Tenemos detectado el problema. Sabemos que no es el único, pero sí uno de los que incide de manera decisiva en los fallos del modelo educativo. Necesitamos recuperar el prestigio de la profesión docente para que así las personas con más vocación, las más extraordinarias, sean las que elijan ser maestras.
Hemos hablado con Gloria Gratacós, responsable de las titulaciones del área de Magisterio en el Centro Universitario Villanueva y, aunque la solución no es sencilla, sabe por dónde empezar. «¿Pero de verdad que con esas notas tan buenas que tienes vas a estudiar Magisterio?» «Si es una carrera preciosa, pero es que vas a ganar tan poco toda la vida…». Estas son solo dos frases de un amplio repertorio que, con demasiada frecuencia, escuchan nuestros jóvenes en sus últimos años antes de la Universidad.
Son la puntilla que desalienta a muchos que, en algún momento, se plantearon ser profesores. De hecho, prácticamente todos los niños desean ser maestros en algún momento de su vida. Sin embargo, a medida que avanzan en sus estudios, los padres y los propios profesores los frenan. La consecuencia: se pierden muchas buenas vocaciones por el camino y la excelencia huye hacia profesiones aparentemente más lucrativas. Y hay que revertir la situación.
Buenos alumnos para estudiar Magisterio
Eso es precisamente lo que se propusieron en el Centro Universitario Villanueva, en Madrid, adscrito a la Universidad Complutense, cuando se plantearon un innovador proyecto: romper ese círculo vicioso que impedía a los buenos alumnos, muchos de ellos con vocación docente, conocer de primera mano la experiencia de los profesores. La clave está en demostrar que se trata de un trabajo precioso, con amplísimas ramificaciones, donde los profesionales se desarrollan en plenitud. Es decir, devolver a la profesión docente el prestigio que le es intrínseco y que la mala prensa ha ido borrando por contagio de la sociedad entera.
La única manera de prestigiar la profesión es que la propia sociedad comprenda su valor. Y con esta propuesta clave como telón de fondo, el equipo de Villanueva se puso manos a la obra para montar una actividad que ha resultado todo un éxito: una invitación a los alumnos de los últimos años de Bachillerato para que sean ‘profesores por un día’, para que reflexionen sobre lo que significa ser profesores, para que comprendan la complejidad de su formación, para que descubran, con su experiencia personal, la riqueza que se esconde en este trabajo imprescindible para la sociedad. Y la experiencia no ha defraudado.
Nos explica Gloria Gratacós, responsable de los estudios de Magisterio en el Centro Universitario Villanueva, que el impacto es masivo, no solo en aquellos jóvenes que se habían planteado estudiar titulaciones relacionadas con la enseñanza, sino en todos los que pasan por este proyecto. «El 95% de los participantes reconoce que, a partir de ese momento, se porta en clase de otra manera». Algunos afianzan su vocación, otros la descubren allí y hay quienes descubren que no se sienten capaces de una profesión que consideraban, quizá, más sencilla de lo que es.
Porque lo primero que hacen los jóvenes al llegar a esta actividad es discutir sobre qué piensan que es un profesor y cómo ve la sociedad esta labor. Pero después, se empapan por unas horas de todo lo que un maestro tiene que conocer, desde psicología y pedagogía a antropología, historia y sociología. Cuando ya entienden de dónde procede esa autoridad académica de los maestros, se enfrentan al reto real de dar una clase ellos mismos. Tienen que prepararla, comprender lo que hacen otros profesores, presentar una guía completa e incluso elaborar un vídeo. Todo ese material es revisado por un equipo de expertos. Sea cual sea el resultado, siempre hay un fruto ya maduro: todos han comprendido la dificultad que entraña esta tarea.
Una labor de conjunto: conseguir prestigiar al profesor
«Por decreto no se va a conseguir prestigiar al profesor«, explica Gloria Gratacós, del área de Educación del Centro Universitario Villanueva. Sabe que el reto de recuperar el prestigio perdido en la profesión docente es mucho más complicado que tomar decisiones legislativas que otorguen, en el papel, más autoridad al docente. No es una cuestión de tarimas, es una cuestión mucho más amplia que atañe a todos los ámbitos de la sociedad. Por eso ellos pusieron en marcha un programa que permitiera mostrar, desde dentro, a los estudiantes, qué significa ser docente.
Es solo un grano de arena, pero hace su parte. Porque si la sociedad se va impregnando de esta idea de prestigio, la profesión llamará a la excelencia y, sobre todo, se perderá ese miedo en las casas y las escuelas a que ‘los mejores’ sean profesores.
Pero hace falta que toda la sociedad reme en la misma dirección. Por ejemplo, las series de televisión pueden hacer mucho con la imagen que muestran de los maestros. Se han hecho series sobre otras profesiones que han cambiado la percepción social y han labrado verdaderas vocaciones. Eso sería un buen paso.
Lo cierto es que los datos más recientes del Centro de Investigaciones Sociológicas muestran que la inmensa mayoría de la sociedad valora la profesión docente. Otra cosa es que entiendan que todo el esfuerzo que supone tiene su merecida recompensa.
Alicia Gadea
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