A pesar de la enorme importancia de actividades como la lectura durante la infancia, también los juegos y las bromas son fundamentales para que un niño crezca sano y, sobre todo, feliz. La risa y los momentos de recreo, lejos de distraer, constituyen toda una fuente de energía y vitalidad para los pequeños de la casa, que necesitan del juego para desarrollar todas sus capacidades y crecer como personas.
Papá, mamá… ¿juegas? 10 juegos interesantes para participar
Estos ratos de ocio brindan, además, una ocasión inmejorable para pasar momentos únicos con los niños, que quedarán encantados al ver cómo sus papás también juegan y se divierten con ellos. Algunas maneras de conseguirlo son las siguientes:
1. Los almohadones más chulos. Una manera divertida y sencilla de aportar un toque original a la habitación de los niños es animándoles a confeccionar sus propios cojines, sin más material que plástico de burbujas y envoltorios de golosinas y trozos viejos de tela. Para empezar, dibujadles sobre el plástico un rectángulo de 30 x 60 centímetros, teniendo en cuenta que la pieza de plástico resultante debe ser el doble de ancha que el tamaño del cojín que queréis. Invitad a los niños a que recorten el plástico siguiendo la línea que vosotros habéis dibujado y a que después doblen el rectángulo por la mitad. Con cinta adhesiva transparente, ayudadles a cerrar dos de los lados y ya habréis elaborado toda una funda de cojín. Para terminar, dejad que los niños rellenen la funda con los envoltorios de chucherías y caramelos, y todo los materiales blandos y de colores que se os ocurran. Una vez llena la funda, doblad bien el lado que queda abierto y cerradlo con cinta adhesiva. Los niños se sentirán orgullosos del divertido cojín que ellos mismos han fabricado.
2. Vacaciones desafiantes. De los padres depende que las próximas vacaciones familiares se queden en unos simples días de recreo y descanso o que se conviertan en una aventura apasionante que los niños nunca olvidarán. Una manera de conseguirlo consiste en reunirlos unos días antes de la partida y proponerles que piensen cosas sorprendentes, nuevas o un poco locas que les gustaría hacer durante las vacaciones, para confeccionar una lista de retos que habrá que conseguir durante estas semanas. Visitar un lugar donde un letrero diga “El mejor del mundo”, “El único en el mundo”, o “El mayor del mundo” o probar una fruta nueva y un dulce nuevo pueden ser algunos de estos desafíos. Seguro que la ilimitada imaginación infantil os ayudará a todos a pensar muchos más.
3. Comer divirtiéndose. Aunque la escasez de tiempo puede impedir que diariamente os detengáis a cocinar un plato especial, de vez en cuando sí podéis imprimir un poco de fantasía y originalidad en las comidas de los niños, con el fin de que estos se diviertan al tiempo que se alimentan. Por ejemplo, podéis convertir unos huevos duros en unos simpáticos ratoncitos que harán las delicias de los peques y asegurarán una alimentación sana. Para cuatro niños, sólo se necesitan cuatro huevos duros, 25 gramos de queso rallado, 25 gramos de queso blando, ocho rábanos y dieciséis pasas. Tras pelar los huevos y partirlos por la mitad, extraed las yemas y mezcladlas con el queso blando y el rallado hasta conseguir una pasta bien fina. Rellenad las claras de los huevos y alisad la superficie. Después, colocadlos poca abajo en el plato y, tras practicarles pequeñas incisiones en el extremo más delgado, introducid en ellos pequeñas rodajas de rábano, que harán la vez de orejas. Con dos pasas en cada huevo se obtendrán los ojos de los ratoncitos y con un trocito de rábano, la nariz. Para acabar, las raíces de los rábanos representarán, colocados en el otro extremo del huevo, las colitas de los roedores. El resultado será muy simpático y los niños comerán felices los ratoncitos de huevo.
