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Depresión en adolescentes: cómo detectarla y tratarla

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La Asociación Española de Pediatría, AEP, estima que en torno al 4% de los adolescentes en nuestro país padecen algún tipo de proceso depresivo. La depresión tiene graves efectos sobre la vida del adolescente que se ve atrapado en esta situación durante una época de cambios en la que muchas veces está perdido. Una afección que puede alterar su vida académica y hacer que acabe aislado en este mundo de tristeza y melancolía del que tan difícil es salir.

Por qué se produce la depresión

Una de las preguntas más frecuentes en padres es: ‘¿por qué mi hijo está deprimido?’ A menudo los adultos no pueden alcanzar a entender los motivos por los que de repente un adolescente está tan triste y apagado. Los pediatras advierten de que las causas para que aparezcan estos problemas son muy diversas y pueden abarcar varios motivos, desde la predisposición genética, hasta factores ambientales.

La probabilidad de que un adolescente padezca depresión se multiplica por cuatro cuando alguien en su familia ha padecido estos problemas. Los pediatras también afirman que sucesos tan trágicos en la vida de los jóvenes como la pérdida de un ser querido, la desestructuración familiar, dificultades en los estudios o el acoso escolar también pueden acabar haciendo mella en su estado de ánimo y acabar desembocando en un proceso depresivo.

Cómo detectar la depresión en adolescentes

En muchas ocasiones los padres tardan en darse cuenta de que sus hijos tienen depresión. Sin embargo si se aprecian algunos cambios en la actitud de los adolescentes, es posible detectar este problema en sus primeros estadios. La AEP recuerda a los padres estas variaciones como las más importantes:

Irritabilidad, cualquier cosa le molesta y por ello tiene graves enfados-Tristeza, llanto frecuente y repetido a lo largo de los días.

– Sentimientos de inutilidad, el adolescente cree que no sirve para nada.

Ya no se ríe tanto con lo que antes hacía y su actitud frente a las actividades que antes le gustaba ha tomado un tono negativo.

Cansancio regular, aun cuando duerme las horas necesarias.

– Ya no pasa tanto tiempo con sus amigos, se recluye en su mundo y evita las salidas con sus amigos.

Se echa la culpa de todo lo malo que ocurre en casa.

– Se queja de que le duelen zonas del cuerpo y no existen evidencias médicas de problemas.

– De repente empieza a sacar malas notas y tiene dificultades para concentrarse.

Menos apetito. También puede suceder al contrario ya que muchos adolescentes encuentran en la comida un consuelo.

Cómo tratar la depresión

Si se ha observado alguno de estos síntomas o varios de ellos, en primer lugar los padres tendrán que hablar con el adolescente. Buscar un momento en el que sentarse con él y explicarle que siempre va a encontrar apoyo en la familia, con quien puede desahogarse y contar todos sus sentimientos. También conviene recordarle que él no es el culpable de los males que suceden a su alrededor y que no puede vivir con ese sentimiento.

El siguiente paso será pedir cita con un especialista para que este sea el que hable con el niño y vea hasta qué punto el adolescente está afectado por esta depresión. Será este médico quien decida el tratamiento correcto, y cuanto antes se empiece este, menos se complicará este problema y menos efectos negativos tendrá sobre la vida del joven.

Este tratamiento dependerá de la edad del adolescente, el número de síntomas presente y de si ha habido o no antecedentes familiares. Los medicamentos que se utilizan para tratar estos problemas normalmente son los antidepresivos de tipo ISRS, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, que son muy seguros. También se puede recurrir a la psicoterapia de tipo cognitivo-conductual.

Este tratamiento se basa en la idea de que los pensamientos negativos erróneos desencadenan comportamientos de igual signo, y son responsables de los síntomas depresivos. El objetivo es descubrir esas ideas y corregirlas, para modificar el comportamiento. Se puede hacer de forma individual o en grupo, y su duración suele ser de 2 o 3 meses .

Damián Montero

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