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La recompensa social: indispensable para los adolescentes

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Los estudios de neuroimagen muestran cómo en los adolescentes el rechazo social se vive igual que una amenaza a la salud física. Eso explica por qué las amistades y su ruptura se sienten como si sus vidas dependieran de ello, porque, en cierta manera, ellos lo viven así.

El cerebro adolescente es único y está caracterizado por su constante mutabilidad y sus múltiples conexiones interregionales. El sistema límbico, el encargado de las emociones, se intensifica durante la pubertad. Por el contrario, la corteza prefrontal, encargada del control de impulsos, no termina de madurar hasta los 25 años.

Un estudio que analizó la inhibición de respuesta en adolescentes y adultos, encontró que los adultos hacían uso de la corteza prefrontal de manera automática mientras que los adolescentes usaban menos esta área. Los adultos lograban inhibir respuestas con mucho más éxito que los adolescentes, excepto cuando se prometía recompensar a los adolescentes.

Con un incentivo no solo eran capaces de realizar la inhibición de respuestas igual de bien que un adulto sino que también hacían mayor uso de sus centros prefrontales. Esto explica por qué los adolescentes pueden ser un encanto durante el desayuno, un nido de desagrado en la cena, ingeniosos el lunes, deportistas el miércoles y zombis el jueves.

La recompensa social es muy valorada en la adolescencia

Los adolescentes aún están aprendiendo a usar sus nuevas conexiones, ellos han crecido y están cambiando pero aún no saben qué les motiva, qué les estresa, qué les cansa y qué les molesta. Los adolescentes también tienen un enfoque diferente a los adultos en cuanto a la toma de riesgos. Reconocen los riesgos igual de bien que los adultos, pero asumen más riesgos porque valoran más las recompensas que los adultos.

De hecho, una de las recompensas más valoradas en la adolescencia es la recompensa social. Durante la adolescencia también se produce un incremento en la sensibilidad a la dopamina, el neurotransmisor encargado de las recompensas y que ayuda al aprendizaje de patrones y toma de decisiones. De ahí su rapidez de aprendizaje y su gran receptividad a recompensas. Por esta misma sensibilidad se explican también las reacciones melodramáticas hacia el éxito o al fracaso en los adolescentes.

El rechazo social se vive como una amenaza



El cerebro adolescente pretende preparar a una persona para ser independiente y ser capaz de sobrevivir fuera del ambiente seguro de su casa. Por ello, los adolescentes suelen gravitar hacia la gente de su edad alejándose poco a poco del mundo creado por sus padres para ellos. Las amistades cobran un nuevo sentido y la vida social gana un nuevo y alto valor. Los estudios de neuroimagen muestran cómo en los adolescentes el rechazo social se vive igual que una amenaza a la salud física. Eso explica por qué las amistades y su ruptura se sienten como si sus vidas dependieran de ello, porque, en cierta manera, ellos lo viven así.

Todo funcionamiento humano tiene su origen en la selección natural que busca el ahorro de energía y la optimización de funcionamiento. Pero, si esto es así, ¿por qué nuestros centros de lógica, planificación, toma de decisiones y control de impulsos son lo último en madurar? Especialmente en una edad en la que más falta nos hacen, cuando toca elegir carrera académica, cuando hay un incremento de libertades e independencia por primera vez, hay tantas oportunidades nuevas que se cruzan por nuestro camino, etc. Está claro que se puede ver la adolescencia como un período en el que el cerebro potencia comportamientos y pensamientos prácticamente disfuncionales, no obstante tienen su razón de ser.

Esto se debe a que una vez que el proceso de mielinización se acaba, es muy difícil que el cerebro cambie. Así, la ventana en la que las experiencias pueden guiar las conexiones es muy específica en cada área cerebral. Por ejemplo, las áreas encargadas del lenguaje acaban su mielinización cuando el humano cumple 13 años y hace más difícil la adquisición de otras lenguas después de esta edad. Igualmente, la mielinización de la corteza prefrontal espera para consolidarse aproximadamente alrededor de los 25 años, que es cuando nos toca encarar el mundo como adultos independientes. El ser humano es el único animal cuyo desarrollo neuronal empieza en lo sensorial y acaba en lo racional, pero gracias a esto también los centros racionales son los últimos en verse mermados.

La adolescencia: una edad de grandes transformaciones

La adolescencia es una etapa difícil no solo por todos los cambios físicamente visibles que se experimentan sino también por una serie de transformaciones cerebrales. Gracias a este desarrollo neuronal llegamos a ser adultos responsables, y si bien es un periodo de confusión y dificultad, es un periodo donde definimos quiénes vamos a ser.

Se puede apreciar a lo largo de todas las culturas que los adolescentes son el grupo más vulnerable a ser reclutados como soldados o terroristas, así como son el grupo más fácil de influenciar para ser ingenieros, altruistas, emprendedores, escritores, profesores, etc.

Como padres es importante que hayamos sabido inculcar valores en nuestros hijos antes de esta etapa, asegurando así que tengan las herramientas necesarias para contrarrestar estos años de abrumadores emociones e impulsos. Debemos también entender que quizás nuestro hijo no es vago, sino que no ha encontrado la motivación necesaria; nuestro hijo no chocó el coche a posta, estaba cegado por sus emociones y no comparó racionalmente los beneficios y los costes; o considerar que si nuestro hijo parece que ha perdido su mundo al sentirse excluido, entender que literalmente le duele.

Maite J. Balda. Psicóloga y Máster en Neurociencias Cognitivas

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