La primera situación escolar en la que los niños se ven sometidos a presión es el aprendizaje de la lectura. A los siete años todos los niños están preparados para aprender a leer, pero a los 4 años, que es la edad tradicional en las escuelas españolas para comenzar con las vocales, no todos tienen el grado de madurez necesario. Sin embargo, es posible iniciar a los niños en la prelectura con pautas para desarrollar la capacidad de leer.
A los cuatro años, los niños están en una etapa en la que otras habilidades son más fundamentales, así la psicomotricidad, la socialización o el juego simbólico, y el pensamiento mágico tiene en ellos más presencia que la lógica.
Aprender a leer: ¿está preparado?
Para que los niños puedan desarrollar la capacidad de leer y la comprensión lectora se combinan factores de órdenes muy diferentes:
1. Fisiológicos como la lateralización, visión y audición, que se desarrollan gracias a actividades motoras y sensoriales.
2. Psicológicos como la adquisición de un buen esquema corporal y orientación espacial.
3. Cognitivos como simbolización y conceptualización.
4. Emocionales como la motivación.
5. Ambientales como la presencia de estímulos escritos.
Por este motivo, hay países como Finlandia o sistemas pedagógicos como el Waldorf que no presentan la lectura hasta los 7 años, y en cambio multiplican las oportunidades de experimentar sensaciones, de explorar el espacio y el movimiento, de aprender por gratificación intrínseca, y de enriquecer el entorno.
Prelectura: cómo desarrollar la capacidad de leer
La prelectura es un proceso que pretende desarrollar la capacidad de leer de los niños mediante la motivación a través del entorno preparado. Se trata de elegir dentro del hogar un lugar en el que se guardan objetos de cada una de las personas de la familia. Pueden ser cajones, zapateros… Si no se tiene nada semejante se puede idear, por ejemplo, una taza para beber agua o el lugar donde se cuelga el cepillo de dientes. Lo importante es que sea una ubicación fija y que el contenido pertenezca claramente a cada miembro de la familia.
En estas ubicaciones situaremos un letrero con el nombre de la persona a quien pertenece, con especial importancia «papá», «mamá» y el nombre del pequeño. La elección de las palabras es afectiva y cognitiva.
1. En el aspecto afectivo, el nombre propio, la inicial del nombre propio y «mamá» y «papá» son las palabras de mayor carga afectiva positiva. Imaginemos un cajón lleno de iniciales, ¿no sentiremos, al ver la de nuestro nombre, que es la «nuestra»?
En cuanto al misterio de las palabras escritas, pongámonos en el egocéntrico punto de vista de un niño de tres años (poco menos que el nuestro). ¿Qué siente un niño al saber que ese galimatías es el «suyo», su «nombre», es decir, la palabra más importante de su mundo? Sin duda son las letras y palabras más atractivas para despertar la curiosidad del pequeño.
2. En el aspecto cognitivo, «papá» y «mamá» tienen una serie de características inigualables. La conciencia silábica es anterior a la fonética, por lo que presentar palabras con sílabas repetidas es el estímulo más sencillo de conciencia silábica. Pero además son dos palabras que repiten la vocal y cambian la consonante, por lo que facilita la conciencia fonética, más difícil de adquirir. Unidas a las sílabas y letras del nombre del niño, serán un conjunto perfecto para la iniciación.
Las características de los carteles para la prelectura
La neurociencia ha confirmado que la claridad en la percepción facilita el procesamiento cognitivo. Por eso al escribir, buscando la máxima claridad, utilizaremos letras grandes y gruesas con el máximo contraste, en rojo sobre blanco o en negro sobre blanco.
Además, las letras deben ser modelo inglés, es decir caligráficas y separadas. Caligráficas significa tan parecidas como sea posible a las letras que primero aprenderán a leer y escribir. Y separadas para facilitar la identificación de los grafemas, que en la letra hilada se hace más complejo.
Una vez nuestro hijo ya se ha interesado por los carteles de casa y parece reconocer las letras, si queremos ir un poco más allá, podemos añadir la letra «o», que es redondita como nuestra boca, y la «s» que es ondulada como una serpiente, que son las dos letras más intuitivas por ser casi pictográficas. Se las podremos enseñar pronunciándolas y dibujándolas al tiempo que hacemos el movimiento correspondiente con nuestro cuerpo y manos: la «o» recorriendo el círculo de nuestra boca y la «s» dibujando en el aire con las manos. Combinando estas letras nuestro hijo podrá leer muchas palabras y habrá alcanzado un altísimo nivel de abstracción, además del simbolismo.
Si logra esto, no lo dudemos: una vez ha aprendido la correspondencia entre un sonido y un dibujito y entre una serie de símbolos y un concepto, no tendrá dificultad en aprender cuantas letras tenga el alfabeto y en hacer lectura comprensiva.
Os deseamos mucha suerte en la experiencia y mucho asombro cuando vuestro hijo viva el milagro de aprender a leer, sea a la edad que sea.
Elena Horno. Consultora de Innovación Educativa. Fundadora de Crianza Con Sentido y de La escuelita de Arturo Soria.
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