Todos vivimos en sociedad y debemos hacer comprender a nuestros hijos que son parte de ella. Así, además de sus responsabilidades personales, estudio, encargos, material, etc, los niños son también responsables, en algún sentido, de las personas que les rodean: padres, hermanos, amigos y compañeros de colegio.
Y además, es importante enseñarles que tienen unos deberes, que contribuyen a que las cosas marchen mejor. Desde las cosas más materiales, como no tirar cosas al suelo o no pisar los jardines, hasta la preocupación por los demás.
Pongamos un ejemplo: Pregunté a Teresa, una niña de diez años, cuáles eran sus responsabilidades, su deber y me contestó que estudiar, hacer los deberes. Insistí ¿de qué más eres responsable? Después de pensar un rato respondió, de la familia, de ayudar en casa, de recoger las cosas, de poner la mesa… Cuando pregunté ¿y de quién eres responsable? recibí como respuesta, una cara de asombro y un momento de silencio. Al rato dijo:de cuidar a mi hermano.
Esta conversación, tan natural en una niña de esa edad, nos puede dejar, con razón, satisfechos. Nos puede también servir de base para avanzar un paso más en su educación y enseñarle a pensar en las necesidades de las otras personas y comprenderlas. Además de sus responsabilidades personales, estudio, encargos, material etc., es responsable, en algún sentido, de las personas que le rodean: padres, hermanos, amigos, compañeros de colegio.
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La importancia de ver la utilidad de ser responsables
Funciona muy bien que los niños vean la utilidad de sus actos responsables y las consecuencias de su irresponsabilidad. Lo importante es que no hagan las cosas por órdenes, sino porque les necesitamos y los demás les necesitan.
Así cuando los niños no han hecho lo que debían, los padres no debemos hacer las cosas de nuestros hijos que ellos. Al contrario, debemos insistirles en que tienen unos deberes y los deben cumplir, no mediante una obediencia sin sentido o como obligación impuesta porque sí, sino porque tiene una utilidad, porque termina en un bien para él mismo y para los demás.
De este modo, los niños no verán el trabajo, los deberes, los encargos, el orden… como un castigo, sino como un bien. Nuestros hijos deben experimentar la satisfacción que supone hacer algo por los demás, y no buscar siempre el bien propio, lo que «me conviene» o «me apetece».
Enseñar a los niños a ser responsables no quiere decir enseñarles a sentirse culpables. No pueden adquirir más responsabilidades que su edad y su madurez lo permita. Tampoco podemos censurar y criticar continuamente su falta de responsabilidad. Debemos buscar otras recompensas o elogios. Los niños que aprenden a ser responsables, toman mejores decisiones que los que no han aprendido a serlo. Repasa con tu hijo una lista de responsabilidades, no como obligación, sino haciéndole ver la satisfacción personal que produce, por sí mismo y por los demás: en casa, con los demás, consigo mismo.
Cómo y con quién ser responsable
CON LA FAMILIA
«Mira, Pedro, mamá y papá no están solamente para atender tus necesidades. La casa es de todos, también es tuya. Cada uno, nos tenemos que encargar de algo para que todo marche bien.También te tienes que interesar por las preocupaciones de tus padres y de tus hermanos».
Responsabilizarse de las cosas de la casa no es un castigo, es ser mejor y que las cosas vayan mejor. No es obedecer por obedecer, tiene un sentido, una utilidad. Su responsabilidad no se acaba en la puerta de «mi habitación» porque también hay que cuidar las cosas de los demás. De esta forma llegarán pronto a aprender que la buena marcha de la casa depende de que todos colaboren, según sus posibilidades.
El niño debe aprender que los padres no están solamente para atender sus necesidades. De la misma forma que cuando él está triste sus padres se preocupan por su tristeza, cuando vea que su madre no sonríe, o que su padre tiene cara de preocupación y no habla, se acerque a preguntarles qué les pasa y cómo les puede ayudar.
Otra responsabilidad puede ser interesarse por la vida de los abuelos, visitarles sin que sea por obligación. También, participar dando su punto de vista en algunas decisiones familiares.
Los hermanos son muy importantes. Junto a ellos se pasa muchas horas, se tienen muchas vivencias y se aprende a tener en cuenta el punto de vista de los demás y a salir de uno mismo. Por eso conviene hacerles ver, que entre ellos todos son responsables unos de otros. No sólo el hermano mayor, al que tradicionalmente se le hace siempre responsable, si no también el mediano y el pequeño.
Nuestro hijo debe tener claro cuáles son sus responsabilidades en el hogar. Si un día no puede hacer esos encargos por cualquier razón de peso les podemos decir: «Como hoy tienes que estudiar, te voy a ayudar y voy a poner hoy la mesa que es tu encargo».
CONSIGO MISMO
«¿Qué prefieres, conocer las cosas, o no conocerlas, saberte toda la lección o no tener ni idea?» Se que ahora te apetece ver la televisión en lugar de estudiar. ¿Qué te parecería si yo, en lugar de prepararos la cena, me pusiera a ver la televisión?» Pensarías que menuda madre, que poco responsable, no cuida a sus hijos. Tienes que conocer tus responsabilidades para contigo mismo. Estudiar ahora te va a dar muchas satisfacciones.
Hay que motivar a nuestros hijos. El ser ellos mismos capaces de responsabilizarse les ayudará a ganar en personalidad, robustecer el carácter, ganar en libertad, tener más amigos, sentirse mejor por dentro.
CON LOS DEMÁS
«Puede que pienses que no eres responsable de que esa compañera tuya no tenga amigas, pero si intentas acercarte a ella, preocuparte por sus problemas y ayudarla, le harás un gran servicio, habrás hecho algo muy bueno y te harás más responsable».
Sentirse responsable por los demás es amor, es adquirir una dimensión más alta. Cuando descubren que han hecho algo bueno por algún compañero, les gusta, lo hacen con alegría. Se sienten orgullosos consigo mismos, y los demás de él.
Un niño es responsable si…
Realiza sus tareas normales sin que haya que recordárselo en todo momento.
Puede razonar lo que hace.
No echa la culpa a los demás sistemáticamente.
Dice la verdad sobre sus actos.
Es capaz de escoger entre diferentes alternativas.
Puede jugar y trabajar a solas sin angustia.
Puede tomar decisiones que difieran de las que otros toman en el grupo en que se mueve respetando siempre a los demás.
Respeta y reconoce los límites impuestos por los padres sin discusiones inútiles o gratuitas.
Puede concentrar su atención en tareas complicadas (dependiendo de su edad) durante cierto tiempo, sin llegar a situaciones de frustración.
Lleva a cabo lo que dice que va a hacer.
Reconoce sus errores.
Fuente: Ministerio de Educación y Cultura
Alejandra Márquez
Asesoramiento: Conchita Albistur. Directora escuela IEEE de San Sebastián
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