La familia es una de las estructuras más importantes en la vida de toda persona. En ella se encuentra un gran apoyo difícil de encontrar en otras personas. No solo los padres prestan esta ayuda, los hermanos también suponen una gran ayuda en este sentido. No solo porque sean unos perfectos compañeros de juego, criarse en su compañía tiene muchos otros beneficios.
Así lo demuestra un estudio de la Universidad Purdue en donde se han tenido en cuenta los datos de demografía estadounidenses y otras investigaciones en donde se ha analizado el nivel de satisfacción de la población infantil y adolescente. De esta forma se pretendía esta vincular la presencia de hermanos en la vida de los hijos con el mayor o menor grado de felicidad en ellos.
Influencia en el desarrollo
¿Qué puede aportar un hermano en el desarrollo de los niños? Los autores de este estudio destacan que estos parientes tan cercanos son otro elemento que tiene su influencia en el desarrollo de los niños. Al igual que los padres, también participan en el desarrollo y la educación de forma recíproca. No solo los mayores influyen en los menores, al revés también hay consecuencias positivas.
Mientras que los hermanos mayores representan un elemento transmisor de valores en lo más pequeños, los mismos que en su día aprendieran de los sus padres, los de mayor edad también incrementan su nivel de responsabilidad. Los más grandes aprenden de este vínculo fraternal a asumir el nuevo papel que tienen dentro de la familia, el de hacerse cargo de la seguridad de los menores.
Por otro lado, teniendo en cuenta que los conflictos fraternales son inevitables, a través de la relación entre hermanos aporta una buena lección en lo que a comprensión emocional se refiere y aprender a manejar situaciones de forma dialogante. De esta manera se potenciará la empatía al ser capaces de ponerse en el lugar del otro y actuar en consecuencia.
Mejorar relación entre hermanos
Dada la importancia de la relación entre hermanos cabría preguntar, ¿qué pueden hacer los padres por mejorarla? Janis Keyser, miembro del Departamento de Educación de la Primera Infancia de Cabrillo College, California, señala que un buen primer paso es hacer sentir al mayor como el cuidador del pequeño. Una labor que comienza desde el embarazo del próximo hijo, momento en el que los padres pueden hacer sentir a los más grandes que tienen una responsabilidad: asegurar que cuando el nuevo miembro llegue a casa, no tenga ningún problema.
En este sentido, sugiere ‘relajar‘ un poco las labores de padre. Por ejemplo, a la hora de salir a la calle, que sea el hermano mayor el que acompañe al menor en sus juegos sin una intervención directa de los progenitores, quienes quedarán como vigilantes. El objetivo es simple, convertir a los hijos en sus compañeros de ocio perfectos para que vean lo mucho que pueden disfrutar juntos.
También hay que recordar que cada hijo merece su propio espacio para desarrollarse como persona y esto en ocasiones pasa por formar su propio grupo de amigos. No hay que reprimir que el hermano mayor se divierta con actividades propias de los niños de su edad y que no puede hacer con los más pequeños de la casa. Hay que aprovechar los momentos que pueden pasar juntos pero sin obligarlos.
En el caso de que se produzcan conflictos fraternales, los padres pueden ejercer como mediadores. El objetivo en estos casos será hacerlos llegar a un acuerdo y que solucionen sus problemas para que vuelva el buen clima a la casa. Los progenitores deben procurar no decantarse por ninguno de ellos, salvo que claramente uno haya cometido un error como golpear al otro.
Damián Montero
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