La adolescencia supone el cambio de niño a adulto, un gran cambio tanto a nivel físico como mental. A esto se suma una inestabilidad emocional y una fuerte presión social por adaptarse a determinados cánones y que se cumplen ante el miedo de quedar excluido del grupo. Esto supone la exposición a algunos riesgos que pueden suponer la caída en trastornos como la depresión o la realización de actividades peligrosas como el consumo de alcohol.
Ante esta situación, la Organización Mundial de la Salud, OMS, indica una serie de claves para prevenir estos riesgos. Una guía para asegurar que esta etapa tan importante en el desarrollo de las personas se cumple este paso a la vida adulta de forma correcta y sin caer en ninguno de los peligros que acechan al adolescente.
Presiones en la adolescencia
Tal y como explican desde la OMS muchos adolescentes experimentan diversos problemas de adaptación y de salud mental. Esto puede conllevar a la adopción de patrones de conducta como el consumo de alcohol, tabaco drogas o la asunción de prácticas sexuales de riesgo. Estas actitudes pueden tener consecuencias graves en el futuro del joven.
Para prevenir estas situaciones se realizan campañas de prevención, sin embargo, tal y como explican desde OMS los adolescentes no son adultos. Si bien su capacidad de raciocinio es mayor que la de los niños, esta no es tan alta como para entender todos los riesgos derivados de estas conductas. Los jóvenes no muestran un pensamiento a largo plazo y viendo la ausencia de consecuencias inmediatas, continúan con estos comportamientos.
Esta incapacidad puede hacerlo vulnerable a la asunción de estas conductas de alto riesgo. En estas edades aparece también un sentimiento de rebeldía a las normas impuestas por sus padres, por este motivo creen estar luchando contra la «opresión de sus padres» a través de estos comportamientos que le han sido prohibidos.
Familia y prevención
En este punto la OMS recuerda el papel fundamental que tiene la familia en la prevención de todos los riesgos de la adolescencia. Si bien es inevitable la incertidumbre causada por esta etapa repleta de cambios, o la aparición del sentimiento de rebeldía, el apoyo de sus parientes más cercanos puede prevenir más de un problema.
La familia puede posicionarse como un modelo de ayuda y del que aprender buenos comportamientos. En este punto los padres tienen la responsabilidad de promover el desarrollo y la adaptación de los adolescentes y de intervenir eficazmente cuando surjan problemas. Para ello nada mejor que mostrarse como su apoyo y el hombro en el que reposar cuando aparezcan problemas:
– Hablar sobre los sentimientos de los adolescentes, interesarse por su día a día, en especial cuando parezcan tristes.
– No menospreciar sus problemas. Algunos padres creen que las cosas de la adolescencia son cosas sin importancia, un error que puede desembocar en un distanciamiento entre el padre y el hijo.
– Charlar sobre los efectos a largo plazo de las conductas peligrosas como el consumo de alcohol o tabaco que en el tiempo pueden suponer la aparición de un problema irremediable.
– Predicar con el ejemplo. ¿Cómo se le puede decir a un adolescente que no beba cuando los padres se muestran como unos consumidores habituales de alcohol? Velar por los propios comportamientos es el primer paso.
Damián Montero
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