Un padre y una madre siempre tienen que estar dispuestos a ayudar a sus hijos en los momentos más difíciles. Sin embargo, en ocasiones este trabajo se vuelve demasiado duro por la falta de información sobre lo que le ocurre a su vástago. Esto es lo que sucede durante la adolescencia, etapa en la que la incertidumbre rodea a los jóvenes, aunque pocas veces comparten con sus progenitores aquello en lo que piensan.
¿Cómo saber qué siente el adolescente? ¿De qué forma ayudarlo en las situaciones donde más necesita el consejo de alguien con más experiencia en la vida? Hay que estar atentos a las actitudes de los jóvenes para poder tratar con ellos sus estados emocionales.
El aislamiento del adolescente
Todo padre debe saber que la adolescencia supone incertidumbre por la cantidad de cambios que se pasan. Un hijo pasa de ser un niño a comenzar a ser adulto, la carga de responsabilidades aumenta y esto puede abrumar a la persona al no saber muy bien cómo afrontar esta situación. Ante este contexto, los jóvenes suelen aislarse y a sentirse agobiados por no saber cómo responder a todas estas dudas.
Otro de los sentimientos por los que suele atravesar el niño es el de la distancia emocional con sus padres, el cual habitualmente se mezcla con la rebeldía. El joven prefiere estar con sus amigos o directamente solo en su habituación al pensar que sus progenitores no lo entienden y no pueden ayudarlo del mismo modo que alguien de su edad.
El egocentrismo también es habitual en los adolescentes. Los jóvenes piensan que todo debe girar en torno a él y el resto de problemas no les afectan poco. Todo esto hace que los padres no sepan cómo ayudar a sus hijos, la clave está en saber cómo educar los sentimientos desde pequeños.
Ayudar a la madurez emocional
Los padres deben apostar desde pequeños por una educación socioafectiva para que, llegada la adolescencia, la madurez emocional de los hijos sea más llevadera. Esto pasa por enseñar a los jóvenes cómo afrontar las situaciones duras que pueden presentarse en el día a día. Pero esto no pasa por obligarle a asimilar los mismos mecanismos que alguien adulto.
No se deben modelar los sentimientos del adolescente, sino enseñar autorregulación y a mantener la calma. El fin es hacer que el joven mantenga un bienestar psíquico aun en los momentos menos favorables. La madurez emocional del hijo se basa en los siguientes puntos:
– La conciencia de las propias emociones y la aceptación de todas ellas como positivas en sí mismas, cuando son respuesta a un estí*mulo adecuado.
– Una amplitud de experiencia emocional que contempla una rica gama de emociones y sentimientos.
– La expresión y actuación matizadas y ade*cuadas de las emociones y sentimientos sen*tidos.
– La permisión de la vivencia íntima de las emo*ciones y las respuestas instintuales en un contexto adecuado, y el aprendizaje de las socializadas como contribuyentes al bienes*tar propio y de los demás.
Estas son algunas herramientas con las que fomentar la madurez emocional:
– Fomentar la capacidad de estar en contacto con la propia urdimbre emocional, enseñar a escuchar las sensaciones, sentimientos y emociones. El joven aprenderá a descubrirse y a conocer sus necesidades, sus deseos, sus expectativas, sus mecanismos de funcionamiento y sus modalidades de comportamiento con*tactando con sus emociones y sus senti*mientos. «¿Cómo me estoy sintiendo?» es una pregunta que ha de hacerse refleja en la cotidianidad de la vida, en medio de la actividad o de la relación interpersonal.
– Favorecer saber identificar y diferenciar nuestros sentimientos y emociones: la amplitud y riqueza de experiencia emocional nos habla de la densidad del ser humano, de la creativa forma de vivenciar la realidad y de los múltiples modos de compor*tamiento a adoptar.
– Posibilitar la aceptación de modos los sen*timientos como naturales y válidos. La crítica propia o ajena por sentir tal emoción o sentimiento.
– Propiciar la «responsabilización» de los propios sentimientos. Los sentimientos son fenómenos personales que se viven y que pertenecen al adolescente, por ello son responsabilidad del joven.
– Ayudar a afirmarse en el propio yo: derecho a ser y a expresarse uno mismo, res*petando adecuadamente a los demás. Además, es fundamental distinguir entre «sentir» una emoción y «expresarla o actuarla». Una cosa es sentir una emoción, sea la que sea, y no podemos imponér*nosla, y otra saber elegir cómo y cuándo expresarla y actuarla, entonces podremos elegir la conducta más adecuada al contexto. De aquí la importancia de aprender y manejar un registro amplio de alternativas y de matices graduales en la expresión de los propios sentimientos y emociones.
– Permitirse vivir y expresar sentimientos y emociones diversas: crecer y desarrollar una vida satisfactoria.
Damián Montero
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