Envejecer es inevitable. Hacerse mayor supone decir adiós a una serie de habilidades de las que antes se disfrutaba. Un ejemplo es el deterioro neuronal que va comprobándose a lo largo de los años y que se traduce en pérdidas de memoria o menos rapidez mental a la hora de realizar operaciones matemáticas. Si bien no se puede escapar de estas situaciones, sí que se pueden reducir sus efectos.
Sobre este asunto trata la última investigación de la Asociación del Alzhéimer de Chicago. En ella se determina que incluir las verduras en el menú habitual de las personas hace que los efectos del envejecimiento neuronal sean menos visibles y las consecuencias de estas demencias menos notorias en quien las padece. Una forma de prevenir a largo plazo desde que las personas son niños.
Dieta y desarrollo a largo plazo
Si bien esta investigación no es la primera que habla sobre los efectos a largo plazo de un estilo de vida saludable, sí que aporta una nueva visión sobre cómo la dieta puede beneficiar a las personas en lo que a su salud mental se refiere. En esta investigación participaron un total de 960 adultos de 58 a 99 años que debieron responder a un cuestionario sobre su estilo de vida.
Al mismo tiempo tuvieron que responder a un cuestionario para valorar su agilidad mental y poner a prueba su deterioro neuronal. Los resultados demostraron que el consumo de verduras, especialmente aquellas con hojas verdes por lo general, en al menos una ración al día hacía que este envejecimiento se redujera en un 20%.
De media, las personas con una dieta rica en verduras mostraban un declive más lento en las habilidades mentales, frente al resto de participantes que raras veces consumían verduras de hojas verdes. La diferencia equivalía a 11 años de envejecimiento, según explica Martha Clare Morris, investigadora principal del estudio, quien señala que basta con una porción de estos alimentos para conseguir sus beneficios.
Beneficios de una dieta sana
Esta investigación no es la primera que se centra en los beneficios de una dieta sana. Incluso desde la Organización Mundial de la Salud se reportan estas ventajas por mantener una correcta alimentación:
– Una dieta saludable ayuda a protegerse de la malnutrición en todas sus formas, así como de las enfermedades no transmisibles, como la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.
– Las dietas insalubres y la falta de actividad física están entre los principales factores de riesgo para la salud en todo el mundo. Un ligero cambio en el menú se nota en el día a día.
– Los hábitos alimentarios sanos comienzan en los primeros años de vida. La lactancia materna favorece el crecimiento sano y mejora el desarrollo cognitivo; además, puede proporcionar beneficios a largo plazo, como la reducción del riesgo de presentar sobrepeso y obesidad y de sufrir enfermedades no transmisibles en etapas posteriores de la vida.
– La ingesta calórica debe estar en consonancia con el gasto calórico. Los datos científicos de que se dispone indican que las grasas no deberían superar el 30% de la ingesta calórica total para evitar un aumento de peso, lo que implica dejar de consumir grasas saturadas para consumir grasas no saturadas y eliminar gradualmente las grasas industriales.
– Limitar el consumo de azúcar libre a menos del 10% de la ingesta calórica total forma parte de una dieta saludable. Para obtener mayores beneficios, se recomienda reducir su consumo a menos del 5% de la ingesta calórica total-
– Mantener el consumo de sal por debajo de 5 gramos diarios ayuda a prevenir la hipertensión y reduce el riesgo de enfermedad cardíaca y de accidente cerebrovascular en la población adulta.
Damián Montero
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