Crecer supone cambiar, adaptarse a nuevos escenarios y por supuesto, asumir nuevas responsabilidades. No solo al llegar a adultos, también de la infancia a la adolescencia se aprecia esta alteración. Y no solo porque a estas edades los niños maduran tanto física como mentalmente, también ganan autonomía y se enfrentan a nuevos retos que pueden poner en juego su seguridad.
Desde el Departamento de Salud y Servicios Humanos del Gobierno de los Estados Unidos se ofrece una serie de consejos para poder superar estos retos que asumen los adolescentes. Presión social, menos vigilancia de sus padres y otros aspectos pueden hacer que los jóvenes no puedan encarar estas situaciones, por ello hay que tener importantes charlas sobre la nueva etapa que van a iniciar.
Etapa de cambios
La adolescencia es cambio y todo nuevo contexto sin vivir provoca incertidumbre. Estos son algunos de los elementos que más pueden verse en estas edades:
– Se preocupan más por su imagen física, la manera en que el resto los ve y la ropa.
– Se enfocan más en sí mismos, eluden la ayuda paterna.
– Presentan más cambios de humor relacionados con la producción hormonal.
– Reciben más influencia por sus compañeros que por sus padres o profesores.
– Peor actitud con sus padres, menos cariño y más desapego.
– Mayor estrés ante la carga de trabajo que reciben en la nueva etapa estudiantil.
Todos estos cambios, si no se llevan de buena manera, pueden desembocar en importantes problemas para su seguridad, tanto física como emocional. Estos son algunos de los problemas derivados de no saber lidiar con la situación:
– Presentar problemas alimentarios. Sentir que deben cumplir con los cánones establecidos llevan, en algunos casos, a asumir dietas de riesgo y para nada aconsejables por nutricionistas.
– Sentimiento de tristeza o depresión al no cumplir con las expectativas o no sentirse dentro del grupo con el que se relacionan.
– Peor rendimiento escolar derivados de estos episodios de estrés y tristeza que provocan su ausencia.
– Conductas de riesgo relacionados con el deseo de aceptación social: consumo de alcohol, tabaco y otras prácticas que no deberían estar presentes en su edad.
Cómo hablar de los riesgos
Ante estos posibles riesgos, lo mejor siempre es informar para prevenir. Ofrecer datos sobre la realidad que está por venir y no dorar la píldora. Saber los retos que están por llegar ayudará a que los adolescentes sepan desenvolverse mejor en estas situaciones:
– Ser honesto y directo con los hijos a la hora de hablar de temas delicados como el alcohol y exponer los efectos a los que se enfrentan. También es recomendable mostrar las consecuencias de una vida sana.
– Hablar sobre lo que supone la verdadera amistad y de cómo un amigo nos acepta como somos y no nos obliga a asumir conductas de riesgo para acompañarnos.
– Interesarse por el día a día escolar de los hijos, permitir que puedan desahogarse sobre aquellas jornadas en las que no todo salió bien.
– Animar a que sean autónomos y no se dejen atrapar por la presión social. Si no quieren participar en actividades que entienden pueden ser perjudiciales, es mejor no hacerlo.
– Alentar a los adolescentes a que realicen actividad física y apostar por alternativas de ocio más sanas.
– Limitar las opciones de ocio frente a las pantallas, evitar que desarrollen su faceta social a través de internet.
Damián Montero
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