El alcohol es una de las sustancias más nocivas para los jóvenes. El organismo de los adolescentes no ha alcanzado la madurez y sus cuerpos pueden sufrir grandes consecuencias a nivel físico. Por ello, el papel de los padres en estos momentos es el de hablar con sus hijos para que conozcan a aquellos peligros a los que se enfrentan por culpa de este consumo.
¿A qué edad hay que empezar a hablarles? ¿Qué información se les debe ofrecer? Desde el National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism de Estados Unidos se ofrece información al respecto. Consejos para conseguir que los jóvenes sepan a lo que se enfrentan.
Entender sus motivos
El primer paso para hablar con los más pequeños sobre los peligros del alcohol es entender qué les lleva a beber y participar en estas actividades. A medida que los niños maduran, lo habitual es que quieran una mayor independencia, además tienen una sensación de invulnerabilidad que los hace buscar riesgos al entender que no puede ocurrirles nada.
El consumo de alcohol entre menores es un riesgo que atrae a muchos adolescentes. Muchos quieren probar alcohol, pensando que de esta forma reafirman su independencia y «rompen las reglas». Su falsa ilusión de invulnerabilidad los lleva a menudo a no reconocer completamente los efectos sobre su salud y comportamiento.
Otras razones por las cuales los jóvenes beben alcohol incluyen:
– Forma de evasión de problemas como el bullying o baja autoestima.
– Búsqueda de aceptación social
– Idealización de estas bebidas, piensan que serán mayores o más populares porque esa es la imagen de estas prácticas.
Cómo hablar y a partir de qué edad
Los expertos de este organismo explican que si bien la charla sobre los efectos del alcohol debe tenerse al entrar en la preadolescencia, desde edades tempranas no debe mostrarse esta ingesta como algo divertido. Los pequeños aprenden imitando, por lo que la referencia que se llevan es que el abuso de estas bebidas reportará beneficios.
En cuanto al modo de abordar el alcohol, los padres deben tener estas actitudes dentro de casa:
– Hablar sobre los peligros de beber. Tanto las consecuencias directas como el malestar provocado por el abuso como la pérdida de consciencia y dolor estomacal, así como a largo plazo.
– Beber de forma responsable y siempre recordando a los hijos que es algo que sólo puede hacer un adulto.
– No dar disponibilidad al alcohol. El contacto de muchos hijos con el alcohol llega a través de sus padres, quienes piensan por pequeños sorbos no pasa nada. Pero el mensaje que se envía es que la ingesta de esta bebida por menores es algo aceptable.
– Tener conversaciones regulares sobre la vida de los hijos. El alcohol puede ser una fórmula para escapar de los problemas. Si los padres los detectan en los adolescentes, pueden trabajar para solucionarlos desde otras perspectivas.
– Animar a los niños a participar en actividades saludables y divertidas que no involucren el alcohol. Mostrar alternativas es una gran idea.
Damián Montero
Te puede interesar:
– Botellón, alcohol y adolescentes: un cóctel de riesgo
– Cómo enseñar fuerza de voluntad a un adolescente