En ocasiones los padres deben ser toda una enciclopedia sobre salud. Son muchos problemas los que pueden afectar a los más pequeños y que en ocasiones pillan desprevenidos a los adultos. Porque además de resfriados, catarros y gastroenteritis, existen un catálogo más amplio que incluye otro tipo de afecciones como el vértigo paroxístico.
Estos trastornos del equilibrio tienen un origen distinto al de los comunes. Mientras que habitualmente el vértigo se relaciona con problemas con el líquido endolinfático, en estos casos se deben a fallos en la actividad eléctrica del cerebro.
Síntomas bastante claros
En los casos de vértigo paroxístico sus síntomas destacan especialmente por ser tan bruscos tanto en el inicio como en el fin. Es decir, no hay que advierta al niño de que va a padecer uno de estos episodios, ni tampoco que vaya a concluir. Este trastorno se manifiesta como episodios de vértigos, situaciones en las que el niño siente que todo a su alrededor gira y se mantiene inestable.
Por este motivo al niño le da miedo caminar o levantarse del lugar en donde está sentado y su expresión muestra la angustia de esta situación. Los más pequeños también suelen buscar el agarre de algo durante los episodios de vértigo paroxístico o directamente se dejan caer al suelo.
También puede ocurrir que el niño de repente se ponga pálido o se produzca un vómito, e incluso movimientos horizontales de sus ojos. Todos estos síntomas duran unos pocos minutos y el pequeño suele volver a la normalidad con la misma velocidad con la que empezó a sentirlos, aunque es probable que en poco tiempo vuelvan a producirse de nuevo sin previo aviso.
En el caso de la repetición sistemática sin previo aviso, los padres pueden comenzar a sospechar de que su hijo padece vértigo paroxístico ya que este es uno de los síntomas más claros: la reiteración. Será en estos casos cuando habrá que acudir al pediatra para que evalúe el caso y dictamine cuál es la mejor forma de proceder.
Diagnóstico y tratamiento
El vértigo paroxístico es tan común que a menudo no suelen ser necesarias pruebas adicionales para su diagnóstico, basta con la descripción de estos síntomas. Aunque también se aconseja que un neurólogo o un otorrinolaringólogo evalúen el caso con el fin de detectar otros posibles problemas que un pediatra no pueda ver.
Habitualmente no se requiere tratamiento ya que los efectos suelen pasarse con la misma rapidez con la que aparecen. Aunque en aquellos casos en los que los síntomas sean demasiado bruscos o violentos se podrá valorar la posibilidad de administrar algún tipo de medicamento para el control de la migraña, productos que se han demostrado como efectivos en estos casos.
Estos episodios suelen desaparecer 3-4 años después de su inicio. Aunque una parte de los niños que lo han padecido desarrollará migraña en la adolescencia o edad adulta.
Damián Montero
Te puede interesar:
– Remedos contra los mareos de los niños en el coche
– Golpes y fracturas en los niños