El niño, de repente, deja de hacer lo que estaba haciendo. Como si se quedara congelado. Es algo breve, apenas dura unos segundos, pero tiene nombre propio: crisis de ausencia. Se trata de un tipo concreto de crisis epilépticas que también se conocen como ‘petit mal’. Aquí te contamos todo lo que necesitas saber sobre ellas.
Las crisis de ausencia suelen comenzar cuando los niños están en edad escolar, normalmente entre los cuatro y los nueve años. Según explican desde la Asociación Española de Pediatría, AEP, estos episodios son más frecuentes en niñas. Es de destacar, asimismo, que los niños que se ven afectados por los ‘petit mal’ suelen tener una exploración y un desarrollo normales.
¿Por qué se producen las crisis de ausencia?
Las crisis de ausencia se deben «a un desequilibrio en los neurotransmisores cerebrales (sustancias químicas que median los impulsos eléctricos en el cerebro), posiblemente con una base genética», explican los pediatras, que matizan que estos episodios suelen remitir con la edad. Eso sí, «precisan tratamiento farmacológico durante largos periodos», agregan.
Lo más llamativo de estas crisis de ausencia es que el niño no responde si se le llama o se le toca. Así lo describen los expertos: «se trata de episodios muy breves, de pocos segundos de duración, en los que el niño bruscamente deja de hacer lo que estaba haciendo, como si se quedase congelado, desconectado».
En ocasiones, estos episodios «se acompañan de movimientos automáticos y sin propósito de las manos (como si manipulara algo), de la boca (como si chupase o tragara), de los ojos (parpadeo)», agregan los pediatras, que mencionan que cuando el episodio termina, el niño suele volver a hacer lo que estaba haciendo «como si no hubiese pasado nada». Otra característica de estos episodios que nos pueden dar pistas: suelen repetirse muchas veces al día.
¿Cómo diagnosticar los ‘Petit mal’?
Los pediatras explican que es esencial que los padres tengan una correcta historia clínica del niño. En este sentido, a la hora de diagnosticar hay algo que ayuda mucho a los médicos: la existencia de vídeos caseros en los que se puedan ver los episodios. Una vez se tiene sospecha fundada, el diagnóstico definitivo viene de mano de un electroencefalograma en el que se demuestre el patrón característico de las ausencias.
Hablar aquí de «las ausencias» en general no tiene sentido, pues no todas son iguales. Las que hemos hablado hasta ahora son las conocidas como ‘ausencias típicas’, pero hay otras, las ‘atípicas’, que siguen unos patrones diferentes. Estas últimas «se asocian a otros cuadros epilépticos más graves y se pueden acompañar de retraso en el desarrollo o déficit cognitivo», alertan los pediatras.
¿Cómo tratar las crisis de ausencia?
Las crisis se dan en la edad escolar, por lo que pueden tener importantes consecuencias en el desarrollo y el aprendizaje del niño. Es por ello que deben ser tratadas con la seriedad necesaria. Según aconsejan los pediatras, estos episodios tienen un tratamiento con fármacos antiepilépticos.
El tratamiento puede durar entre uno y dos años, dependiendo del avance del niño y sus características propias: serán los pediatras y médicos especializados los que determinen cuándo se puede iniciar paulatinamente la retirada de la medicación, una vez que los episodios hayan acabado.
Damián Montero
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