La tendencia natural de pertenecer al grupo, de establecer lazos afectivos con las personas que nos rodean, nos lleva a la necesidad de agradar a los demás. Esta actitud es fundamental para socializar, en cierto modo, puede ser positivo, y favorece las relaciones e interacciones. Pero también puede convertirse en una obsesión.
Cuando los intentos de agradar a los otros son excesivos, llegando a superar las propias necesidades, y los propios gustos e intereses, puede ser perjudicial para la persona y traer consigo consecuencias negativas para el bienestar. Cuando la obsesión por agradar a los demás, de ser aceptado por los demás, supera las propias necesidades, corremos el riesgo de olvidarnos a nosotros mismos.
La obsesión de agradar a los demás
Algunas personas pasan mucho tiempo y dedican muchos esfuerzos en conseguir agradar a los demás. Los intentos por dar una buena imagen, por ser aceptados, valorados y queridos por los demás, puede convertirse en una verdadera obsesión que dirija la conducta hasta límites muy peligrosos. Pero, ¿por qué es tan importante agradar a los demás?
1. Aceptación social. Por un lado tiene que ver con una necesidad extrema, casi enfermiza de ser aceptados por los demás. Todas las personas tienen necesidad de pertenecer a un grupo social y ser aceptados por el mismo. Es una necesidad natural, que puede tener efectos positivos, pero cuando la necesidad se vuelve obsesión y llega a ser enfermiza, podemos tener graves consecuencias.
2. Baja autoestima. Por otro lado, la necesidad de agradar a los demás puede estar relacionada con la baja autoestima. Algunas personas con baja autoestima, necesitan constantemente valoraciones positivas sobre su persona, estas valoraciones positivas alimentan su autoestima, funcionando como reforzadores a la conducta de agradar. En estos casos los intentos de agradar sirven para aportar una aparente cobertura a su autoestima.
La conducta destinada a agradar a los demás
Parte de las habilidades sociales consisten en ayudar a los demás y en ser agradables las personas que nos rodean Normalmente, cuando nos portamos bien con los demás obtenemos resultados positivos: aceptación, pertenencia a un grupo, estima, confianza del otro, etc. y por eso estas conductas emocionales que en un principio son algo normal, natural y sano, comienzan a reforzarse y generalizarse, convirtiéndose en un hábito del cual no nos damos cuenta, pero que puede tener muchas consecuencias negativas.
¿Qué ocurre cuando nos obsesionamos por agradar a los demás constantemente?
Los actos para agradar a los demás en un principio tienen efectos positivos, pero estos efectos no tardan en transformarse:
1. Cuando el rol de la persona consiste en agradar constantemente al otro, en lugar de obtener beneficios sociales, se obtienen consecuencias negativas en este sentido. Las demás personas se acostumbran al agrado y no valoran lo que se hace por ellos, con lo cual dejan de valorar esos actos y lo ven como una obligación del otro.
2. Un agrado demasiado constante puede agobiar y sobrecargar al otro. Los otros no necesitan ese agrado. Es importante tener esto en cuenta, cuando nos relacionamos con otros no buscamos que nos den la razón, o nos agraden constantemente, buscamos una interacción o un vínculo.
3. La persona se olvida de sus necesidades, al menos de modo inconsciente. Al no cumplir con sus necesidades, poco a poco empieza a experimentar malestar.
Cómo podemos enfrentarnos a la necesidad de agradar
1. Portarse bien con los demás es positivo, pero sin sobrepasar límites. Recuerda que los demás solo quieren nuestra compañía, no nuestro agrado.
2. Empieza a pensar en ti. Está bien pensar en los demás, y no se trata de ser egoísta y de imponer nuestras preferencias, pero sí de encontrar el equilibrio entre las necesidades de los demás y las propias.
3. Cuando mostrar agrado te genere malestar, frena esta conducta.
Celia Rodríguez Ruiz. Psicóloga clínica sanitaria. Especialista en pedagogía y psicología infantojuvenil. Directora de Educa y Aprende.com Autora de la colección Estimular los Procesos de lectura y escritura.
Te puede interesar:
– Aprender a decir NO: ¿sabes negarte?