A veces, nos hacemos nuestras propias novelas rosa sobre la vida de nuestros hijos… una presión que puede resultar contraproducente para su personalidad. Un hijo necesita, en cierta manera, convertirse en «objeto» de las ilusiones de sus padres: eso le proporciona seguridad y confianza en sí mismo; pero no podemos llegar al extremo contrario. A los hijos no sólo podemos, sino que debemos orientarles, ofrecerles una buena educación y educarles en unos valores, pero, al final, ellos mismos se marcarán sus metas.
La verdadera ilusión: del hijo ideal al real
Existe una ilusión sana y un sano optimismo. Una buena educación debe ser cuidadosa y preventiva… pero abierta, porque el destino es de ellos. Lo que debemos enseñarles es a adquirir la capacidad de situarse y elegir con madurez.
En las personas se da una tendencia a desarrollar toda su potencialidad, lo que realmente tienen; a satisfacer sus tendencias básicas; a revalorizarse por medio del aprendizaje; a configurar su propia vida. Esa fuerza está ahí, dentro de nuestro hijo o hija, en esa chica o chico de diez o doce años, que parece tan encantador y afable.
No hace falta que soñemos artificialmente nada sobre él. Como el famoso escultor clásico Miguel Ángel quien, preguntado sobre sus esculturas, respondía: «La escultura está dentro de la piedra; yo sólo tengo que quitar lo que sobra». He aquí nuestra labor: darnos cuenta de que tenemos algo valioso entre manos, una joya que hay que pulir, una personalidad única y diferente, prometedora.
Bases de la personalidad de los hijos
A los hijos no sólo podemos, sino que debemos orientarles, ofrecerles una buena educación, educarles en unos valores (especialmente en esta etapa entre los siete y los doce años), pero, al final, ellos mismos se marcarán sus metas. En estos años de maduración hay que ayudarles a poner las bases de su personalidad. Hay que educar hijos que sepan hacer uso de la libertad, hijos autónomos, hijos responsables… Así contarán con el bagaje necesario para llegar a «su» ideal.
Ser importante, rico, popular, atractivo no siempre es posible. A veces, tampoco es posible ser un abogado normal, un técnico normal, un economista normal. Pero siempre es posible ser persona y vivir en paz consigo mismo. Todo niño, todo ser humano posee la capacidad de ser persona feliz.
6 consejos: establece el equilibrio entre el hijo ideal y el real
1. La excesiva ilusión llega a producir una gran desilusión educativa: cuando ponemos expectativas irreales, o presionamos demasiado ocurre que, al ser imposible llegar tan alto, acabamos desengañándonos. Esto influye negativamente en la autoestima de los hijos y en el clima de diálogo y confianza familiar.
2. Conviene ser realistas. Aunque las expectativas creadas son parte de un proceso normal y todo padre tiene derecho a hacérselas, igual de natural es darse cuenta de que cada hijo es un mundo y que nuestras ilusiones no tienen por qué coincidir con «su» camino.
3. Evita la tentación de presionar y orientar a tus hijos de acuerdo a nuestras ilusiones. Pero quizá logremos el efecto contrario y una pérdida de confianza y comunicación considerable que nos pasará factura dentro de poco, en la adolescencia.
4. Los hijos no son culpables de cómo son, y, en general, nadie es difícil por gusto. A veces, nuestro hijo no llega a más porque la naturaleza no le ha hecho demasiado inteligente; o quizá haya heredado nuestro carácter antipático. Hay que evitar cualquier asomo, sobre todo los que no sale al exterior, de culpabilizarle.
5. A muchos niños se les ha transmitido «te quiero con tal de que no me desilusiones». No es extraño que muchos niños lo traduzcan por «mis padres sólo me quieren por las notas, mis éxitos, mis resultados».
6. Piensa lo que te irrita y te poner nervioso de nuestros hijos: ¿Nos molesta que no logren buenos resultados? ¿Nos «pone de los nervios» que nos dejen en mal lugar? Echemos un vistazo atrás para saber cuál fue la última vez que nos enfadamos con él y por qué; la última vez que nos sentimos defraudados con él. Así tendremos pistas para saber qué nos preocupa realmente de su futuro y si nuestras expectativas son «justas».
Marisol Nuevo Espín
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