La comunicación humana tiene su primera base en la familia. Esta tiene una función eminentemente protectora y socializadora. A través de la familia, el niño establecerá nexos con el mundo exterior. Las relaciones afectivas tempranas, que tendrán como primer marco a la familia, proporcionarán la preparación para la comprensión y participación de los niños en relaciones familiares y extrafamiliares posteriores. Así mismo, ayudarán a desarrollar confianza en sí mismo, sensación de autoeficacia y valía.
Otro factor que tendrá un papel muy importante, y que también se desarrolla en el seno de la familia, en el desarrollo de la comunicación del individuo con el mundo y con los otros (habilidades sociales), en el desarrollo de su inteligencia emocional y en el desarrollo de su cognición-aprendizaje, es el desarrollo del vínculo de apego. Ainsworth (1983) lo define como «aquellas conductas que favorecen ante todo la cercanía con una persona determinada. Es mutuo y recíproco».
Tipos de apego en el seno de la familia
Según esta autora, los tipos de apego son los siguientes:
– Apego seguro. En lo interpersonal, quienes tienen un apego seguro son personas más cálidas, estables y con relaciones satisfactorias. En lo intrapersonal son más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismos. Muestran tener una alta accesibilidad a esquemas y recuerdos positivos, lo que les lleva a tener expectativas positivas acerca de las relaciones con los otros, a confiar más y a intimar más con ellos (Feeney, B. y Kirkpatrick, L. 1996, citados por Gayó, 1999).
– Apego ansioso-evitativo. Las personas con este tipo de apego muestran tener una menor accesibilidad a los recuerdos positivos y mayor accesibilidad a esquemas negativos, lo que les lleva a mantenerse recelosos con los otros.
– Apego ansioso-ambivalente. Estas personas están definidas por un fuerte deseo de intimidad, junto con una inseguridad respecto a los otros, pues desean tener la interacción e intimidad y tienen intenso temor de que esta se pierda. Además, aunque desean acceder a nueva información, sus intensos conflictos las llevan a alejarse de ella (Gayó, 1999).
Así pues diremos que el desarrollo de la socialización, la comprensión y participación en las relaciones con los otros y el vínculo de apego vienen facilitados y van a estar influenciados por el lenguaje verbal (tanto externo, lo que el sujeto oye y produce, como interno, el pensamiento que el sujeto configura a través, en parte, del lenguaje y la experiencia) y por el lenguaje no verbal (gestos, miradas y otras señales no verbales).
Cómo mejorar la comunicación en la familia
Para crear ese clima de comunicación en la familia que garantiza un adecuado vínculo entre padres e hijos, se pueden poner en práctica algunos puntos que mejorarán la comunicación desde la más tierna infancia para que, de esa manera, se consolide en las etapas posteriores.
1. Crear COMPLICIDAD Y CONFIANZA. Buscar todas aquellas situaciones en las que podamos compartir con nuestro hijo gustos, aficiones, entretenimientos, deporte, etc. Al principio nos inclinaremos más a compartir con él lo que a él más le gusta, sus preferencias. Después, haremos que nuestro hijo también comparta nuestras preferencias, no le involucraremos en las cosas que a nosotros más nos gustan de un modo brusco sino poco a poco.
2. Un clima de DIÁLOGO. Hacer que el niño nos cuente sus cosas del colegio, amigos, actividades* Si él en un principio no quiere contar, lo que haremos será contar nosotros anécdotas que nos pasaban cuando éramos como él o también podemos contar cómo ha ido nuestro día en el trabajo o en aquellas cosas que hemos estado realizando. Algunos elementos necesarios para que el diálogo sea provechoso pueden ser estos:
a. Mantener una escucha activa de lo que el niño está contando (hacerle alguna pregunta, alguna afirmación, repetir alguna frase que él ha dicho* para que él vea que le estamos escuchando aunque estemos realizando alguna cosa en ese momento).
b. Ser positivos: sacar el lado positivo que puede tener todo acontecimiento.
