«¿Por qué hiciste esto?» «Porque todos mis amigos lo hicieron». Esta pregunta y respuesta han sido, son y serán algo muy habitual en los hogares de todo el mundo. No se puede evitar que los hijos en ocasiones se sientan influenciados por lo que hace su entorno, aunque ni siquiera les apetezca realizar alguna actividad. La presión del grupo afecta y para muchos es preferible adaptarse que luchar para conseguir lo contrario.
La presión de grupo anula en cierto modo la autonomía de los jóvenes. Algo que a la larga no les permitirá tomar sus propias decisiones, adaptándose siempre a lo que el resto del grupo desea. Para asegurar que el adolescente es capaz de mantener su libre albedrío dentro de este entorno, los padres pueden enseñar a manejarse en estas situaciones que tan incómodas se pueden volver.
Buscando caer bien
Los expertos de la Fundación Nemours definen la presión de grupo como la influencia que tienen el resto de personas en la vida de cada uno. A veces esto ocurre incluso sin que el individuo se dé cuenta y se acaba cediendo de forma inconsciente. Muchos adolescentes ni siquiera se paran a escuchar lo que les están proponiendo y se encuentran realizando una actividad que no desean.
Un ejemplo es la elección de la actividad a realizar cuando se reúne el grupo de amigos. Muchos adolescentes se encuentran bebiendo alcohol aunque sepan que no es conveniente, simplemente porque no quieren quedarse fuera de este círculo. Y es aquí donde se explica el origen de la presión de grupo: la búsqueda del individuo por caer bien.
Superando la presión de grupo
Para el adolescente es complicado ser el único que rechaza la presión de grupo, especialmente en una etapa de cambios donde sentirse desplazado puede causar graves consecuencias emocionales. Pero los padres deben animar a sus hijos a moverse por sus propias creencias y siempre eligiendo en función de si una actividad está bien o mal. Para ello hay que estimular la confianza en los hijos desde pequeños, a rechazar la búsqueda de aprobación en otros.
Los padres deben animar a sus hijos a que busquen amigos dispuestos a decir «no» y que compartan sus ideales. Es muy bueno tener amigos con valores similares que respalden cada decisión tomada. De nada sirve tratar de encajar en un grupo en donde no se comparte la misma forma de pensar, esto sólo puede desembocar en un conflicto emocional en donde el joven se encuentre haciendo algo que no quiere.
También puede ocurrir que el grupo en el que se ha movido habitualmente el adolescente haya cambiado sus valores. Toda persona evoluciona a lo largo de su vida y no todas los hacen del mismo modo. Ante estas situaciones, también hay que apostar por el «no». No pasa nada si hay que buscar un nuevo grupo de amigos con los que se compara la misma forma de ver la vida.
Damián Montero
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