demasía, a caer en lo que se ha denominado «la tiranía de la belleza», pero lo cierto es que podemos ayudarle a convertirla en un arma estupenda para madurar y desarrollarse como persona.

Mujercita hecha y derecha

Como todo lo que empieza, la feminidad de una niña puede desvirtuarse -no es lo mismo feminidad que cursilería, ni brusquedad que fortaleza- , pero podemos evitarlo si -además de ayudarle a cultivar su sensibilidad y el buen gusto- le enseñamos a complementarla viviendo la fortaleza, la valentía, la nobleza,…

«Lo masculino está mezclado con lo femenino, pero lo femenino es puro», decía Rostand. Por esta razón, es importante que mostremos a nuestra hija el camino para adquirir esas virtudes que quizá se consideran más típicamente masculinas, pero que ella será perfectamente capaz de interiorizar.

Rocío Serrano
Asesoramiento: Beatriz Bengoechea. Psicóloga

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