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El castigo físico en niños repercute en la salud incluso con el paso de los años

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El castigo físico nunca es la respuesta para solucionar problemas.

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La violencia nunca es la respuesta y mucho menos a la hora de educar. El castigo físico para responder a un mal comportamiento ha sido utilizado en el pasado por numerosos padres y madres, lo que no quiere decir que sea recomendable. De hecho actuar de esta manera repercute en el niño de múltiples formas, desde que el pequeño piense que sus progenitores no lo quieren hasta otras repercusiones que se ven a largo plazo.

Así lo ha determinado un estudio de la Universidad de Michigan en el que se ha encontrado un vínculo entre la presencia del castigo físico en los más pequeños y una deficitaria salud mental en la vida adulta. Una llamada de atención a aquellos padres que piensen que responder con violencia a un comportamiento físico es una buena idea para responder estas actitudes.

Actividades de riesgo

Los hallazgos del estudio demostraron que recurrir al castigo físico para responder a una mala conducta en los más pequeños repercute seriamente en la salud física y mental de los niños. Estos datos se encontraron después de analizar los casos de más de 8.300 adultos. Participantes que tuvieron que responder a una encuesta en la que se preguntaba sobre la presencia o no de castigo físico en su infancia.

De entre todos los encuestados, un 55% reconocieron haber recibido algún tipo de castigo físico varias veces al año durante su etapa infantil. De todos ellos, un 37% presentaban más de probabilidades de haberse autolesionado, frente a aquellos a quienes nunca se respondió así en la niñez.

Al mismo tiempo, quienes habían recibido castigo físico en la infancia, tenían un tercio más de probabilidades de haber consumido algún tipo de droga, y un 23% más de probabilidades de beber alcohol en grandes cantidades. Un vínculo que quedó comprobado después de que los investigadores sopesaran otros factores, como el nivel de educación y otros elementos del ambiente donde se desarrolló el niño.

«Muchos adultos piensan ‘a mí me azotaron cuando era niño, y estoy bien'», explica el doctor Benjamin Siegel, miembro del Comité de los Aspectos Psicosociales de la Salud Infantil y Familiar de la Academia Americana de Pediatría. Sin embargo, este especialista explica que esta sensación no es real y que en realidad seguramente presenten comportamientos poco deseables.



Alternativas al castigo físico

Este estudio deja claro que el castigo físico no es una buena idea a la hora de educar. Siempre se han de apostar por alternativas que no impliquen la violencia ya que por un lado el menor sufrirá estos efectos negativo y por el otro se les estará diciendo a los hijos que la agresividad es buena para resolver conflictos. Estas son algunas alternativas:

– Límites y normas. Desde un primer momento el niño debe saber lo que está bien y lo que está mal, de esta forma se evitarán comportamientos poco deseables en ellos que requieran un castigo.

– Otras consecuencias. Al igual que se establecen normas, también ha de haber un sistema de «multas». Si el niño abusa de sus momentos de ocio, deberá aceptar un menor tiempo al día siguiente, si muestra un comportamiento poco aceptable, deberá asimilar que debe aislarse del grupo para que no moleste más.

– Tranquilizar la situación. La violencia por parte de los padres puede ser una respuesta nerviosa aun comportamiento de los más pequeños que parecen no cejar en su mala conducta. Siempre es mejor una actitud serena y tratar de parar al niño haciéndole ver que la autoridad es el padre y que no va a salirse con la suya.

– Aceptar que son niños. Los niños juega, exploran y se equivocan. No se puede esperar un comportamiento perfecto y por ello hay que estar prevenido para conductas que rompan con la normalidad. De esta forma se podrá conseguir la templanza necesaria para estas situaciones.

Damián Montero

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