La sección de lácteos en el supermercado no hace más que crecer. Sin embargo, cada vez más gente se pasa a la leche sin lactosa o incluso dejan de tomar leche por completo, lo que plantea la siguiente pregunta: ¿es realmente recomendable eliminar la leche de nuestra dieta?
Cada poco tiempo aparece una nueva leche con un milagroso componente que ayuda de una u otra forma a estar más sanos. Desde la entera, semidesnatada y desnatada, a leches de continuación, leches de crecimiento, leches con omega 3, con suplementos proteínicos o sustitutivos como la «leche» de almendras y la de soja. Quizás por eso, los falsos mitos sobre la leche no paran de crecer y conviene tener una información completa para incluirla o excluirla de nuestra alimentación.
10 falsos mitos sobre la leche
Para que puedas elegir de forma correcta, te presentamos 10 falsos mitos sobre la leche:
1. La intolerancia a la lactosa y la alergia a la leche son lo mismo
Tener alergia significa que el sistema inmune considera perjudicial algo que no lo es (en este caso, una de las proteínas de la leche). La respuesta del sistema inmune es la que provoca los síntomas (picores, urticaria, sangrados, asma, etc.). En el caso de la intolerancia a la lactosa, el que la padece es incapaz de digerir la lactosa por falta de la encima que rompe sus moléculas, la lactasa. Al contrario que cuando se tiene alergia a la leche, si se tiene intolerancia se puede seguir consumiendo lácteos, siempre y cuando sean «sin lactosa».
2. Si se tiene intolerancia a la lactosa, es mejor dejar de tomar leche
La leche no es solo una importante fuente de calcio, también contiene proteínas, vitaminas A, D y B12, magnesio y fósforo, entre otros nutrientes. El consumo habitual de leche reduce el riesgo de osteoporosis y de anemia, gracias a la lactoferrina (proteína que capta moléculas de hierro). Un solo vaso de leche contiene el 40% de la cantidad diaria recomendada de vitaminas. Además, se recomienda el consumo de leche desnatada para reducir la hipertensión dado el magnesio, el calcio, el potasio y la vitamina D que contiene.
3. La intolerancia a la lactosa es algo común que afecta a la mayoría de la población
Aunque no es algo raro (y su prevalencia puede ser mayor en otros países), en España se estima que entre un 20 y un 40% de la población la padece. El principal problema de la intolerancia es el autodiagnóstico. Mucha gente explica padecer ciertos síntomas asociados con la intolerancia a la lactosa con padecerla. En realidad, muchas afecciones tienen síntomas parecidos, como, por ejemplo, el colon irritable. Además, no todos los que tienen intolerancia presentan los mismos síntomas. Para poder estar seguros del diagnóstico, es necesario realizar un test.
4. Las leches «sin lactosa» no son realmente leche
La cada vez más consumida leche «sin lactosa» es 100% leche de vaca, a la que se le ha añadido lactasa, encima que digiere las moléculas de lactosa. Por lo tanto, esta leche tiene todas las propiedades y los nutrientes de la leche tradicional, pero aquellos que no produzcan lactasa de forma natural (intolerantes) podrán consumirla sin sufrir los síntomas de la intolerancia.
5. Los sustitutivos de la leche y otros alimentos aportan los mismos nutrientes que la leche
Para igualar la cantidad de calcio que aporta un solo vaso de leche habría que consumir unos 5 platos de espinacas. Además, UNICEF ha advertido que las famosas «leches» de almendras, coco o soja (por lo general más procesadas y con más de 7 ingredientes añadidos) no tienen las mismas propiedades nutricionales que la leche y ha aconsejado eliminar el término ‘leche’ de sus etiquetas. Es importante mencionar que no es recomendable que los niños consuman leche de soja, dado el contenido de estrógenos vegetales de esta.
6. «El intolerante nace, no se hace»
De hecho, las probabilidades de padecer intolerancia a la lactosa aumentan con la edad. Además, es raro que se sufra durante toda la vida. Suele aparecer a partir de los 5 años (aunque han podido darse casos de bebés que no segregaban lactasa desde su nacimiento) pero con frecuencia desaparece con el transcurso de los años.
7. Cuando se tiene alto el colesterol, no se debe tomar leche
La leche es tan sumamente beneficiosa que todos, sin excepción, debemos consumirla. Si se tiene el colesterol alto simplemente se ha de sustituir la leche entera o semidesnatada por la desnatada. Al contrario de lo que muchos opinan, esta leche contiene los mismos nutrientes que la entera pero tiene 3 veces menos grasa.
8. Si quieres adelgazar, elimina la leche de tu dieta
De hecho, el enunciado contrario es el acertado. Varios estudios clínicos han demostrado que el consumo de leche (y sus derivados) ayuda a bajar hasta un 10% más de peso. El calcio dificulta la metabolización de las grasas y su efecto sobre las células del tejido adiposo ayuda a su eliminación. Además, las proteínas de la leche tienen un efecto saciante, lo que disminuye el consumo de alimentos.
9. Los lácteos solo son necesarios en la infancia
El riesgo de padecer ciertas enfermedades que se previenen con el consumo de leche (como la osteoporosis o la hipertensión) aumenta con la edad. Algunos estudios clínicos han demostrado que las probabilidades de sufrir una enfermedad cardiovascular son un 17% menos en aquellos que consumen lácteos con regularidad, por lo que es importante que no dejemos de tomar leche tengamos la edad que tengamos.
10. La leche no hidrata
Al contrario, las propiedades de la leche (entre las que se incluye que es un 80% pura agua) la convierten en la perfecta opción para hidratarse después de hacer deporte. De hecho, beber agua no es siempre la mejor opción. Por ejemplo, cuando nos arde la boca por haber tomado un jalapeño (o cualquier otro picante), nuestro primer instinto es beber agua y, en realidad, debería ser tomar un vaso de leche ya que contiene caseína, una proteína que ayuda a neutralizar el picor de los alimentos.
La respuesta no puede ser más evidente: no debe eliminarse la leche de la dieta bajo ningún concepto. La gran variedad de productos lácteos permite que absolutamente todos, sin importar que enfermedades o afecciones padecemos, podamos consumir leche. Si tienes intolerancia a la lactosa (y preferiblemente solo en este caso) toma leche sin lactosa; si tu problema es de tipo cardiovascular, leche desnatada. Además, si notas malestar al consumir leche, no te «autodiagnostiques» ni tomes medidas sin hablar antes con tu médico.
Marga Wesolowski
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