Todos los niños tienen una capacidad que no llegan a imaginar. Tampoco sus profesores ni sus padres. La inteligencia crece cada vez que se aprende algo útil. Más cuanto más útil es lo que se aprende.
Albert Einstein escribió una carta a su hijo cuando estaba aprendiendo piano, animándole en su afición. En esta carta describía la clave de todo proceso de aprendizaje eficaz y lo más destacado es la creencia profunda de Einstein de que para aprender lo mejor que puede uno hacer es disfrutar de la tarea a la que se entrega: debemos hacer lo que nos gusta para aprender y mejorar con ello.
Por tanto, debemos agradecer que a Einstein no le pareciera aburrida la física porque, a pesar de haber tenido la capacidad, probablemente no hubiera escrito ni una sola línea de su archiconocida teoría general de la relatividad.
El cociente intelectual de los niños no cambia, la inteligencia sí
Cada niño y adolescente es un piano que tiene todas las teclas. Capaz de emitir una conmovedora melodía o no, dependiendo sobre todo del intérprete que lo toque. Y si por enfermedad o trastorno serio tuviera alguna tecla desafinada, aún con ella un buen intérprete sería capaz de sacar de él melodías inimaginablemente evocadoras.
El cociente intelectual de un niño, ese con el que nace, apenas debe ocuparnos. Siempre es suficiente para mucho más de lo que lo empleamos. Lo que importa es qué hace el niño con él. Ese cociente apenas cambiará a lo largo de la vida, la inteligencia sí.
El ser humano se hace inteligente al aprender y no aprende porque sea inteligente. Eso es lo que defiende el profesor Fernando Alberca, uno de los mayores expertos educativos del mundo y archiconocido desde la publicación de su best-seller Todos los niños pueden ser Einstein.
Cada niño tiene en sí todos los elementos que le podrían hacer capaz de muchas de las metas que se propone y no logra una y otra vez. Esa es la causa de por qué los niños de hoy se sienten tan poco capaces de logros grandes, difíciles, a los que solo algunos optan. Y de por qué muchos adolescentes, según ellos mismos confiesan en las encuestas, cada vez aspiran a menos, conscientes de su incapacidad para lo revolucionario y difícil. «Cambiar no es solo algo muy difícil, sino casi imposible», parecen creer muchos.
Lo importante es qué hacemos con el cociente intelectual con el que venimos a este mundo. Es decir, lo importante es cómo nuestros hijos se hacen cada vez más inteligentes, más capaces de resolver los problemas más importantes, hasta hacerse capaces de ser felices.
De qué somos capaces
El ser humano no conoce realmente sus límites. De sufrimiento, felicidad, esfuerzo ni logro.
Muchos niños y adolescentes se proponen grandes metas, medianas metas, pequeñas metas y demasiados no logran lo que se proponen. Solo lo desean. Lo desean con angustia, con ansiedad, pero no son capaces de poner los medios que le harían lograrlo.
Querer no es poder
Muchos quieren poder. Lo desean de verdad. Notan el aliento e intento de motivación de los demás a su alrededor. Presienten que es el momento. Quisieran subirse a ese tren que les pasa a su lado y saben que será importante para ellos, pero no lo logran porque no saben cómo o no tienen la fuerza suficiente o la constancia.
No basta desear algo para conseguirlo. A nuestros hijos no les basta que sus padres o profesores les digamos que son capaces para serlo. Lo único que les basta es saber cómo hacerlo y encontrar las fuerzas que se lo faciliten. Pero no las encuentran y la frustración cada vez es mayor y la incapacidad crece en una espiral en la que sucumben nuestros hijos y alumnos.
La fuerza de voluntad
«Tienes que poner más fuerza de voluntad«, sentencian muchos profesores y padres. Pero ¿saben los niños y adolescentes qué es la voluntad y cómo se pone cuando se necesita? ¿Sabrían ponerla los propios padres y profesores si estuvieran su misma edad y circunstancias?
Mucho se ha escrito y hablado sobre la voluntad de los hijos. Mucho se aconseja a los hijos sobre qué hacer, pero no se pone el mismo hincapié en enseñarles cómo hacerlo concretamente ni dónde buscar esa fuerza que les hará lograrlo. Muchos padres se desesperan cuando ven a sus hijos no poner los medios para alcanzar un logro que ellos ven, como padres, necesario para sus hijos. Pero ¿lo ven igualmente necesario los hijos?
–«Voy a aprobar el próximo examen. Necesito aprobarlo. Voy a estudiar», me dijo un alumno preocupado.
–«¿Sabes cómo sé yo si vas o no a aprobarlo?», le dije.
–«¿Cómo?», preguntó.
–«Preguntándote si hoy has estudiado y también mañana y si te lo sabrás todo antes de que te lo pregunten».
Llegó el examen y no aprobó.
–¿Qué ha pasado?, le pregunté.
–«Pues lo de siempre -me contestó-, que quise pero no lo hice».
Aunque realmente ignoraba que su fallo principal era que no sabía cómo hacerlo ni dónde encontrar la fuerza necesaria. En definitiva, que desconocía la verdadera fórmula de la capacidad.
La fórmula para aprender, según Fernando Alberca
Olvidemos la voluntad y hablemos a los hijos de la capacidad que tienen si entienden una fórmula. La fórmula que Fernando Alberca sugiere en su libro Todos los niños pueden ser Einstein. Según ella, el niño es capaz cuando aplica una fórmula infalible:
ESFUERZO + NECESIDAD = CAPACIDAD
Todo niño se hace capaz de algo, cuando de verdad entiende, siente y asume la necesidad que tiene de ese logro. Y cuando a esa necesidad, le suma el esfuerzo que el logro requiere.
– Los niños ponen todo el esfuerzo que requiere algo, y aún más, cuando están seguros de su necesidad y de su capacidad de lograrlo.
– Los niños saben y sienten la necesidad de algo, cuando están seguros de que son capaces de cómo y cuánto esfuerzo poner para lograrlo.
– Los niños se hacen capaces si sienten la necesidad y ponen el esfuerzo necesario que les proporciona el éxito.
Así:
– Sin necesidad, aunque uno ponga esfuerzo, este será insuficiente. Acabará sucumbiendo porque no encontrará la emoción, la motivación ni continuidad que solo da una necesidad vital.
– Ni será capaz de algo quien no pone el esfuerzo que ese algo exige. Por mucha necesidad que sienta y asuma.
– Ambos han de combinarse. Solo se es capaz si se han asociado la necesidad suficiente al esfuerzo suficiente. Lo demás son buenas intenciones, deseos que conducen al niño y, sobre todo, al adolescente a una mayor frustración, impotencia, desilusión, depresión y una creciente incapacidad incluso para afrontar retos cada vez más fáciles y menores.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Fernando Alberca, profesor y escritor. Autor del libro Todos los niños pueden ser Einstein.
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