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Todo lo que no sabías sobre los alimentos procesados

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Los alimentos procesados parecen contar con dos elementos a su favor: nos ahorran considerable tiempo y suelen ser más atractivos que los naturales por su sabor más intenso. ¿Por qué tenemos dudas, entonces, sobre su idoneidad en la dieta? Porque los hay que son realmente perjudiciales: su consumo habitual se relaciona con un mayor riesgo de padecer diabetes, hipertensión, obesidad, depresión y algunos tipos de cáncer.

La causa de estas patologías es doble: por un lado, durante el procesado estos alimentos pierden, junto con parte de su contenido en agua, fibra dietética, algunos minerales (sobre todo potasio, magnesio y calcio) y vitaminas; por otro, suelen contener mayores cantidades de sodio, azúcares, grasas no saludables y aditivos artificiales, responsables todos ellos de que resulten tan apetecibles. Estos inconvenientes varían en función del grado de procesamiento: no es lo mismo una pizza congelada (altamente procesada) que el atún en conserva o las verduras congeladas.

Alimentos procesados: ¿nutren?

¿Qué es nutricionalmente más valioso, energéticamente menos calórico y, por ambas propiedades, más sano? ¿Una tostada, regada con aceite de oliva virgen, untada con tomate rallado y coronada por una fina loncha de jamón o, por el contrario, un dulce de bollería industrial? ¿Un cocido hecho en casa, con la cantidad adecuada de sal y grasa o, en su lugar, uno enlatado que contiene idénticos nutrientes pero con más sal de la saludablemente requerida y más cantidad de grasa? La respuesta es obvia.

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Y no se argumente que los alimentos procesados tienen mejor sabor: ¡de ningún modo! Tienen ‘más’, pero no ‘mejor’ sabor. Lo que ocurre es que tales productos, precisamente por su composición (potenciadores de sabor, entre otros aditivos), han maleducado nuestro sentido gustativo para que cada vez exija mayores niveles de experiencia sensorial.

Alimentos frescos y alimentos procesados

¿Qué sería, pues, lo recomendable? La moderación, como en casi todo lo relacionado con la salud. No podemos basar nuestra dieta en estos productos, pero pueden consumirse de forma ocasional y combinados con alimentos frescos.

¿Y callaremos sobre la capital cuestión del tiempo y esfuerzo que ahorran los alimentos procesados? La respuesta la hallaremos si reflexionamos sobre esta afirmación: «Dime para lo que tienes tiempo y te diré qué es lo que realmente amas». ¿Nos interesa de veras la salud? Pues dediquemos tiempo a aquello que nos la procura.

Decía el profesor Grande Covián, autoridad indudable en nutrición: «Nada más natural, ecológico y biológico que la bacteria del cólera; y nada más artificial, sintético y químico que el cloro. Pero gracias al agua clorada no morimos del cólera». Sirva este comienzo para clarificar lo que no pretendemos con este artículo: ensalzar lo ‘natural’ y lo ‘sin procesar’ para demonizar lo ‘químico’ y lo ‘procesado’ industrialmente.

Pedro J. Toranzos. Licenciado en Farmacia, diplomado en Dietética y Nutrición, máster en Dietética.

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