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Un asunto polémico

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El marido trabajaba en una multinacional con distintas fábricas en el mismo país. Después de varios años de demostrar su competencia en su ciudad de residencia, recibió una propuesta de la dirección para trasladarse a otra ciudad en la que la situación de la fábrica reclamaba la presencia de un hombre con el perfil humano y profesional de nuestro protagonista…

Después de exponer la oferta, que suponía un ascenso profesional y económico, el director -hombre con experiencia de trato humano- le hizo referencia a que lo estudiara con tranquilidad, poniéndole un plazo para la contestación. Al final de la conversación no se olvidó de apostillar: “Quizá debes ponderar este tema con tu mujer”.   

Pasada una semana, nuestro amigo había tomado la decisión. Era negativa. Cuando su jefe intentó saber los motivos, para facilitarle la conversación se permitió insinuar: “¿Es tu mujer la que no quiere?”. – “De ninguna manera”, exclamó.

Sublime decisión

Fue entonces cuando la confidencia brotó mansa y sosegada: “Mira, mi mujer hizo muy brillantemente su carrera. Nada más terminarla nos casamos y empezamos a tener hijos. En diez años tuvimos seis. Desde entonces, no hizo otra cosa que ocuparse de ellos. Es ahora cuando, por primera vez, van todos al colegio y tiene un poco más de holgura. Ha vuelto a tomar contacto con el departamento de la facultad en el que había colaborado en la licenciatura y está dispuesta a hacer el doctorado. Comprenderás que no podía hacerla compartir esta decisión. Me conozco lo suficiente para darme cuenta de que si ella me hubiera puesto pegas al traslado, yo me hubiera disgustado. Y si -como supongo- su contestación hubiera sido que estaba dispuesta a ir conmigo donde fuera, no me habría perdonado haber quebrado su proyecto profesional”.   

El jefe, que iba de asombro en asombro, no pudo por menos de exclamar: “A mi me has hecho la pascua, porque contaba contigo para resolver mi problema, pero me quito el sombrero ante la decisión que has tomado”.

Asunto polémico

Hasta aquí la historia, que bien podría servir de introducción a este comentario de hoy sobre el trabajo de la mujer. Porque conozco la polémica que suele levantar este tema, asumo el riesgo de abordarlo en muy pocas palabras cuando han corrido toneladas de tinta sobre la cuestión. 

De ninguna manera intento profundizar mínimamente en la multitud de enfoques que sugiere este tema, ni en cada una de las consecuencias que se deducen según la óptica con la que nos aproximemos. De lo que no me cansaré es de insistir en esta idea: Cada matrimonio ha de diseñar su proyecto a la luz de lo que significa una persona y de acuerdo con el fin de su existencia. Lo demás son refritos.

Soy consciente de la trascendencia del asunto. Nada menos que está en juego toda la cultura de la posmodernidad en la que estamos pendientes de encontrar una salida clara. 

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