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Risas y chapoteos: tu bebé como pez en el agua

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Nada apetece más que un buen baño en la piscina. Con pocos meses de edad, nuestro hijo puede aprender las técnicas básicas para mantenerse a flote, saber tirarse al agua y salir de ella… Y, aunque no van a aprender a nadar perfectamente, eso es un alivio y tiene ventajas educativas importantes.

Llevar a nuestro hijo a una piscina para que aprenda a nadar puede ser una buena idea ahora que comienza a hacer calor. De este modo prevenimos posibles accidentes en la piscina del chalet, en la playa, etc. Pero, también resulta positivo familiarizar a nuestros hijos con el agua, ya que les ayudará en su desarrollo posterior.

Recientes estudios realizados en la Universidad de Colonia demuestran que los niños que aprenden a nadar en sus primeros meses de vida son más despiertos, atentos e independientes, se concentran mejor y crecen más.

Últimamente, han proliferado un buen número de gimnasios que siguen estas teorías de estimulación acuática para bebés. Sus responsables aseguran que el agua, además de evocar la seguridad que les proporcionaba el líquido amniótico del vientre materno, ayuda a los pequeños a tomar conciencia de cómo funciona su cuerpo y desarrolla su sentido del equilibrio.

La bañera para los bebés

Antes de comenzar las «clases de natación», el bebé ha de estar familiarizado con el agua. La mejor forma de prepararle es en casa. En los primeros meses, al bañarle puedes acostumbrarle a que le caiga agua por la cabeza, tumbarle, que se habitúe al agua en los oídos, que se divierta salpicando (aunque nos ponga el baño perdido), que se sienta feliz en el agua… Tras esto podemos dar el siguiente paso: meterle en la enorme bañera de papá y mamá. «¡Qué grande es!».

Y en el agua, ¿cómo sujetaremos a nuestro hijo? No hay una fórmula única. Lo que sí debes buscar es que tu hijo se sienta cómodo, seguro, equilibrado y con libertad de movimientos (manos en su tripita, en su cintura…). También podemos jugar con ellos a ver el cielo, etc.

Y, por último, podemos meterle la cabeza dentro del agua, per con cuidado: deberemos fijarnos para no hacerlo cuando esté inspirando.

Después de realizar estos ejercicios ya tiene la experiencia necesaria para aprender a defenderse en una piscina, bajo la supervisión de un monitor.

¿Qué aprende un bebé en la piscina?

Hay muchos padres que pretenden que sus bebés de pocos meses aprendan a nadar. Desengáñate. Hasta los dos años, aproximadamente, no tienen el desarrollo, la fuerza, la agilidad y la coordinación suficiente para impulsarse, mantenerse a flote y respirar.

Por el contrario, desde muy pequeños sí son capaces de bucear y se mueven muy libremente bajo el agua, pero en el momento en que se les acaba el aire necesitan la ayuda de su madre o del monitor para sacar la cabeza fuera.

Antes de 2 años: flotar

En las clases de natación se persiguen unos objetivos distintos según las edades. Antes de los 2 años se busca que los niños sepan flotar para que si se caen al agua accidentalmente no se ahoguen. Para ello familiarizan al bebé con el agua desde el primer momento, provocan el deseo de bañarse con material atractivo (balones, esponjas, globos de vivos colores…). Los monitores juegan con los chicos para que estos se diviertan con el agua.

Se da a los balones con los pies, con las manos, se sopla, se hacen lanzamientos, se trabaja la coordinación dinámica, y se les va a enseñando a respirar. También, les salpican, les dejan chapotear mientras están sentados en el borde, les señalan el agua, etc. Cuando les tienen dentro de la piscina les desplazan de un lado a otro para que cogan más confianza.

El siguiente paso consiste en enseñarles a flotar. Para ello utilizan unas colchonetas que al subirse el niño encima se hunden un poco y, progresivamente, se les va quitando el apoyo.

A partir de 2 años: nadar a «perrito»

A partir de los 2 años, el objetivo principal ya consiste en enseñarles a nadar. El primer paso es aprender a nadar al estilo «perrito», de manera que puedan desplazarse ellos solos boca abajo (ya tienen la fuerza suficiente para mantener la cabeza fuera del agua y poder respirar). También aprenden a nadar boca arriba, al estilo espalda. A partir de este momento se emplean tablas, balones, aros, etc. para hacer más divertidas las clases.

Hay una serie de trucos útiles que también aprenden los niños en la piscina. Por ejemplo, saber tirarse bien al agua desde el borde para que no se hagan daño. También aprenden a salir de la piscina por la escalerilla, aunque los más mayores -y los más fuertes- consiguen hacerlo ya por el borde. No es nada raro que los niños se queden agarrados a la escalera sin saber salir ni subir por los peldaños.

Tu bebé como pez en el agua: todo son ventajas

Se podría decir que llevar a nuestros bebés a una piscina sólo tiene ventajas. Tanto los bebés como los niños de corta edad tienen unas experiencias muy reducidas en el entorno familiar. Al llegar al agua conocen un mundo nuevo, aprenden a desenvolverse sin la ayuda de los padres, se trasladan y efectúan movimientos con gran dominio y precisión, crean una cierta independencia de movimientos.

Ignacio Iturbe
Asesora: Marisa Fernández, monitora de natación y coordinadora de la piscina del gimnasio «Almirante» de Madrid.

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