4. La flauta mágica. Enseñad a vuestros hijos que la naturaleza, además de vida y belleza, ofrece música. Si vuestra casa está cerca del campo, mejor que mejor, pero, si no es así, un parque con césped bastará para revelar a vuestros hijos las maravillas de la flauta mágica. Cuando lleguéis, cortad una brizna de hierba y, con cuidado, realizadle a lo largo una incisión limpia que no llegue a los extremos. Juntad las manos, como si fuerais a rezar, y sujetad entre los pulgares la brizna de hierba, asegurándoos de que quede tensa. Ahora, sólo tenéis que llevaros las manos a la boca y soplar, para que un divertido silbido aflore de la brizna de hierba, ya convertida en toda una flauta mágica para vuestros hijos, que ellos mismos querrán tocar una y otra vez.
5. Salto sobre cojines. Seguro que a vuestros hijos les encanta saltar sobre la cama, pero vosotros, lógicamente, no les permitís hacerlo. No obstante, sí podéis sorprenderles organizándoles toda una pista de salto, eso sí, completamente segura para ellos y los muebles de la casa. Para conseguirlo, el primer paso consiste en despejar una zona de la casa de muebles y objetos. Después, amontonad todas las almohadas, cojines, edredones, sacos de dormir y mantas que podáis, y dejad que los niños, uno por uno, cojan carrerillas y salten sobre la pila. Vuestros hijos se lo pasarán de maravilla y seguro que recordarán este juego como uno de los más guays que les han preparado sus papás.
6. El arte es divertido. Quizás muchos niños no salten de la alegría si se les dice que se les va a llevar a visitar un museo, pero los papás divertidos también saben como convertir esta actividad cultural en un juego, que les ayudará a conocer y a apreciar el arte, al tiempo que pasan una tarde muy animada. Para conseguirlo, tan sólo hay que pasar por la tienda del museo antes de comenzar la visita y adquirir cinco o seis postales de las obras de arte que se exponen en el edificio. Cuando comencéis el recorrido por el museo, los niños tendrán que localizar las obras que aparecen en sus postales y, cada vez que descubran una, se emocionarán. Si son lo suficientemente mayores, también se quedarán con el nombre y el autor de la obra. Vuestra visita al museo se convertirá así en una divertida aventura, que colmará a vuestros hijos de satisfacción personal cuando hayan encontrado todas las obras de arte.
7. Sinfonía acuática. Aprovechad una tarde que estén aburridos en casa para sorprenderles con un juego que hará que se lo pasen pipa y comiencen a sentir un profundo cariño por la música. Se trata de enseñarles a tocar canciones, siempre que tengan más de cinco años, con un instrumento muy especial: un xilofón de agua. Para ello, sólo necesitáis ochos vasos de cristal idénticos, que llenaréis de izquierda a derecha con diferentes cantidades de agua, de manera que el primero por la izquierda quede completamente lleno y el último, casi vacío. Afinad un poco el oído, y aseguraos, golpeando los vasos con una cuchara, de que los tonos están bien medidos. Después, numeradlos con etiquetas del 1 al 8 y, y el xilofón estará listo para ser tocado. Recordad que vuestros hijos han de colaborar en la elaboración del instrumento, por lo que es recomendable que, antes de empezar, coloquéis una toalla debajo de los vasos y tengáis a mano una bayeta húmeda. Algunas de las canciones que pueden interpretar vuestros hijos son «Tengo una muñeca» (5 5 5 6 5 3, 1 3 5 6 5, 4 4 4 5 4 3, 2 3 4 2 1), «Tengo, tengo, tengo» (5 5 5 5 5 3, 6 6 6 6 6 4, 7 8 7 6 6 5, 5 6 5 4 4 3), «Noche de Paz» (5 6 5 3, 5 6 5 3), «Ratón que te pilla el gato» (5 8 5 6 5 4 5 3, 5 8 5 6 5 4 5)*
8. ¡Qué traviesos eran mis papás! Si a los niños les encanta ver una y otra vez las fotos en que sus papás eran pequeños, imaginaos si conocieran todas las travesuras que protagonizasteis de niños. Seleccionad vuestras anécdotas más simpáticas y contádselas a vuestros hijos, mientras coméis palomitas en el cuarto de estar o dais un paseo. Por supuesto, optad por narrarles las historias más inocentes, siempre recordándoles que asumisteis las consecuencias de vuestras acciones. Y, aunque al final os quedasteis un mes sin postre, a vuestros hijos les gustará saber que un día su papá se dedicó a colgar monigotes en la espalda de todos los vecinos del barrio o que, una tarde que la abuelita había salido, su mamá intentó cocinar una tarta de chocolate, dejó todo perdido y, al final, sólo consiguió preparar una masa informe de color extraño que acabó de comida para el gato.
