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Educar para convivir: no todas las normas son iguales

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Efectivamente, no todas las normas son iguales: existen las legales, éticas o morales y las cívicas. Además, no todas tienen la misma validez e incluso, existen normas legales en contra de las morales. Los padres debemos enseñar a los hijos a diferenciarlas, respetarlas y conocerlas para saber vivir en sociedad y conforme a las propias convicciones.

La educación de los hijos traspasa las fronteras del propio hogar, por lo que debemos procurar que nuestros hijos aprendan a vivir en sociedad, conociendo la diferencia entre lo legal y lo ético, poniendo en práctica una serie de normas de educación que no pasan de moda.

Educar en familia para convivir

Primero tendremos que ayudarles a distinguir unas normas de otras, reforzar las convicciones personales y darles la seguridad suficiente para que sepan defenderlas ahora y en el futuro.

La norma moral se refiere al discernimiento entre el bien y el mal, utilizando la libertad para escoger nuestro actuar.

Las normas de educación son las que nos ayudan a vivir en sociedad: dar las gracias, los buenos días, saber disculparse cuando nos equivocamos, ceder el paso o escuchar al otro aunque nos resulte un poco pesado.

Y respecto al cumplimiento de las leyes, es importante hacerles ver que ciertas normas existen para favorecer la convivencia entre los ciudadanos y que su incumplimiento puede reportar malas consecuencias o sanciones.

Debemos enseñarles a cruzar en verde o por el paso de peatones, que se lleva el uniforme como manda la directiva del colegio, que no se tiran los papeles al suelo o que es de mala educación hablar muy alto por el móvil en lugares públicos.

Las normas morales son la base del comportamiento

La educación respecto a las normas morales está muy ligada al cumplimiento de las leyes. Así, por ejemplo, si cultivamos en un hijo la honestidad, será más difícil que luego tienda a robar a su empresa si tiene ante sí la posibilidad de hacerlo; o si cuando vamos al cine no dejamos los restos de palomitas y chuches esparcidos por el suelo, les saldrá innato cuidar cualquier estancia más adelante. Si le enseñamos a respetar a papá, a mamá o a los profesores, seguramente se sabrá comportar ante un superior sea del trabajo o por cargo público.

En este sentido, debemos enseñar a los hijos la importancia que tienen todos sus actos, no pueden crecer creyendo que todo da igual, que no pasa nada cuando no respeta las normas del gimnasio al que acude por las tardes o es descuidado con los libros que saca de la biblioteca pública. Si un niño crece en esta indiferencia, luego le será más difícil entender que sí tiene importancia hacer bien o mal su trabajo, que no se debe criticar a los compañeros de la empresa a sus espaldas, que para alcanzar un puesto laboral no pasa nada por ser un trepa o que si está cansado, no importa no ceder el asiento en el autobús a una persona mayor.

Diferenciar bien cada una de ellas

Si nos remitimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua vemos que la norma es la regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etc. Cuando ésta hace referencia a la ley se habla de precepto jurídico, como precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados. Así, en un régimen constitucional es la disposición votada por las Cortes y sancionada por el jefe del Estado.

La moral trata lo perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia, por tanto, no concierne al orden jurídico, sino al fuero interno o al respeto humano. Y, por último, la conducta cívica se ajusta más a la manera con que los hombres se comportan en su vida y acciones.

Legal y ético no siempre coinciden

Son muchas las ocasiones que hoy en día tenemos para hacer ver a los hijos que acciones que legalmente están permitidas, moralmente son inaceptables. Aunque nos parezcan pequeños, ya es momento de sentar las bases para que vayan teniendo muy claro que no todo lo que legalmente nos es permitido hacer, éticamente debemos aceptarlo. Alcanzar un consenso por mayoría -nivel mínimo de convivencia- es muy diferente a buscar la verdad entre todos, con esfuerzo y entusiasmo.

En el primer caso, nos movemos en un nivel muy pobre de exigencia; en el segundo, adoptamos una actitud creativa de gran valor. De este modo, los niños aprenden de forma natural que lo «legal» y lo «ético» no se identifican necesariamente. A la legalidad se llega por la voluntad del más fuerte (en un régimen dictatorial) o de la mayoría (en un régimen democrático). Los representantes elegidos por el pueblo promulgan leyes por la fuerza de los votos en la Cámara Legislativa. Así queda señalado qué es lo legal y qué es lo contrario a la ley y, por tanto, punible.

Las normas de convivencia y su asimilación por edades

Las normas de convivencia que se van transmitiendo a los hijos deben ser muy sensatas, claras y razonables. No podemos cambiarlas según nuestro estado de ánimo.

– A partir de los ocho años, el niño interioriza las normas de comportamiento de su entorno social -familia, escuela, grupo- y, por tanto, empieza a configurar su conciencia moral. Aparecen las primeras «coartadas» conscientes, por lo que ya tenemos que estar atentos a sus «historias para no dormir».

– Alrededor de los diez años, empieza a tomar conciencia de sí mismo como persona bien diferenciada. Puede sentir algunas leves preocupaciones morales. Hay que hablar mucho con ellos para evitar que se formen una conciencia demasiado escrupulosa.

– Hacia los 12 años, es el momento en el que adquiere convicciones morales, a las que trata de ajustarse incluso cuando son exigentes. Empieza a tener un sentido moral, reflexiona sobre «qué debe hacer» o «qué tendría que haber hecho». No debemos sustituirles en la toma de decisiones, aunque sí ayudarles a reflexionar cuando se equivoquen. Podemos aprovechar noticias de actualidad para comentar con ellos nuestra valoración ética de los hechos y razonar, según su edad y madurez, nuestra opinión.

Son muchas las ocasiones que nos brindan la posibilidad de enseñar a los hijos a diferenciar que todo lo que se «puede hacer» por no estar sancionado, no es igual que lo que se «debe hacer» según nuestra conciencia moral. Un caso frecuente es cuando reclamamos el dinero, si nos devuelven mal el cambio; pero, ¿actuamos igual si las vueltas son a nuestro favor? En este momento es cuando nuestra actitud es realmente educativa: nadie se enterará si nos lo quedamos, pero éticamente sabemos y enseñamos a los hijos que lo correcto es devolver el dinero sobrante.

Ana Aznar
Asesoramiento: Mª Ángeles Almacellas. Profesora de la Universidad Internacional de la Rioja UNIR

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