Decir NO es una de las grandes habilidades que tenemos que enseñar a nuestros hijos, sobre todo porque es difícil y necesario. Basta con recordar algunas stiuaciones en las que al final no nos hemos atrevido. Sin embargo, a todos los padres nos gustaría que nuestros hijos aprendieran a decir NO en muchas situaciones que les va a tocar vivir.
El objetivo de decir NO es aprender el autocontrol necesario para decirse NO a sí mismos en un futuro. Se trata de ayudar a ese cerebro a anticipar los riesgos para saber gestionarlos, por ejemplo, decir NO a un consumo de drogas.
Cuándo y cómo les decimos que «NO»
Los conflictos a la hora de decir NO surgen porque:
– Se evita decir NO: sobre todo cuando se piensa que la reacción del otro va a ser negativa, y mantener el NO va a ser muy costoso emocionalmente.
– Se dice NO, pero luego es sí: cuando aparece la incoherencia, se miente y con ello generamos inseguridad y más conflicto.
– Se dice NO, pero con mucha alteración emocional: cuando el temor o la culpabilidad surgen al decir NO, no hay control emocional.
Errores frecuentes cuando decimos NO
– Cuando se dice NO en situaciones que los adultos no tienen el control: aparecen nuevos conflictos, mentiras, chantajes, manipulaciones…
– Decir demasiados NO.
– Dar excesivas explicaciones y justificaciones para convencer de por qué se dice NO.
¿Cómo decir NO a los hijos?
Para decir NO es necesario que los padres sepan ejercer la autoridad, con empatía. Eso no signfica ser autoritario sino ser titular de la autoridad cuando se entiende como ganada y legítima, es decir, basada en el mérito y en el prestigio personal, que se gana por la forma de ayudar y tratar a los demás.
Por otro lado, los padres tienen que saber hacer gala de empatía con sus hijos, ellos tiene que ver que se ponen en su lugar mostrando comprensión y respondiendo a sus necesidades e intereses.
Por tanto, la autoridad empática necesaria para que los padres digan NO consiste en la facultad legítima de gestionar los conflictos que los hijos no pueden afrontar, poniéndose en su lugar. La autoridad empática es saber decir NO, de forma amable y respetuosa con las emociones, pero firme y coherente con las conductas.
Si dices NO de una manera respetuosa, con seguridad, aportando una breve explicación, puede funcionar. Pero también es normal que aparezcan las provocaciones (rabieta, enfado, manipulación).
3 estrategias a llevar cabo cuando se dice NO
1. Empatía: hay que respetar sus emociones, y entender sus provocaciones. «Entiendo que te enfades, comprendo que…» son verbos muy importantes. Es lógico que las personas se
enfaden ante los NO. Si nos enfadamos porque se enfadan, vamos por mal camino.
2. Disco rayado: decir una y otra vez, con la mayor tranquilidad posible, una explicación. Mirándoles a los ojos, controlando las emociones, con firmeza y amabilidad. Una justificación, lo más breve posible.
3. Desarme: consiste en transmitir calma ante los desafíos e incitaciones de los hijos ofreciendo seguridad en los planteamientos. La mejor fórmula es repetir sus provocaciones. Y la peor entrar al trapo y discutir. Frases que pueden ayudar al desarme pueden ser: «puede que tengas razón…, quizá sea así como tú dices…».
El manejo de las provocaciones
Las provocaciones suelen nacer y mantenerse por las incoherencias adultas. A más incoherencias previas, más provocaciones. ¿Cuántas veces me han dicho «no» y al final ha sido «sí»? ¿Cómo nos va a creer en otras situaciones? Generalmente cuando los hijos provocan, es que algo se ha hecho mal antes.
Los hijos no provocan a sus padres para hacer daño, sino para encontrar credibilidad. La provocación es un intento desesperado de los hijos por resolver el problema y situarse en el mundo. A través de la provocación los hijos comunican a su manera que existen, que quieren ser relevantes.
Lo recomendable es ignorar el argumento de la protesta y atender a la emoción. Es muy difícil no reaccionar emocionalmente. Debemos responder con la mayor empatía posible y como mucho, repetir literalmente el contenido de la provocación con pocas palabras.
La propuesta es la coherencia, la credibilidad, lo previsible. Y si se piensa «no», es aconsejable decir «no». Pero si se dice «no», hay que hacer «no». Lo que se dice, hay que mantenerlo. Y si no se va a hacer, es mejor no decirlo. Los niños que utilizan
la provocación de forma desajustada suelen haber vivido excesiva contradicción entre el «no» que se dice y el «no» que se hace. Es una de las funciones de la memoria. Por eso, hay pocas herramientas psicológicas que resuelvan los conflictos a la primera. Una vez perdida, recuperar la credibilidad cuesta.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Jesús Salido Navarro Nuria Buscató Cancho Isabel Bellver Vázquez-Dodero. Miembros de la Junta Directiva de CEAPA
Más información en el libro: No tengas miedo a decir no, del autor Osvaldo Poli.
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