La violencia de género a través de internet y las redes sociales está aumentando progresivamente. También conocida como «ciberviolencia de género» hace por sí sola tanto daño o más que el físico, ya que, por un lado, traspasa el ámbito personal y, por otro, participan dos factores propios de las redes sociales, como son la viralidad y la perpetuidad de los mensajes. Ahora bien, ¿qué efecto tiene esta violencia en los niños?
La violencia de género, una lacra social a nivel mundial
Numerosos estudios se han realizado sobre la violencia de género, métodos de abordaje, campañas de concienciación y sensibilización, y aspectos regulatorios sobre este fenómeno, que constituye, hoy en día, una auténtica lacra social en todo el mundo.
En este sentido, cabe destacar como enmarca este tipo de violencia la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.), en su Declaración sobre Eliminación de la Violencia contra las Mujeres (20 de Diciembre de 1993) y que define del siguiente modo: «Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada»
Así pues, entendemos la violencia de género como un sometimiento y sumisión física y/o psicológica de la mujer, quien no sabe o no puede defenderse de su maltratador, debiendo tener presente la existencia de numerosas circunstancias que generan tales situaciones e incluso agravan.
El maltrato psicológico a través de Internet y las redes sociales
Por otra parte, hay que tener en cuenta que una de las caras de este tipo de violencia es el maltrato psicológico, menos visible que el físico, pero que genera un fuerte impacto emocional en la víctima, en muchas ocasiones incluso más grave que la propia violencia física.
En este sentido, el agresor pone énfasis en este último tipo de violencia mediante un control y hostigamiento de la mujer a través de la Red, utilizando todos los medios que la tecnología le permite: whatsapp, programas espía para controlar a su pareja y todo un sinfín de maniobras de manipulación.
Nos encontramos, por tanto, ante casos de ciberacoso, un tipo de acoso en el que el agresor se vale de las nuevas tecnologías para el hostigamiento de la mujer. Se reflejan todo tipo de conductas que incluyen humillaciones, amenazas, insultos,* con el objetivo de hacer un daño deliberado a la víctima, que, en muchos casos, no sabe cómo defenderse, ocasionando consecuencias destructivas en su autoestima.
Por tanto, el agresor persigue un objetivo muy claro con este tipo de conductas: el aislamiento social de la víctima, que ya no sólo consigue de manera física sino ahora también a través de internet; de esta manera, la víctima ni tan siquiera dispone de estos espacios digitales para refugiarse, ya que el agresor controla todos sus movimientos, incluso en este medio, esto es lo que se denomina «ciberpersecución».
El efecto de la violencia de género en los niños
¿Cómo puede afectar la existencia de este tipo de violencia doméstica intrafamiliar en los hijos?
No cabe duda, que este tipo de situaciones no ayuda a la educación en valores ni buena convivencia familiar. Efectivamente, existen numerosos estudios que confirman que los agresores, ante los episodios de ira y estallido de violencia, no controlan de ninguna manera ni minimizan sus efectos en presencia de sus hijos, que son testigos mudos de lo que está ocurriendo, muchas veces incapaces de reaccionar ante estos hechos.
Obviamente, este tipo de comportamientos por parte de la figura paterna, repetitivos y continuados en el tiempo, pueden generar en el menor un efecto de alineación parental, similar al llamado «Síndrome de Estocolmo», en el que la persona secuestrada muestra síntomas de comprensión, estima e incluso justificación hacia su secuestrador.
El proceso psicológico en los niños: conversión y repetición
Esto obedece, a un complejo proceso psicológico en el que el menor va asumiendo que con el empleo de la fuerza, la agresividad y el control se consiguen resultados, llegando incluso a menospreciar a la madre, aceptando y consintiendo lo que le ocurre, a quien considera débil por no defenderse y plantar cara ante este tipo de agresiones.
Proceso psicológico que, por otra parte, para que llegue a buen término y se produzca esa auténtica transformación del menor, es necesario que éste presente una serie de características, rasgos y personalidad psicológica, que transiten a ese cambio.
1. Conversión. Si esto finalmente se produce, la conversión del menor es un hecho y acabará convirtiéndose en un nuevo agresor, repitiendo estos patrones aprendidos y pudiendo llegar a mortificar u hostigar por estos medios tecnológicos a sus compañeros o compañeras de clase.
2. Repetición. Así pues, con estos condicionantes y condicionamientos familiares, el menor repite las actitudes y conductas observadas durante largo tiempo en la figura paterna; aspectos tan normales y cotidianos para él, como por ejemplo la difusión de comentarios ofensivos, insultos, amenazas e incluso comportamientos que pueden resultar más sutiles, como espiar el móvil de la pareja o ejercer algún tipo de control accediendo al perfil de las redes sociales, sin el consentimiento de la mujer.
Todo ello, lógicamente, obedece a que el menor, bajo estas circunstancias, percibe este tipo de comportamientos como normales y desconoce que el respeto a la intimidad, dignidad y a la imagen es un derecho primordial en cualquier ámbito.
Ricardo Lombardero. Abogado, Mediador y Coach. Cofundador de Lomber Soluciones Cyberbullying
Te puede interesar:
– La violencia doméstica: cuando las víctimas son los niños
– Aumenta el uso de aplicaciones espía entre los más jóvenes
– Cómo proteger a los niños de la violencia