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Discotecas: el descubrimiento de los adolescentes

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¿Tiene madurez un chico o chica de 14 años para asistir a una discoteca? El momento, tarde o temprano, acaba llegando. Los adolescentes piensan que la discoteca será un buen sitio en dónde podrán conocer nueva gente, incluso al amor de su vida. Cuando esta decisión se traslada a los padres puede llegar a ser un problema, tanto si se produce una excesiva permisividad como si hay una absoluta prohibición. Ambos extremos pueden ser contraproducentes.

La gran evasión de las discotecas para los adolescentes

Las discotecas Light están concebidas para adolescentes de 14 a 17 años, en sesiones de tarde de 18:00 a 22.00 horas aproximadamente. Por ley, está prohibido el consumo y venta de alcohol y tabaco. En la discoteca siempre es de noche. En ella muchos adolescentes creen encontrar la libertad recién descubierta y la quieren estrenar a toda costa. Pueden bailar, charlar, conocer gente, experimentar nuevas sensaciones, estrenar experiencias… sin poner nada en juego.

Las luces relampagueantes anulan la vista; la música estridente, el oído; el alcohol (si beben fuera o dentro si alguno lleva una petaquita), el gusto y el habla; el ambiente cargado, el olfato; y la aglomeración de cuerpos, el tacto. El desajuste de los sentidos obnubila la razón, la comunicación se hace imposible, se habla a gritos y el contacto físico sustituye a las palabras. Pero también, el chico o la chica descargan adrenalina y se lo pasan muy bien.

Hay quienes en la discoteca consiguen experimentar un increíble proceso de transformación: tímidos que se vuelven osados, solitarios que se ven acompañados, antipáticos que parecen simpáticos, inocentes que pierden la inocencia, rechazados que son aceptados, mojigatos que resultan audaces y fracasados que consiguen triunfar.

Discotecas: algo más de lo que parece

Salir a la discoteca en una tarde de viernes o sábado, puede presentarse como un sencillo plan entre amigos que se reúnen para bailar y beber unos refrescos. Pero también debemos estar al corriente de lo que se pueden encontrar.

No debemos olvidar que algunos empresarios del ramo de la diversión han descubierto, en los chicos y chicas adolescentes, un mercado fácil y amplio para colocar sus productos. Alrededor de este mercado se han ido formando submercados como negocios alternativos, marginales o que están fuera de la legalidad. Muchas veces éstos están relacionados con el mundo del sexo y de la droga.

En ocasiones, en estos lugares han sido donde por primera vez se ha probado el porro, por ejemplo. El local, en sí mismo, no ofrecerá este tipo de substancias, pero los interesados en venderlas saben que allí encontrarán un amplio público a quienes darlas a conocer. Algo parecido pasa con el alcohol, que a pesar que en muchos locales está prohibido, el consumo se produce igualmente.

Otro aspecto que se debe conocer es que en muchas discotecas dirigidas a jóvenes suele haber espacios reservados para encuentros íntimos, habitualmente en salas apartadas, en las que se disponen sofás ambientados bajo una cálida luz que propicie el encuentro.

El negocio de las invitaciones de la discoteca

Por otra parte, la discoteca se puede convertir en una obsesión para los chicos, no solo como forma de divertirse, sino para ser «alguien» delante de los demás. Algunos chicos, después de frecuentar una discoteca, aceptan ser promotor del local y repartir un buen número de invitaciones entre sus colegas. Éstas son propagandas de fiestas y entradas más baratas para asistir. A cambio, tienen derecho a no pagar la entrada. Así se convierten en los «hombres de confianza» del local y ante sus compañeros adquieren un rol que les da importancia. 

Mientras para según qué temas nuestros jóvenes van muy por delante de los adultos, para según que otras cosas, son inmaduros e irresponsables. Cuando el fin de semana se convierte en una obsesión, fácilmente se empiezan a perder los hábitos de estudio y la preocupación por sacar buenas notas, la relación con los padres se vuelve agria y distante, y los amigos son el cobijo para compartir secretos y contrastar las experiencias vividas. Por otra parte, aparece una excesiva preocupación hacia la propia imagen. Todo lo que tenga que ver con el fin de semana se cuida con esmero, a la vez que todo lo otro se va aparcando progresivamente.

Lo que nuestros hijos tienen que entender es que las discotecas no pueden ser la única forma de ocio que conocen. La discoteca, como plan exclusivo de fines de semana obsesiona, obstruye la agilidad mental, atrofia las capacidades físicas y termina aburriendo. Hay que echarle imaginación y creatividad para buscar distintas formas de divertirse.
Por otro lado, ir esporádicamente a una discoteca conocida, de la que nos hemos informado y hemos visto el ambiente en su web, puede ser positivo para su proceso madurativo y de socialización.

Pilar Guembe, coautora de No se lo digas a mis padres explica en relación a las discotecas, que todo depende de la actitud y preparación que tengan nuestros hijos. Habrá quien será más influenciable y la discoteca le llevará a la deriva, pero también estará aquel chico o aquella chica que tiene las cosas claras, que sabe lo que hay y que no se dejará manipular, sino que utilizará la sala de fiestas para divertirse de forma saludable.

Discotecas: 7 consejos para padres

Antes de ir a la discoteca, acuérdate de hablar con tus hijos de estos asuntos:

– Informarles sobre lo que se pueden encontrar: alcohol fuera y dentro, droga, chicos o chicas que piden «rollo» fácil etc. Hacer un plan para saber enfrentarse a estas situaciones sin causarles un alarmismo innecesario.
– Aumentar la confianza llevándoles a la discoteca. Turnarnos con los padres.
– Saber siempre a qué local van y dónde está.
– Ver con ellos el dinero que necesitan, lo que cuesta la entrada, si van a tomar una hamburguesa antes etc.

Después de la discoteca, hay pasos que no os podéis perder:

– Recogerles en la discoteca. Además de vigilar el ambiente (aunque sea de lejos) y de conocer a sus amigos, en ese momento os van a contar lo qué ha pasado, si se han divertido, el tipo de gente que había dentro etc., es el mejor momento para la charla.
– Si les recogen otros padres, nada más llegar a casa que os van entusiasmados para que lo primero de todo, os cuenten todas sus experiencias.
– Pactar siempre un horario de llegada. Negociar las salidas nocturnas de tu hijo adolescente y establecer un pacto y sanciones por su incumplimiento.

Oscar A. Matías. Profesor de Educación Secundaria

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