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Cómo ajustar a nuestros hijos al cambio de hora

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Dos veces al año nos toca mover una hora la manija del reloj. La justificación de estos cambios de hora en primavera y otoño viene marcada por el supuesto -aunque cada vez más dudoso- ahorro energético que implica el máximo aprovechamiento de las horas de luz natural. Pero mientras ahorramos, en las familias se organiza un pequeño desbarajuste que nos obliga a reubicar rutinas y adaptarlas a los nuevos ritmos del reloj en su vinculación con el astro sol.

Que conste que no soy nada partidaria de este cambio, ni tampoco de que España se mueva en un uso horario que no es el suyo sino el de la Alemania a la que Franco en su día quería seguir, antes que el inglés que nos corresponde por meridiano. Creo que una parte nada desdeñable de nuestros problemas de conciliación nace, precisamente, de esa tendencia a que anochezca demasiado tarde. Si estuviéramos en nuestro uso horario, en verano podríamos salir a la calle sin calor una hora antes, nos acostaríamos una hora antes y, probablemente, dormiríamos una hora más. Pero no es para hoy este debate.

Dado que ya nos han cambiado la hora, surge la duda de qué hacemos para reorganizar el ya de por sí ajustado programa de tardes de nuestros hijos. En verano es más sencillo, porque se retrasa el momento de ir a dormir. Pero falta mucho para las vacaciones y estos niños, adolescentes y jóvenes siguen necesitando irse a la cama a una hora prudente. Dormir bien y las horas necesarias es esencial para poder rendir al día siguiente.

Cómo ajustar a los niños al cambio de hora

Foto: ISTOCK 

A mí me ayudan estas cinco claves:

1.   Los deberes, si los hay, siguen siendo lo primero. El buen tiempo y las tardes más largas animan a estar más rato en el jardín. Si posponemos los deberes para la vuelta a casa, nos encontraremos con niños agotados incapaces de estudiar. Nunca encuentran el momento para entrar, de modo que, si no han salido a la calle y se sientan a trabajar directamente después de merendar, les costará bastante menos.

2.   ¿Qué tal una merienda-cena a la inglesa? Tuve la suerte de disfrutar de los horarios ingleses durante un tiempo y me encantaba el periodo que media entre la cena y la hora de irse a dormir porque parece muchísimo. Una buena opción es proponer una cena ligera a hora británica, entre 18.30 y 19.00 y así les queda libre el resto del tiempo hasta la hora de ir a dormir.

3.   Duchas, que no baños, y mejor por la mañana. La hora de los baños nos roba mucho tiempo. Con los bebés, el baño nocturno es bueno para propiciar el sueño, pero con niños más mayores, que ya se gestionan bien por su cuenta, se puede optar por una ducha rápida. Y, cuando ya no se manchan mucho en el parque, podemos trasladarla a las mañanas, como suelen hacer los adultos. Les ayudará a despejarse y les dejará más tiempo de juego en la tarde.

4.   Los ritmos marcados y la hora de recogida pautada. No tiene sentido ir a bronca diaria por la hora a la que volvemos a entrar en casa. Por eso, lo mejor es que con la llegada del buen tiempo dejemos claros los horarios previstos, adaptados a la nueva situación y razonables para poder ir al colegio al día siguiente. Nos ahorraremos disgustos si, además, la organización de tareas al volver del rato de juego está bien definida para que todo fluya adecuadamente.

5.   En niños muy pequeños se puede provocar la noche. Con los bebés y niños pequeños es especialmente importante respetar los ritmos de sueño, de modo que si el calendario nos impone sol a las nueve de la noche, habrá que jugar con las persianas para «engañar» al cerebro del bebé. Hay mucho en juego si no duermen bien.

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