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La función de los deberes: ¿para qué sirven?

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A diferencia de las tareas que el alumno realiza en el aula, con la vigilancia intensa y la batuta de dirección del maestro, arropado por el resto de los compañeros, el niño se encuentra solo ante los deberes y tiene que vencer una serie de obstáculos internos para salir airoso de la situación: la pereza, los despistes, el miedo a lo desconocido, la capacidad para pensar y desarrollar estrategias, la constancia… 

Baste recordar a las generaciones anteriores que compartieron mesa en el cuarto de estar con varios hermanos mientras la abuela vigilaba el silencio desde la mecedora en la que tejía. Y de esas generaciones han salido los grandes representantes del saber en nuestro país

No se trata de que nosotros miremos por ellos la agenda o, peor aún, preguntemos a otros padres por los deberes porque no confiamos en que nuestros hijos se hayan enterado. Este mensaje trasladado tarde tras tarde es absolutamente negativo en la formación humana de los pequeños, que entenderán que no confiamos en ellos y se sentirán incapaces de llevar a cabo con éxito la única tarea propia que se les encomienda: apuntar y hacer los deberes.

Para qué sirven los deberes

Para comprender qué debemos hacer nosotros como progenitores ante los deberes, es imprescindible entender el sentido pedagógico de los deberes. Como explica el Catedrático de la UNED Emilio López-Barajas, «la bondad de esas tareas en horario extraescolar radica en la capacidad que tienen para generar el hábito del trabajo autónomo en los menores. Ese hábito, repetido tarde tras tarde desde la más tierna infancia, será el que el día de mañana se convierta en virtud y dé lugar a un adulto capaz de enfrentarse a los retos y al esfuerzo que significa superarlos».

En este sentido, es muy importante tener en cuenta que los deberes son «trabajo autónomo». Más adelante, al final de la etapa Primaria y durante todos los cursos posteriores, los deberes servirán también al alumno para fijar conceptos. Las explicaciones del profesor en clase permiten llevar a cabo un primer acercamiento racional hacia una serie de informaciones que, el niño recibe por primera vez. Pero una sola visualización no activa los mecanismos cerebrales que logran que esa información quede fijada en la memoria de manera permanente.



Además, estudiar fuera del aula ayuda a sistematizar conceptos que en las clases se pueden exponer de forma poco ordenada, en atención a las dificultades propias de cada explicación. El repaso del libro o los apuntes, la búsqueda de información complementaria y el desarrollo de los materiales de estudio tales como esquemas y mapas conceptuales, terminará de garantizar que se cumple con este proceso.

Y por último, con las tareas escolares los niños tienen la oportunidad de desarrollar algunos sentimientos fundamentales para su crecimiento personal, tales como la confianza, el orgullo por el trabajo bien hecho, la constatación de que con esfuerzo se alcanzan retos que parecían complicados, o la idea de que son capaces de gestionar por ellos mismos su tiempo y sus obligaciones.

Alicia Gadea

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