9. Risas en el coche. Los trayectos en coche pueden convertirse en una inmejorable oportunidad para compartir juegos y risas con vuestros hijos. Para ello, nada mejor que recurrir a juegos tan clásicos como el «veo veo», para el que sólo se necesitan los ojos, la voz y muchas ganas de divertirse. Para animar a vuestros hijos y recordarles la cancioncilla del «veo veo, ¿qué ves?», es recomendable que sea uno de los papas quien comience eligiendo el objeto de adivinación, que debe encontrarse siempre a la vista y ser un término conocido incluso para los más pequeños. Precisamente, la edad de los niños obligará en ocasiones a revelar la primera sílaba de la palabra como pista, en vez de la primera letra. Se lo pasarán tan bien que, cuando lleguéis a vuestro destino, no querrán bajarse del coche.
10. ¿Quién soy? Invitad a algunos amiguitos de vuestros hijos a casa y pedid a cada uno que escoja un personaje que le guste o divierta, pero advirtiéndole que no deben contar a nadie a quién ha elegido. Después, proporcionadles cartulinas de colores, pinturas, rotuladores, pegamentos y toda la ropa vieja que encontréis por casa y pedidles que se fabriquen un disfraz para parecerse lo más posible al personaje que van a imitar. Cuando hayan terminado, sentadlos en corro y que, de uno en uno, vayan levantándose e imitando al personaje que han escogido. Los demás tendrán que adivinar a quién está representando su amigo y, al final, ganará aquel que ellos mismos consideren que lo ha hecho mejor y ha sido más original con su disfraz. Una piruleta a cada uno como premio no estaría mal para concluir esta tarde de risas y diversión.
Consejos para jugar con tus hijos
La risa es sana y necesaria. El estudio y la exigencia son fundamentales en la educación de un niño, pero también la risa y el juego resultan imprescindibles para que un niño se desarrolle con normalidad y viva una infancia feliz.
Jugar es una manera de aprender. Los niños aprenden por medio de la participación activa en el mundo que les rodea y, precisamente, jugar y bromear con ellos constituye una de las mejores maneras de ayudarles a comunicarse con su entorno y enriquecerse como personas.
Vosotros también fuisteis niños. Cuando juguéis con vuestros hijos, nunca olvidéis que también vosotros tuvisteis tres, cinco, seis años. Y, sobre todo, recordad que no hay nada malo en permitir que la inocencia y la curiosidad por el mundo de vuestros hijos os convierta de nuevo en niños por unas horas.
Dejadles equivocarse. Como todo el mundo, los peques también tienen derecho a equivocarse. Cuando juguéis o realicéis actividades juntos, déjales que prueben, que experimenten y que yerren. Ellos mismos aprenderán de sus errores y se enorgullecerán de sus logros.
Para pasar un buen rato con vuestros hijos, no hace falta ser la persona más divertida y graciosa del mundo ni tampoco gastarse dinero. Ni mucho menos. Tan sólo es necesaria mucha imaginación, mucho cariño y muchas ganas de escuchar reír a vuestros hijos. Pensad que, con una buena historia o una simple caja de cartón, podéis crear todo un mundo para vuestros hijos.
Marisol Nuevo Espín
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