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La mala relación entre los padres termina afectando a las notas de sus hijos

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La mala relación entre padres influye en el rendimiento de sus hijos

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Aunque la familia esté compuesta por varios miembros, actúa como un solo ente. Lo que ocurre a uno de sus integrantes termina afectado al resto de personas. Si hay tensión entre algunos componentes de la casa, el clima dentro del hogar se enturbiará hasta el punto en el que todos se afecten por este comportamiento. Un ejemplo es el estudio realizado por la Revista Española de Investigaciones Sociológicas.

Una investigación que pone sobre la mesa las consecuencias que tiene sobre los más pequeños los conflictos entre los padres. Aquellos niños que ven cómo sus progenitores discuten en su presencia y manifiestan actitudes de conflicto entre ellos, presentan peores notas que el resto.

Menos posibilidades de aprobar

Este estudio se basó en el análisis de las percepciones transmitidas por 2.371 adolescentes de entre 13 y 16 años, edad que tenían en el momento en que fueron recogidas sus respuestas. Los datos revelaron que no es el conflicto en sí lo que origina las malas notas y el peor resultado en los niños, sino más bien el modo en que estas disputas son tratadas por los padres.

Aquellos hijos de padres que no apuestan por un diálogo entre ellos a la hora de resolver un conflicto, presentaron una mayor probabilidad de suspender que el resto de compañeros que también participaron en esta encuesta. Concretamente, estos adolescentes presentaban un total de 2,1 posibilidades más de fracaso académico frente a otros alumnos con padres más dialogantes.



Influencia en el sueño

Este estudio no es el primero que se centra en cómo afecta la mala relación entre padres a los hijos. Otra investigación realizada por la Universidad de Oregón aporta un nuevo motivo para que las parejas aprendan a solucionar sus conflictos y eviten que estos alcancen a sus niños: asegurar un buen descanso en sus bebés. Tal y como muestran estos datos, las familias con un clima más deteriorado hacen que los más pequeños descansen peor, algo que termina repercutiendo en su descanso

Los responsables de este estudio señalan la importancia de un clima tranquilo para que el bebé pueda sentirse seguro antes de conciliar el sueño. Para comprobar esta hipótesis, se congregó a 357 familias con un bebé de entre 9 y 18 meses. En este caso, el niño era adoptado para evitar que posibles conexiones genéticas fueran las que provocasen esta alteración en el ritmo de sueño.

Todos los padres participantes en este estudio participaron en una entrevista cuando sus bebés tenían nueve meses. Con estas encuestas se pretendía valorar la inestabilidad matrimonial que cada pareja atravesaba en algún momento, para ello se plantearon preguntas sobre su relación, incluyendo si alguna de las partes había considerado la separación.

Al mismo tiempo, los padres respondieron de forma independiente otro cuestionario en donde debían hablar de la capacidad de sus hijos para dormirse y permanecer así durante toda la noche. El equipo realizó varias entrevistas de seguimiento cuando a cada niño cuando estos cumplieron un año, y un año y medio. En estos casos los progenitores tuvieron que responder las mismas preguntas que en su primer encuentro sobre la calidad de su matrimonio y sobre los patrones de sueño de los niños.

«Descubrimos que la inestabilidad marital cuando los bebés tienen nueve meses de son capaces de predecir problemas de sueño a los 18 meses (…) Es decir: las dificultades de sueño de un niño no predicen o implican falta de armonía marital de los padres», explica Anne M. Mannering, autora principal de esta investigación.

Damián Montero

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