Educar a un hijo es una de las mayores responsabilidades que tiene una persona. Inculcar valores y formar a una persona con el objetivo de hacerlo alguien de provecho es algo bastante difícil y si no se tiene cuidado es muy posible que el niño se convierta en el amo de la casa y los padres en sus esclavos.
Para evitar terminar siendo el esclavo de tus hijos es importante marcar ciertos límites en la educación. Señalar las barreras que no se van a permitir cruzar por nada del mundo y que deben acatarse con el fin de evitar problemas futuros. Mantener una relación de cordialidad pero en la que nunca se falte el respeto, una cosa es llevarse bien y otra muy distinta es confundir la relación paterno- filial con una amistad.
Los padres ayudan, no arreglan todo
El primer límite que debe acatar el niño es que tiene una serie de responsabilidades que asumir. Por ejemplo la limpieza de su cuarto, esta debe corresponder al hijo y los padres deben recordárselo constantemente. Si el pequeño se deja la cama sin hacer, los progenitores deben sentarse con él y recordarle esta obligación, nunca asumir esta labor por el menor.
Otra posibilidad es que el niño olvide su tarea o algún libro en su mochila a la hora de ir al colegio. Si esto ocurre, aunque suponga una riña por parte del profesor, los padres no deben resolverle la papeleta. La actitud de los progenitores debe recordarles que este descuido no puede repetirse, sino que lo que han de hacer es prestar más atención la próxima vez.
La figura del padre
A los hijos hay que darles amor y educar desde la empatía, siempre teniendo en cuenta la visón de los niños. Pero nunca se debe olvidar quién es el padre ni el respeto que se le debe. Los progenitores son la máxima autoridad en la casa y quienes imponen las normas, que pueden ser debatidas pero nunca cambiadas sin la autorización de los adultos.
A medida que va creciendo el niño es posible que esta figura de autoridad se vaya diluyendo a medida que el hijo crece y se transforma en adolescente. Esta etapa de rebeldía es difícil para mantener los límites ya que la intención de los jóvenes es siempre saltarse las normas que le han impuestos sus progenitores.
Mantenerse duro en estos momentos es muy importante. Permitir que los hijos salgan con sus amigos y se diviertan es algo aconsejable ya que favorece su socialización, pero permitirles todo no es para nada recomendable. Algunos padres ceden con el fin de evitar largas discusiones con los adolescentes o ante el chantaje emocional de los mismos. Esto sólo contribuye a que el joven entienda que de esta forma obtendrá éxito y volverá a recurrir a estos métodos para conseguir sus objetivos.
Seguridad y autonomía
En otros casos la culpa de la esclavización de los padres es de ellos mismos, de su sobreprotección por los más pequeños. Hay muchos progenitores que se exceden en sus labores y dan todo hecho a los niños, lo que no les permite a estos desarrollar su autonomía, haciendo de ellos personas más inseguras que no se sientan capaces de dar un paso sin la autorización de los
Hay que animar a los hijos a que se atrevan con nuevos retos, a que actúen por su cuenta. Aconsejarles en la medida de lo posible, pero nunca no permitirles que den un nuevo paso en pos de su autonomía. No hay que tener miedo de que los niños se equivoquen, de los errores también se puede aprender
Damián Montero
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