La felicidad consiste en estar contento con uno mismo al comprobar que el proyecto de vida personal funciona. Este proyecto se basa en un equilibrio entre los cuatro grandes ingredientes de la vida: amor, trabajo, cultura y amistad.
Una persona optimista es la que confía en sus posibilidades, pide la ayuda que precisa, y también confía en los demás. De esta forma, en cualquier circunstancia, distingue primero lo bueno, lo mejorable, y solo luego, ve las dificultades que se interponen
El optimismo en la familia
El optimismo nace de la confianza que recibimos en la familia, por la aceptación incondicional que nos tienen. En la familia se acepta a cada persona, y se la quiere sin más, por lo que es. Nos profesan un amor incondicional; es decir, no depende de cómo somos, ni de lo que «valemos» en la sociedad. Simplemente se nos quiere tal como somos, se nos quiere porque «somos».
El ambiente donde puede crecer este optimismo, de una forma natural, es en la familia. Sabemos que es una institución natural, que acoge la vida y la protege, en el marco del amor. Se podría decir que el fin de la familia es custodiar el amor. Permite que surja, lo acrecienta, y acoge así a cada persona, única e irrepetible, como una joya preciosa. Esta aceptación incondicional de cada persona es lo que nos da seguridad ante la vida. A cualquier edad. Y nos ayuda a madurar.
El sí que un día dimos en nuestra boda se perpetúa en el tiempo, dando seguridad y confianza. Y es lo que permite amar, con un amor de la mejor textura: un amor incondicional. Y este es el clima que precisa cada persona para crecer, para dar lo mejor de sí. Es como ponernos un «filtro» en la mirada, que nos permite ver la belleza de lo bueno, y descubrir lo mejorable, para optimizarlo y que también sea bello. También surge por agradecimiento ante la vida, por ser algo singular, irrepetible, precioso.
Y en cuanto a las dificultades, que siempre llegan, hay que saber acometerlas con esfuerzo, con ánimo, con ilusión y lucha personal. Para convertir lo «imposible», en asequible.
Ideas para sembrar el optimismo en la familia
Para que nazca el optimismo en el seno de una familia es preciso alimentar una serie de comportamientos que hagan que la positividad surja de manera natural.
– Caras sonrientes. Confiar siempre en los demás, sobre todo en nuestro cónyuge.
– Fijarnos en lo bueno del otro, y enfatizarlo. Hacérselo notar. Agradecérselo.
– Que los pensamientos y sentimientos negativos no ahoguen los positivos.
– Saber escuchar, para entender y luego comprender. Captar sus sentimientos, leer más allá de las palabras. Ver con el corazón.
– Cultivar el sentido del humor. Es lo que nos da el sentido de la proporción. Reírnos de nosotros mismos cuando la situación es tensa.
– Valorar lo que somos y tenemos. Primero a nuestro cónyuge.
– Afrontar las dificultades y problemas. Ante ello, la persona tiene el poder de «detener el tiempo» un instante, para pensar antes de reaccionar. Podemos elegir ser víctimas del suceso o, por el contrario, ser protagonistas: tomar el control y ver la parte positiva de él, y que no nos desanime.
Por tanto, para ser optimista, se necesita una confianza plena. Y esa confianza deriva del cariño incondicional. Es un confiar y apoyarse mutuamente, el uno en el otro, por amor. Por eso, es importante crear y cuidar el ambiente de hogar, para conseguir ese «microclima» donde crecen las personas, al calor del cariño, tengan la edad que tengan. En ese hogar, el amor al otro estimula el optimismo y hace descubrir los aspectos irrepetibles, específicos, sus cualidades, que adornan su persona, y que solo el que bien le quiere, sabe encontrar.
María José Calvo. Médico y orientadora familiar
Más información en el libro: Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas, de Stephen Covey.
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