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Dominar el inglés: apuesta por la inmersión lingüística

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Aprender un idioma en la más tierna infancia es garantía de éxito. El cerebro está preparado, no solo para la adquisición de nuevas palabras en la lengua materna y en otras diferentes, sino que sobre todo le resulta particularmente sencillo dominar los matices de pronunciación que se manejan en cada uno. Los padres hemos tomado plena conciencia de esta circunstancia y, no sin esfuerzo, tratamos de acercar a nuestros hijos al inglés, porque la generación anterior, la nuestra, no le prestó la suficiente atención a este aspecto y hoy paga las consecuencias.

Muchos colegios han puesto el foco de atención en este asunto y tratan de adaptar sus estructuras para que se dé cuanto más inglés y más temprano mejor. Los centros extranjeros se ponen de moda mientras que los bilingües en mayor o menor grado se extienden entre los públicos, privados y concertados. Y el que no alcanza este nivel, busca complementar en la medida de lo posible su oferta de idiomas.

Dominar el inglés, cuando hemos llegado tarde

Pero, ¿qué pasa si hemos llegado tarde? ¿Qué ocurre si, por las razones que sean, nuestros hijos han llegado hasta la adolescencia sin las competencias necesarias en materia de segunda lengua? ¿Debemos tirar la toalla? ¿Los hemos condenado a una vida sin inglés que parece atarlos indefectiblemente a menores posibilidades? En absoluto. El aprendizaje de un idioma es posible a cualquier edad y en cualquier circunstancia.

Para empezar a explicarlo, es importante desterrar un mito que puede provocar un miedo inicial que dificulte nuestra capacidad de aprendizaje: no hay, desde un punto de vista científico, personas bilingües, menos aún por que hayan recibido una educación en otro idioma.

En los niños que aprenden una segunda lengua desde la infancia, el volumen adquirido es casi igual, pero nunca superior, al de la llamada lengua materna, que se denomina materna porque, por la proximidad de madres e hijos en los primeros años de vida, suele ser el idioma que utilizan de manera preferente los pequeños que están aprendiendo a hablar. Podría ser paterna, o la lengua que utilice una cuidadora o aquella en la que con más frecuencia se le hable.

Si hemos llegado tarde al bilingüismo, que consiste en realidad en una segunda lengua preponderante, no debemos alarmarnos sino buscar estrategias cognitivas adecuadas para desarrollar esos conocimientos en función de las necesidades y las capacidades específicas de los adolescentes. De hecho, algunos autores empiezan a criticar, con demostraciones científicas estadísticas, que no se puede afirmar rotundamente que el aprendizaje de un idioma dependa en tan alto grado de los llamados periodos sensitivos.

Aprender inglés sin haberlo trabajado en la infancia

Hay algunos beneficios de la forma de aprender de los jóvenes que hace que se pueda aprender inglés aunque no se haya trabajado en la infancia.

1. Conocimiento de la lengua propia
En los centros educativos en los que prima el español como lengua y se introduce un volumen significativo de materia curricular en inglés tanto en la asignatura específica de inglés como en otras que se cursan en este idioma. La enseñanza de la lengua a los más pequeños se reduce a un intento por conseguir que dominen algunos aspectos fonéticos incluso aunque no terminen de comprender lo que están diciendo. El conocimiento de su primera lengua, su lengua materna, es aún extremadamente limitado y el conocimiento de las siguientes dependen siempre del conocimiento de la materna.

El adolescente ha adquirido ya un amplio desarrollo de su lengua propia con lo cual tiene una importante base sobre la que sustentar los nuevos conocimientos. Además, su red de conceptos e intereses es amplia y tiene la capacidad de adquirir permanentemente nuevos conocimientos complejos. El aprendizaje en estas etapas se puede basar en el razonamiento lógico, como explica la profesora María del Mar González en un estudio publicado en la revista Signos, especializada en educación.

2. Dominio de las destrezas lectoescritoras
A un niño pequeño no se le puede enseñar «sobre el papel» porque aún carece de las destrezas necesarias en lectoescritura. La fijación de conceptos requiere de más repeticiones si no se visualizan, de modo que se necesita tiempo para enseñar unas pocas palabras accesibles al nivel de desarrollo cognitivo del menor.

Sin embargo, el cerebro del adolescente está plenamente habituado a retener cada día una enorme cantidad de nuevos conceptos que recibe plasmados en libros y otros materiales escolares. Dentro de ese gran flujo de nuevos contenidos, la introducción de una lengua no supondrá un problema y el adolescente desarrollará mecanismos adecuados para memorizar los datos que se le suministren.

Respecto al aprendizaje de la pronunciación, que puede resultar el más complicado, la capacidad de razonamiento lógico permite enseñar a los estudiantes de un segundo idioma fundamentos de fonética que les simplificarán el proceso.

3. Conocimiento de las estructuras gramaticales
Enfrentarse a una nueva lengua implica conocer y comprender las estructuras gramaticales que la conforman. Los niños pequeños que manejan una segunda lengua van adquiriendo de manera innata las estructuras gramaticales que aplicarán a otras circunstancias, por eso cometen errores cuando se enfrentan a excepciones y verbos irregulares.

Un adolescente ya ha estudiado y entiende algunos conceptos fundamentales que le simplificarán el aprendizaje del segundo idioma de una forma más estructurada. Supone ir anclando los nuevos conceptos en estructuras mentales previas que les ayudarán a recuperarlos.



4. Intereses en inglés
De la misma manera que es fácil conquistar a un niño pequeño con una canción en inglés, unos dibujos animados o una pequeña representación escolar, es muy sencillo encontrar intereses que desarrollen su gusto por esta segunda lengua. La música es el principal aliado en este sentido porque no existe la posibilidad de disfrutarla en otro idioma más que el nativo.

Podemos animar a los jóvenes a buscar la letra original de las canciones, ?lyrics, en su expresión en inglés?, que suele estar fácilmente disponible en Internet. Es una manera de que vayan leyendo y descubriendo al mismo tiempo que escuchan la fonética a través de la música. Comprobaremos que, si el joven tiene «buen oído», captará los matices fonéticos con mucha facilidad.

Se puede hacer lo mismo con la televisión. El cine sin doblar ha permitido a países con lenguas minoritarias aprender a la perfección el inglés. Así ocurre, por ejemplo, en lugares tan dispares como Rumanía o Noruega. Si incluimos la norma en casa de que la televisión se ve en versión original, opción que permiten la mayoría de las nuevas pantallas, se mejorará sensiblemente el aprendizaje del idioma. Se pueden utilizar subtítulos en inglés para afianzar el vínculo entre oral y escrito.

5. Apostar por la inmersión lingüística
Si se tiene la oportunidad, apostar por periodos de inmersión lingüística es una buena opción. La oferta de campamentos de verano es muy amplia y se adapta a las necesidades y gustos del adolescente. También es interesante la oportunidad que prestan muchos colegios e instituciones de potenciar intercambios temporales. El beneficio es que esta opción es muy económica puesto que no se paga la estancia sino que solo implica el coste del traslado y alguna pequeña cuota por los gastos de gestión.

Estas fórmulas de inmersión solo se pueden llevar a cabo en la adolescencia puesto que en la infancia los niños no disfrutan de tanta autonomía. Además, el adolescente adquiere otro tipo de valores de las estancias fuera de casa que son muy positivos para su formación integral.

Alicia Gadea

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