La tecnología ha llegado para quedarse, y no solo para las nuevas generaciones. Ordenadores, tablets y smartphones también están muy implantados entre los adultos. Al igual que muchos jóvenes, numerosos adultos también centran demasiada atención a sus dispositivos electrónicos. Algo que tiene efectos negativos en el día a día de las familias, como por ejemplo el descuido de la educación de los más pequeños de la casa.
Para conocer más a fondo esta influencia, la Universidad Estatal de Illinois, ha realizado una investigación enfocada a comprobar la relación entre el uso que dan los padres a sus smartphones y el comportamiento de sus hijos. Una conducta que puede empeorar cuanta más atención prestan los padres a las pantallas y no a lo que tienen cerca de ellos.
Desatención de los niños
La Universidad Estatal de Illinois congregó a 168 madres y a 165 padres de hijos pequeños de 170 hogares distintos. Los investigadores realizaron un cuestionario a estos adultos sobre el uso de sus smartphones, tablets, ordenadores portátiles y otras tecnologías. La segunda pregunta se centraba en el estado de la relación familiar y si se habían apreciado algunas alteraciones en el comportamiento de los más pequeños.
Al mismo tiempo se pidió a los padres que calificarán su nivel de dependencia a estos dispositivos, en función de la capacidad para resistirse a revisar los mensajes y preocuparse por las llamadas. Los participantes del estudio también reportaron con qué frecuencia los dispositivos acaparaban su atención cuando deberían estar ocupados con sus hijos de alguna otra forma.
En torno a la mitad de los padres afirmaron que la tecnología normalmente interrumpía el tiempo que pasaban con sus hijos tres o más veces al día. Por su parte, un 24% señalaron que esto sucedía dos veces al día, y un 17% reportó que esto sucedía una vez al día. Por sexo, las madres eran quienes más percibían que el uso del smartphone era más problemático que en el caso de los hombres.
Rabietas y llantos
En cuanto a la conducta de los hijos, los padres también respondieron a preguntas sobre la frecuencia con que sus hijos se enfadaban, se quejaban, se frustraban con facilidad, tenían rabietas o mostraban señales de inquietud e hiperactividad en los dos meses anteriores.
Los datos mostraron que incluso unas cantidades bajas o aparentemente «normales» de atención a los smartphones en un contexto familiar se asociaban con más problemas conductuales en los hijos de los participantes. «Se aprecia con frecuencia a padres que ignoran completamente a sus hijos, y con mucha frecuencia esto conduce a una mala conducta porque las necesidades de los niños se están ignorando del todo», dijo Susan Neuman, profesora de educación infantil y alfabetización en la Universidad de Nueva York durante la presentación de estos resultados
«Los niños necesitan que haya interacción entre padres e hijos, son animales sociales«, apunta Neuman, quien añade que «cuando los padres se aíslan jugando con el teléfono, los niños no reciben esa necesidad humana básica, la atención en momentos particulares».
Riesgo de shareting
No sólo hay que tener en cuenta el tiempo de uso que los padres emplean sus smartphones, sino el modo de empleo. En este punto el shareting se plantea como uno de los mayores riesgos en este terreno. Con la llegada de las nuevas tecnologías y de las redes sociales el orgullo de muchos progenitores se muestra en ocasiones a través de fotos y publicaciones en estas plataformas. Un contenido que prácticamente hace que la vida de los hijos quede expuesta en internet saltándose los límites recomendados en el mundo web.
Stacey B. Steinberg, profesora de la facultad de Derecho en la Universidad de Florida, también ha tratado hatering en uno de sus estudios. En este trabajo ha profundizado en los motivos que llevan a los padres a compartir toda esta información de sus hijos en redes sociales. De entre todas las causas, la que más destaca es la sensación de recibir un comentario positivo por parte de otros progenitores.
Esta sensación después de recibir un «like» por parte de otra persona es la que hace que un adulto se sienta en la potestad de seguir realizando estas publicaciones olvidando los posibles peligros de esta situación:
«El ciberespacio ofrece muchos sentimientos positivos a los padres. Cuando comentan sobre sus hijos, reciben respuestas positivas y esto los hace sentirse apoyado. Pero esto se lleva al extremo de alimentar el ego y el exhibicionismo puede ser un riesgo que distorsiona la realidad y dificulta pensar más allá de sí mismo, incluida la protección del propio hijo», explica la profesora Steinberg.
Damián Montero
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