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El peligro de sobreproteger demasiado a los niños

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Nuestros hijos tendrán que conquistar poco a poco su libertad, pese a que nos cueste. El peligro de sobreproteger demasiado a los hijos, como hacen los denominados padres helicóptero, es que dificultaremos su despegue y crecimiento en autonomía. Cuando los niños hacen las cosas por sí mismos, su autoestima crece.

Nuestro hijo ya no es un bebé y cada vez somos más conscientes de que crece, y con él su ganas de explorar el mundo. Poco a poco irá siendo más independiente y llegará el día en que tenga que apañárselas él solo. Por eso, tenemos que tener muy claro que aunque nos duela, intentar mantener su dependencia hacia nosotros puede ser perjudicial para él. A partir de estos momentos tendremos que ayudarle, más que nunca, a crecer en todos los sentidos y eso implica, por supuesto, que también lo hagamos en autonomía.

En cualquier caso, es muy normal que tendamos a sobreprotegerle. Lo vemos tan pequeño y desamparado que nos da miedo que pueda pasarle algo. Que el niño se haga un chichón o se raspe las rodillas o los brazos al caerse puede suponer una pesadilla para los padres más sobreprotectores. Pero no nos alarmemos. Tampoco ocurre nada del otro mundo si nos comportamos así, sobre todo si esta actitud se manifiesta principalmente antes de que el niño cumpla su primer año. A partir de aquí, podemos decir que «ya no hay excusas». Nuestro pequeño tendrá que conquistar poco a poco su libertad, pese a que nos cueste

Evita sobreprotegerle: mejor él solo

También es cierto que, en ocasiones, no se trata tanto de exceso de celo como de prisas. Preferimos hacerlo todo nosotros, incluso ponerles los calcetines o la camiseta antes de enseñarles a hacerlo ellos solitos. Y es que somos conscientes de que eso podría suponer que nuestro hijo agotase nuestra paciencia por completo.

Otra razón de que tendamos a protegerle demasiado es que no nos damos cuenta de que nuestra actitud más que beneficiarle, puede terminar perjudicándole a la larga. Quizás nuestro hijo no sea tímido por naturaleza, pero si le tenemos todo el día pegado a nosotros por miedo a que le ocurra algo, es muy probable que el día de mañana no tenga la confianza suficiente como para desenvolverse en un ambiente abierto. O lo que es peor, que etapas como la guardería o el nuevo colegio se le haga más cuesta arriba que al resto de los niños de su edad.

Eso sí, para conseguir que nuestro hijo sea cada vez más independiente, antes debe estar completamente seguro de que sus papás le ayudarán cuando se encuentre en un apuro.

Fomenta su desarrollo: ganará en autonomia



Cuando tome la iniciativa por primera vez, es conveniente animarle a que lo haga de nuevo. Esta es una de las mejores maneras de que el niño aprenda y se estimule intelectualmente. En primer lugar, porque cada día aprende a hacer cosas nuevas utilizando sus manos y su mente. En segundo lugar, porque estas nuevas experiencias, además de ser una forma de «practicar» que le sirven de enseñanza. Todos sabemos que el jabón escuece cuando se mete en los ojos. Pero lo más probable es que nuestro hijo no cierre fuertemente los ojos hasta que una gota de jabón le provoque esta irritación.

Además, cuando hace las cosas por sí mismo, estamos ayudándole a que su autoestima crezca. Saber que hay ciertas actividades que puede hacer solo, como atarse los cordones o partir en trocitos la tortilla, le proporciona seguridad en sí mismo. De este modo, descubre poco a poco cuáles son sus posibilidades, de qué es capaz, y esto le hace mejor cada día.

Aunque sea pequeño, está madurando, y este es el auténtico camino que le hará libre, responsable y capaz de enfrentarse a las dificultades de la vida en el futuro.

Ya eres mayor

De este modo, podemos explicarle que ya es mayor para que lo hagamos nosotros todo y por lo tanto, debe comenzar a asumir sus responsabilidades y dejar atrás sus miedos. A partir de los 4 años, por ejemplo, puede hacerse cargo de su aseo, jugar sin demasiado peligro en el parque o mantener cierto orden en su habitación, aunque pueda ser necesario que se lo recordemos o supervisemos cómo hace las cosas. Además de todo un reto para él, puede constituir una diversión que llevará a cabo con agrado si los padres sabemos hacer que lo vea así.

Pero, para alcanzar con éxito este nivel, hemos de comenzar a trabajar con él desde pequeño. Motivándole, animándole a realizar pequeños esfuerzos como subir o bajar escaleras, evitando meterle miedo en el cuerpo cada vez que se sube a un tobogán aunque sepamos que se pegará un buen «culetazo». Algún moratón o chichón no tiene que suponer para nosotros una preocupación, ya que el niño aprenderá por sí solo a tener cuidado para no hacerse daño.

Aprender de la experiencia

Eso no quiere decir que no le vigilemos de lejos o que no establezcamos unos cuantos límites razonables. Para hacerlo podemos empezar observando atentamente a nuestro pequeño, así no nos será difícil descubrir qué es lo que puede hacer y lo que no, dónde hay algún peligro real y donde no.

El objetivo es no desanimarle por mucho que tarde o aunque sea un poco torpe y se caiga constantemente de los columpios. De nuestro apoyo, paciencia y cariño dependerá que el niño se esfuerce en superarse a sí mismo. Los primeros días, por ejemplo, es probable que al cepillarse los dientes no pueda evitar que su cepillo gotee en el suelo, pero pasado un tiempo no sólo será un experto, sino que además, estará un poco más preparado para salir de casa a pasar un fin de semana en la de sus abuelos sin que éstos tengan que estar todo el día pendientes de él.

Además, es bueno que aprenda de sus propios errores. De ellos no sólo extraerá conclusiones útiles, sino que también perfeccionará su forma de hacer las cosas. Se trata en definitiva, de delimitar lo que puede y no puede hacer realmente. Ni enseñarle a patinar antes de que sepa andar, ni cortarle el filete eternamente a la hora de la comida por miedo a que se haga un pequeño corte. Aunque nos gustaría que no creciesen nunca, hemos de asumir que al fin y al cabo es por su bien.

Teresa Pereda

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