Se sienten enfermos, van a un lugar desconocido y se encuentran con una persona enfundada en su bata blanca que utiliza aparatos raros y fríos que no entienden. En la creativa mente de un niño es normal que una visita al médico suponga la aparición de un episodio de miedo.
El reto está en conseguir que entiendan que los médicos son sus aliados y no unos enemigos que van a provocarles daño. Hacer que comprendan que pese a las posibles molestias, estas personas van a aliviar sus dolencias, es algo fundamental que deben asegurar todos los padres.
El médico nunca es castigo
Un error cometido habitualmente en los hogares de la anterior generaciónes decir al niño que o se porta bien, o se le lleva al médico para que le ponga una inyección. No es de extrañar que en esta situación el menor vincule la visita al pediatra con algo traumático y que es resultado de un mal comportamiento. En realidad los más pequeños deben aceptar que acudir a un especialista es algo necesario para ponerse bien.
A los padres toca también velar porque la visita al pediatra sea lo más amena posible. Antes de salir se les puede explicar brevemente que está malo y que van a visitar a una persona que seguro los ayudará. Es decir, cambiar las tornas y no hacer ver al médico como un castigo sino como todo lo contrario: un amigo necesario a lo largo de la vida. Podemos utilizar material disponible en youtube que está adaptado a los niños y les explica el funcionamiento del cuerpo humano.
Contacto con el pediatra
Otra de las técnicas que ayudan a perder el miedo a los pediatras es que los niños vean en ellos algo cercano. Cuanta mejor relación haya con el médico mejor. Si por casualidad se encuentra por la calle a este especialista, saludarlo como una persona cercana a la familia ayudará a que el niño lo vea como alguien en quien confiar.
Que el niño sepa el nombre de su médico es también muy importante ya que esto ayuda a que deje de ser un desconocido para él. Además que el pediatra también se dirija al menor en un tono amable y conciliador es muy importante para mejorar la relación entre ambos.
Dejar que hablen
Como cualquier otro paciente, es quien padece este dolor quien mejor puede explicar al médico lo que le ocurre. Cuando se acuda al médico se le debe permitir hablar sobre sus síntomas, esta técnica también ayudará a fomentar el vínculo entre el niño y su pediatra. Cuando el menor termine de hablar, los padres podrán aportar toda la información que haya faltado o que su hijo no haya sabido explicar correctamente.
Para normalizar la situación también es recomendable que cuando los adultos tengan que ir al médico, estos no den síntomas de miedo o desgana. Los padres deben ser el mejor referente en este sentido y mostrar a sus hijos que estas visitas son algo típico y la única forma de curarse cuando se sienten mal. Si es un simple chequeo y no un problema grave, que los niños acudan con sus progenitores al centro de salud es una buena forma de que pierdan este miedo.
Una vez que termine la consulta médica, si se han portado bien, los padres deben transmitir lo orgullosos que se sienten por esta actitud demostrada. En caso contrario, nunca hay que regañarles o enfadarse, habrá que explicarle tranquilamente que no ha ocurrido nada y que esta visita era imprescindible para curarse.
Damián Montero
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