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Falta una verdadera educación para los medios de comunicación

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El rápido cambio experimentado en los medios de comunicación y la suma de las nuevas tecnologías han provocado una transformación tan radical del ambiente en el que se crían nuestros hijos. La sobreinformación a la que estamos expuestos, sumada a otros factores como la falta de profundización o la tendencia a idolatrar en exceso la inmediatez, provoca un preocupante auge de la espectacularización en todo tipo de contenidos.

Es necesario educar el criterio para conseguir una correcta selección de los mensajes más adecuados. Pero en este momento, esa educación para los medios de comunicación en criterios razonables no se está llevando a cabo ni en los hogares ni en los centros educativos ni a través de ningún otro agente social. La consecuencia es que la mayoría de los padres no son conscientes del escenario al que se enfrentan y, por tanto, no pueden suministrar pautas de comportamiento válidas a sus hijos.

Los adolescentes y su forma de engarcharse a la pantalla

Los adolescentes se «enganchan» con cierta facilidad a todo el material audiovisual que se presenta ante sus ojos. Pero la forma de «ver la tele» ha cambiado tanto desde la irrupción en escena de Internet, que se hace imprescindible para los padres conocer los nuevos canales y su oferta para guiarles con una buena educación en el consumo de medios de comunicación.

Todo ha cambiado. En materia de televisión, no cabe duda de que la multiplicación de la oferta ha simplificado la vida doméstica. Es más fácil que todos estén contentos con lo que desean ver. Atrás quedan aquellos primeros años de tubo catódico en los que, lejos de poder elegir, el telespectador se plegaba a lo que «echaran». Y cuando la oferta aumentó, la guerra en las familias tenía que ver con el mando y aquel nuevo verbo acuñado en las tardes de sofá: el zapping.

Pero desde la irrupción y popularización de Internet en nuestras vidas, en particular con la llegada de las líneas de datos que permiten un intercambio rápido y eficaz de megas, y la paralela aparición de las tabletas, los smartphones y los portátiles, ya nadie disputa un hueco frente al televisor. Al que no le apetece ver lo que ponen en el salón, se levanta y busca otra pantalla.

Este es el principal cambio en la forma de consumir televisión: ahora se ve la programación en privado. Y esta transformación se hace aún más patente en el mundo de los adolescentes. Son la primera generación por entero nativa digital, tienen herramientas tecnológicas a su alcance, comparten hábitos de consumo con el resto de sus iguales y la industria, que se ha dado cuenta de este cambio, se está adaptando a las nuevas circunstancias de consumo.

La consecuencia de esta transformación en la educación de los hijos es marcada: el consumo de televisión escapa con gran facilidad al control de los padres, porque se realiza desde cualquier lugar y en cualquier momento. La derivada de esta circunstancia es que los procesos de socialización que tradicionalmente tenían lugar alrededor de la televisión, ya no se llevan a cabo.

El mundo de las series y el cine

¿Significa este cambio que todo lo que ven los adolescentes es malo? No necesariamente. De hecho, el profesor Álvaro de la Torre, de la Universidad CEU San Pablo, experto en consumo de televisión entre adolescentes, explica que hay una mayor capacidad de elección ahora, y eso permite a los jóvenes aplicar criterios al tipo de contenido que ven. «Pueden elegir y eligen series o películas, ya no se ciñen a lo que les echen«, explica este experto.

Al cambio ha contribuido sustancialmente la popularización de plataformas de pago que permiten tanto la visualización de películas en el formato VOD (Video on Demand), algunas gratuitas y otras por un precio muy reducido, y de temporadas completas de series de televisión. Los hijos imitan los nuevos hábitos de consumo de unos padres para los que el tiempo de ocio es escaso y no quieren malgastarlo en contenidos que no les interesen.

En este sentido, las tradicionales cadenas de televisión han aprovechado la llegada de los nuevos sistemas de transmisión, como la TDT, para utilizar canales secundarios como plataformas para la oferta de series para adolescentes y jóvenes, un público con elevada voluntad de compra y un poder adquisitivo nada desdeñable.

Cambio de hábitos frente a las pantallas

En lo que ya no gastan dinero es en el cine. Las televisiones son cada vez mejores y de más pulgadas, de modo que el cine, con precios menos asequibles para los jóvenes, ha pasado a un segundo plano como opción. Esta nueva generación es menos dada al «pirateo» que las anteriores porque ha hecho suyos los conceptos de streaming y televisión a la carta.

Y un nuevo fenómeno muy destacable es el de los youtubers, generadores de contenido volcado directamente en Internet que consiguen un enorme impacto gracias a la multiplicación de las visitas. Esta realidad daría, y dará, para un análisis en profundidad. Merece la pena apuntar que en este espacio los jóvenes encuentran productos creados específicamente para ellos, como los tutoriales y las críticas de videojuegos, y que los padres prácticamente no conocen en qué ámbitos se mueven sus hijos.

La televisión basura se cuela en la adolescencia

A pesar de que, según demuestran los estudios de audiencia realizados por Nielsen, el consumo de televisión tradicional desciende de año en año entre la población adolescente -una caída del 21 % en los tres últimos años-, el profesor De la Torre detecta un preocupante fenómeno en expansión: el consumo de telebasura destinada, en principio, a un público adulto. Programas de muy baja calidad en cuanto a los contenidos, como el fenómeno de Gran Hermano, están arrasando entre los jóvenes hasta tal punto que la productora busca protagonistas más cercanos a la edad de sus telespectadores.

En ocasiones, este consumo es consentido por la familia, que también está enganchada a este tipo de contenidos. En otras, se ve en soledad, bien en la televisión, bien en otros soportes. En cualquier caso, cada vez emplean más el recurso de las redes sociales para generar un sentimiento de pertenencia al grupo que participa en el visionado común de un espacio. La televisión, con las redes sociales, suple la búsqueda del efecto gregario que pretenden los adolescentes.

A esta circunstancia se suma la cada vez menor preocupación de la sociedad por la catalogación de contenidos adecuados. Del rombo y los dos rombos de hace cuarenta años se ha pasado a una catalogación numérica a la que los padres prestan poca atención. Como no muestran mucho interés, no es extraño que se cuelen en la programación en horario protegido contenidos poco adecuados que quedan sin denunciar porque se han ido normalizando.

Alicia Gadea
Asesoramiento: Profesor Gabriel Galdón, catedrático en la Universidad CEU San Pablo

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