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Trucos para despertar la motivación en el aprendizaje de los niños

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Cuando animamos a nuestros hijos a imaginar cómo será cuando aprendan o hagan algo, les estamos recordando lo mucho que se van a gustar cuando den el paso. Ten en cuenta sus ritmos, su temperamento y la exigencia que supone para él o ella realizar esa tarea. Recuerda que cada uno de nosotros tenemos una forma diferente de ser y de sentir. 

Pero, ¿cómo unir motivación y aprendizaje infantil? Piensa en tu caso, en las veces en que te has convencido de que si haces algo luego te sentirás con más tranquilidad, más alegre, con mayor seguridad, más inteligente, etc. Una sensación que supera en beneficio a la actual. Y esa decisión se toma de manera muy personal… aunque el origen venga de una indicación que te hace otra persona para realizar algo.

Cuando hacemos inconscientemente una visualización de lo que mejoraría nuestro estado de ánimo a causa de realizar algo, y nos imaginamos tomando el helado que tanto nos gusta después de haber hecho el esfuerzo de levantarnos del sofá, con lo a gusto que estábamos para ir a la cocina a por él, llegamos a saborear ese helado. Y estas sensaciones asociadas al sentido del gusto que tanto deseamos son las que nos mueven para levantarnos del sofá. Estamos activando procesos neuronales para poner en marcha una acción. Y tiene el sentido de interés personal: una motivación.

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Reconocer y valorar las capacidades de los niños

Todos tenemos una o varias capacidades que nos definen como seres únicos y diversos. Cada niño adquiere una personalidad según su temperamento y las experiencias que va experimentando mediante los resultados que obtiene de ellas, y con ello se envuelve de cualidades innatas que le permiten desarrollar sus destrezas con mayor o menor facilidad.

No tenemos más que observar de forma consciente y objetiva, cómo actúan diferentes niños ante una misma situación. Por ejemplo, nuestros propios hijos, cada uno de ellos tiene unas habilidades. Quizás uno de ellos sea más habilidoso en su relación con los demás. Es el que viene a darte un beso, contarte cómo le ha ido en el colegio y quizás luego te pida comprarle ese juguete que tanto le gusta. Y el hermano que se muestra más impaciente por obtener su juguete y pasa a la acción pidiéndolo sin más detalle.

Según como se juzgue podemos pensar que el primero es más detallista… o que le da más vueltas para embaucarte y conseguir lo que quiere. Y que el segundo es más superfluo en las relaciones sociales y su único interés es alcanzar su deseo, o que su comunicación es directa y no necesita «preparar el terreno» para pedirnos algo.

Ante un juicio u otro, lo que estamos empleando es nuestra forma subjetiva de poner opinión y juicio sobre su conducta, según nuestra propia forma de ser y nuestras preferencias a cómo nos gusta que nos traten. Igual que ellos. Simplemente nos están mostrando cómo es su forma de relacionarse con el mundo, ya que su forma de procesar información es diferente.

Y debido a estas diferencias, nos puede costar más o menos educarles porque nuestros mensajes deberán ser diferentes para cada uno de ellos

¿Cómo hacer para conocer sus cualidades más potenciales?

No sirve de nada emitir juicios con etiquetas, porque les estaremos encasillando en una cualidad no real y limitante. Si les etiquetamos según una nada agraciada etiqueta de «eres un o una…» crecerán pensando que son así, y que no hay nada que puedan hacer para evitar serlo. Les impedirá ver todas las cualidades que tienen. ¡Y son infinitas y todas muy válidas!
Solo hay que saber cómo emplear la mejor cualidad para según qué ocasión.

Para eso te propongo 3 sencillos consejos:

1. Observación consciente. Observa a cada uno de tus hijos por separado, y en actividades diferentes: a qué juega, en qué muestra mayor interés y destreza con sus juegos; cómo juega, con tranquilidad o con más acción; si le gusta hacerlo solo o busca compañía; su lenguaje más centrado en preguntas o en afirmaciones, más formal o más desenfadado o bromista; si habla de las cosas de los demás y de lo que ocurre a su alrededor, o de sus propios pensamientos y opiniones (conocerás si tiene facilidad para prestar atención al entorno o a su interior)

2. Hazle preguntas. Ayúdale a desarrollar su pensamiento crítico, a tomar decisiones, a ponerle en situación sobre «¿qué pasaría si…?» para no darle tú siempre las respuestas que en ocasiones no interioriza sobre consecuencias o aprendizajes nuevos. Le ayudarás también a potenciar su creatividad siendo más flexible ante situaciones desconocidas.

3. Escucha sin esperar una respuesta concreta. Las preguntas te servirán, y mucho, para conocerle mejor. Permítele expresarse con sus propias opiniones, sin esperar «la respuesta» que creas que deba dar. Así sabrás como orientarle mejor cuando lo necesite.

Y ahora seguro que puedes sorprenderte de la información que tienes. Puede que haya cosas que se te habían pasado por alto, o que creerías que serían diferentes antes de probar este ejercicio.

Y es lo más normal que puede pasar. Con los ritmos del día a día tratamos de ir rápido para llegar a todas las responsabilidades que nos ocupan, y a veces queremos controlarlo todo para ser más eficaces. Se nos escapan detalles, como el permitirnos conocer mejor los intereses y cualidades potenciales de nuestros propios hijos, y alumnos (en el aula también es bueno dedicarle importancia a la observación consciente para conocer a los alumnos) y conectar de una forma más personal y motivadora con ellos.

Conectar para educar

Si queremos que nuestros hijos se sientan seguros y prueben a desenvolverse en situaciones nuevas, deberemos adaptar el mensaje a lo que puede representar su motivación.

Ésta puede ser de dos tipos: motivación interna, y motivación externa.

La motivación interna nace del ser, procede del propio niño. Le mueve, le entusiasma, le da un sentido único. Puede ser la pasión y entrega con la que se dibuja, por ejemplo.

La motivación externa proviene del exterior. Es la motivación por conseguir algo vinculado al interés personal, como hacer una tarea para conseguir un premio, por ejemplo.

Con ambos tipos de motivación se consigue hacer cosas, pero está claro que es con la motivación interna con la que realmente se activa nuestra memoria y se fija el aprendizaje Podemos unir una motivación interna con la importancia de aprender o hacer algo en casa.

Raquel de Diego. Coach especialista en coaching para familias y personal. Conciliafam

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