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Cómo extraer rédito educativo a las extraescolares deportivas

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Elegir como actividad extraescolar un deporte va mucho más allá de entretener por unas horas a nuestros hijos entre semana o darles la adrenalina de los partidos en los fines de semana. El deporte esconde valores que les harán crecer y enfrentarse mejor a los retos de la vida.

Resulta chocante encontrar a padres que no terminan de entender que la finalidad de la práctica deportiva dista mucho de un mero «tener contento al niño» o un irreal «descubrir al nuevo Messi o Cristiano Ronaldo». Pero ‘haberlos hailos’. Escuchaba con sorpresa hace unos días a una madre de esas que nos enseñan a ser mejores madres -si tratamos de hacer lo contrario de lo que hace-. Se quejaba de que su hijo no terminaba de encontrar un deporte porque a él lo que le gustaba era jugar, pero no entrenar. Y resulta que la clave educativa de las extraescolares está, precisamente, en el entrenamiento.

El rédito educativo de las extraescolares deportivas

Foto: ISTOCK 

Claro que jugar es importante. Es más, creo que es fundamental huir de una cierta ñoñería que endulza la derrota bajo frases como «lo importante es participar» o «todos ganamos». Y, por supuesto, no podemos caer en el lado contrario, que es el de «padre-entrenador» que no deja en paz a sus retoños con la esperanza de que lo mantengan cuando sean jugadores de élite. Pero en ese punto medio en el que está la virtud, es bueno que los hijos aprendan que para ganar tenemos que superarnos a nosotros mismos y que solo gana uno, los demás pierden.


Pero la clave educativa está en las tediosas tardes de aburrido entrenamiento, no en las gloriosas mañanas de partido. Es en la rutina donde se forja el carácter.


Allí nuestros hijos adquieren el hábito de la disciplina. Y lo adquieren sin demasiado esfuerzo. De hecho, todos hemos comprobado cuán exigentes pueden llegar a ser los entrenadores, tan tajantes en sus decisiones, mucho más duros que nosotros como padres y, sin embargo, ¡nuestros hijos quieren volver a entrenar! Cuando han paladeado los sabores que nacen de los sinsabores del sacrificio y el esfuerzo, ya no querrán dejar de entrenar. Habrá días de angustia, con demasiados deberes, de frustración por las derrotas del equipo, pero los más serán de alegrías, de compañerismo, de lucha titánica contra nuestro mayor enemigo: nosotros mismos.

El deporte ayuda a vivir en comunidad, sobre todo si es de equipo, a conocer y aceptar los propios límites y, sobre todo, a descubrir que esos límites están mucho más lejos de lo que intuíamos si aplicamos el esfuerzo suficiente.

Por eso la clave del deporte está en el día anodino en que los estudiantes se hartan a dar vueltas al patio sin tocar el balón o hacen ejercicios que los dejan agotados sin haber jugado ni un mísero partidillo. La clave está en los días en los que el suelo se derrite bajo sus pies o el aire llega congelado y nosotros los mandamos con más miedo que ganas a «sufrir» para descubrir que no han sufrido en absoluto. Y funciona. Aquí sí, lo importante es participar.

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