Para muchos, juventud es sinónimo de nuevas tecnologías, móviles, Internet y videojuegos, como si fueran connaturales a este mundo interactivo. Sin embargo, tal y como ha investigado la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), hay una serie de estereotipos que no se corresponden con la realidad; al igual que hay jóvenes que hacen un buen uso de las nuevas tecnologías y de internet, también los hay que no emplean estas herramientas de la mejor forma.
Lo que cuenta, en definitiva, es saber usarlas con sentido crítico. Saber sacar el mejor partido a las nuevas tecnologías y a internet, que pueden ser unas buenas aliadas aunque también en algunas ocasiones pueden terminar por crear una adicción y una dependencia a estos servicios. Un buen ejemplo lo encontramos en el servicio de mensajería instantánea WhastApp que pone en contacto a personas de distintos lugares de todo el mundo pero que puede terminar por convertirse en una aplicación sin la que muchos jóvenes no saben vivir.
Estereotipos falsos
En primer lugar, se presupone una serie de capacidades prácticamente innatas en los jóvenes para usar estas tecnologías. Algo que se ha visto que no es cierto, pues su capacidad depende prácticamente del entorno tecnológico en el que se mueven. Es decir, si tienen o no ordenador en casa, si cuentan o no con amigos «conectados» y que sus conocimientos sobre el tema. De hecho, se observan importantes lagunas en la formación sobre nuevas tecnologías tanto en la familia como en la escuela: no hay nadie que enseñe, no tanto su aspecto técnico, sino a usarlas con sentido crítico.
También se afirma que las tecnologías consiguen igualar las diferencias, pues permiten a todos el mismo acceso a la información. Una utopía como tantas otras, según demuestran los estudios, pues ocurre más bien lo contrario: se producen importantes brechas generacionales (no solo entre adultos y jóvenes, incluso en tramos de edad muy cercanos) y brechas educativas (quienes crecen en un ambiente tecnológico, con posibilidad de conexión, etc.), que hace que ese mundo ideal no parece que exista en la realidad.
Tampoco es cierto que las nuevas tecnologías se utilicen básicamente para formarse, como aparecen en muchos anuncios de televisión: el clásico joven universitario conectado a Internet para buscar información y aprender. Según afirman los propios jóvenes, las nuevas tecnologías se usan fundamentalmente para el ocio y para relacionarse. Aunque también es cierto que a mayor edad y estabilidad, más uso formativo hacen de estos medios.
El smartphone, el Rey
Como se ha demostrado en los diferentes estudios, los propios jóvenes establecen una especie de jerarquía de nuevas tecnologías. En primer lugar, hablan del smartphone como ganador absoluto y apuntan a que, sin duda, es lo más básico y generalizado. De hecho, aproximadamente el 80% de los jóvenes españoles de 12 años ya poseen un teléfono inteligente.
Su uso masivo se produce porque es el instrumento que posibilita una conexión continua: «siempre disponible, si me interesa». Por otra parte, la mensajería instantánea es el medio de comunicación más barato y desinhibido. Paradójicamente, el móvil no se usa fundamentalmente para hablar, sino para quedar, pasa saber y hacer saber a los amigos que se está ahí, enviar fotos y vídeos graciosos, etc.
Acerca de Internet, los jóvenes, al igual que los adultos, mantienen una fantasía: al hablar de la red, piensan que se puede encontrar todo dentro de ella. Los jóvenes lo creen útil para el ocio (juegos on line, por ejemplo), trabajo (envío de currículum), estudio (búsqueda de información) y para relacionarse (chat y foros).
Sentido crítico
Ante el aura mágica que tienen Internet y las nuevas tecnologías, urge más que nunca tener un sentido crítico ante la información que nos llega por tantos canales y el uso que hacemos de la red. En el fondo, no nos preocupa tanto saber usarlas técnicamente, como saber usarlas bien y con responsabilidad, y eso es algo que no se está enseñando en los colegios ni en los institutos o universidades ni siquiera dentro de la familia.
Dadas las características de la sociedad actual urge convertirse en un pensador crítico que no se deja llevar por los cantos de sirena del mundo tecnológico que tantas opciones nos ofrecen y un mundo repleto de conocimientos que en ocasiones no son del todo ciertos. Estos son algunos consejos para desarrollar un pensamiento crítico:
– Utilizar fuentes de información creíbles. No porque aparezca en una página en Internet significa que eso sea verdad. Internet no es un mundo idílico donde solo la verdad tiene cabida: piensa, por ejemplo, que si una página no aparece en google muy pocas personas la verán, y, al contrario, existen modos de hacer que tu página sea de las primeras en cualquier buscador.
– Analizar los argumentos. No dejarse llevar por los prejuicios ni por las emociones, sino identificar las razones que se afirman (y las que se esconden). Muchas veces, las supuestas informaciones son meros altavoces de intereses comerciales o ideológicos.
– Formular y responder preguntas de clarificación: ¿Por qué? ¿Cuál es la idea principal? ¿Qué quiere decir realmente con….? ¿Cuál sería un ejemplo de ello? Los comentarios de los foros, aunque muy espontáneos, tienen sus propias intenciones y prejuicios; al igual que algunas informaciones y la jerarquía que estas siguen dentro de una web.
– Mentalidad abierta. Todos tenemos prejuicios, y hay que saber que los tenemos. A veces, nos cerramos a diversas opiniones y contenidos por un miedo al cambio. Pero hay que saber cambiar cuando tengamos nuevos datos.
– Buscar alternativas. No hay que basarse únicamente en Internet para acceder a la información. Un ejemplo: ahora es factible descargarse cualquier película de la red, pero eso no sustituye al disfrute de una buena sesión cinematográfica, en un ambiente adecuado y con la compañía perfecta. Muy probablemente, aprenderemos más de la vida, sacaremos mucho más jugo viendo así una buena película.
Ricardo Regidor
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