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¿Debemos explicarles a nuestros hijos lo que está pasando?

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Reconozco, queridos lectores, antes de arrancar, que mi pasión por la información, fruto de mi pasión por mi profesión de periodista, influye de manera notable en mi perspectiva sobre si debemos explicarles a nuestros hijos las noticias de actualidad. Pero más allá de mi ·deformación profesional’, creo que merece la pena que le dediquemos un rato a reflexionar de qué forma debemos enfrentar esta cuestión.

Quizá en otro tiempo, cuando la infancia de los niños era totalmente ajena al mundo de los adultos, resultaba más sencillo mantener a los hijos al margen de la actualidad, disfrazarla, incluso darle la vuelta. Lo consiguió de manera maestral el abnegado padre judío de aquella película épica, La vida es bella. Pero si nos detenemos a mirar el entorno que rodea a nuestros hijos, es prácticamente imposible que no sepan que algo está pasando. Distinto es que se enteren de lo que está pasando o comprendan lo que está pasando.

Viven en un mundo interconectado donde no hay una única pantalla, la televisión del salón, sino un sinfín de aparatos todos ellos conectados a Internet. No son asiduos lectores de periódicos digitales, pero sí pasan un buen rato en redes sociales y en Youtube. Y allí, lo que es noticia, destaca. Así que pensar que no saben que algo pasa es caer en el error de no comprender en el mundo en el que viven.


Cuando lo que ocurre, lo que es noticia, tiene, además, un calado mayor, se traduce en las calles, en forma de manifestaciones, de banderas, de cánticos, de tensión… Y los niños de esto también se enteran.


Si partimos del supuesto de que es muy difícil que nuestros hijos sean ajenos a lo que el mundo les ofrece, tenemos que avanzar con la siguiente pregunta. ¿Es necesario que les ayudemos a interpretar o basta con lo que ellos captan? Ellos habrán captado una serie de impulsos que tratarán de descodificar con la información, todavía insuficiente, de la que disponen.

No saben de muchos temas, no tienen perspectiva histórica y no pueden emplear correctamente el pensamiento crítico sobre realidades que desconocen. El problema es que ellos van a dibujar siempre su propia composición de lugar, aunque sea equivocada. Está en la naturaleza del hombre tratar de dar explicación racional a los acontecimientos que le rodean. Es casi un instinto de supervivencia.

Hace una generación, los niños iban adquiriendo muy poco a poco las herramientas necesarias para deconstruir y comprender la realidad. Lo lograban gracias a un largo proceso de «socialización mediática» del que los padres rara vez eran conscientes y que se ha perdido por completo. Consistía en viejas costumbres domésticas, como ver los informativos de televisión en familia, compartir periódicos y revistas en aquel espacio de vida en común que se llamaba «salita de estar» y tragarse horas de radio en el coche porque, hasta que llegaron los ya antiquísimos walkman, los niños y adolescentes no escuchaban lo que querían.

No es que ahora necesitemos matricular a nuestros hijos en un curso acelerado de actualidad, pero, por la cantidad de información que reciben, creo fundamental ayudarla a entender el mundo que les rodea, explicarles cómo deben contextualizarlo, darles las claves que les permitan ir formando su moral, que no es otra cosa que distinguir lo que está bien de lo que está mal.

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