c. Correcciones que pueden surgir a lo largo de la conversación: si hay que corregir al niño por algo, que sea siempre a solas y de forma precisa y positiva (qué pasó, cómo lo solucionaste o lo vas a solucionar, qué consecuencias tiene).
d. Mostrar la parte emocional si es necesario: cómo me sentí, como te sentiste tú*
e. Mensajes claros y no contradictorios: es importante que los mensajes que a lo largo de la conversación le podamos transmitir a nuestro hijo sean claros y no contradictorios, es decir, que él sepa cuál es nuestra posición ante un hecho o qué es lo que pensamos sobre un tema o cuál es nuestro criterio a la hora de marcar ciertas pautas de conducta para que las obedezca y, que esto no sea hoy sí y mañana no.
3. Qué hacemos para ENSEÑAR ALGO NUEVO. En algunas ocasiones los niños no quieren enfrentarse a nuevos aprendizajes o nuevas experiencias por miedo a fracasar o a no quedar bien delante de los demás. Debemos tener paciencia y crear en el niño esa complicidad y confianza en el compartir juegos, diversiones, aprendizajes, etc. Después debemos hacerle consciente de que todo el mundo se equivoca en algunas ocasiones (ponerle ejemplos nuestros o de otras personas que él conozca) y explicarle que no pasa nada, lo que tiene que hacer es corregir, pedir perdón si es necesario y seguirlo intentando hasta que lo consiga, no rendirse.
Si lo que le queremos enseñar es algo prioritario y el niño no muestra interés y no quiere aprenderlo entonces se lo enseñaremos quiera o no quiera, porque nosotros sabemos que es un beneficio para él aunque él en este momento no lo entienda así.
4. Si vemos que el niño MIENTE. Aquí los motivos de por qué el niño miente cuando cuenta algunas cosas pueden ser diversos: tiene miedo a que le riñamos, tiene miedo a lo que pueda pasar si dice la verdad (en el colegio, en el grupo de amigos), o simplemente quiere llamar la atención. Si la causa es una de las dos primeras volvemos a insistir en la creación de esa confianza y complicidad con nuestro hijo; a mayores, debemos ser buenos observadores y por un lado conocer cuál es el mundo en el que se mueve nuestro hijo (compañeros de colegio, papás de sus compañeros, profesorado…) y por otro lado ver cómo está él día a día (si está alegre, si se muestra triste o irritado).
Si la causa de las mentiras es una llamada de atención, hay que mostrarle que esto no es correcto pero quizá en un primer momento no de una forma directa («has mentido») sino poniendo «su historia» en boca de otros personajes y haciéndole a él reflexionar sobre lo que le hemos contado. Mostrar mucho interés en otras cosas que nos cuente y que podamos hacer con él para que se sienta apreciado-estimado-querido* y no hacer ningún caso a las mentiras que nos haya podido contar queriendo llamar nuestra atención.
5. ¿Qué tipo de COMUNICACIÓN tengo con mis hijos? La comunicación es el proceso mediante el cual los interlocutores intercambian información e ideas, necesidades y deseos. Esta es una forma de definir la comunicación, pero a la hora de hablar con nuestros hijos la comunicación que mantengamos con ellos debe incluir, además: entonación, énfasis, velocidad o no del habla y también pausas o vacilaciones que se superponen al habla indicando cuál es la actitud o la emoción que queremos expresar en ese momento a nuestro hijo.
Además, los gestos, la postura corporal, la expresión facial, el contacto ocular, los movimientos de la cabeza y del cuerpo, y la distancia física son elementos fundamentales para mantener una buena y fluida comunicación. Pensemos si incluimos de forma acertada dichos elementos a la hora de comunicarnos o quizá nuestras muchas ocupaciones, el cansancio, el estrés* hacen que nuestra comunicación pierda estos elementos o sean distorsionados creando un clima de frialdad y alejamiento en la relación con nuestros hijos.
Eva Mª Aguirre. Logopeda Detección e intervención en dificultades
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